viernes, 16 de diciembre de 2016

MIEDO AL HOMBRE




En el paseo que a menudo realizo de noche con mis perros suelo atravesar un pasillo muy extraño. Debido a la desaparición momentánea de la acera, ocupada por la barriga cuadrada de un gran edificio, me veo obligada a desviarme del camino en línea recta. No llega ni tan siquiera a un minuto el tiempo que tardo en recorrer ese pasaje, flanqueado a un lado por la espalda del edificio y al otro por un largo muro. Sin embargo, durante esos interminables segundos me asalta un miedo terrible. 


El pasillo tiene algunos entrantes. Una persona podría ocultarse en uno de ellos para atacar de forma desprevenida a cualquiera. En verdad, es lo que mi imaginación inventa mientras lo atraviesa. Huele a meado, reina en él la suciedad y está desierto. Solo se ve a poca gente cruzándolo para alcanzar de nuevo la bulliciosa calle. ¿Por qué entonces esa inexplicable sensación de repentino miedo tan intenso?

Una amiga asoció el pasillo con la noche oscura y despoblada, en silencio. Pregúntale, dijo, a hombres y mujeres sobre su miedo cuando andan solos de madrugada por la calle y se tropiezan de pronto con un desconocido. ¿Piensas que responderán lo mismo? Los hombres, por lo general, podrán sentir miedo a un posible atraco o ataque violento. Las mujeres, sin embargo, temen antes sufrir una agresión sexual, una violación. Nosotras, que solemos buscar la ayuda de los hombres, le tenemos, paradójicamente, miedo a la figura masculina, al hombre. Es un miedo atávico, que debe de fraguarse desde muy temprano, en la infancia.

Eso pensé la última vez que recorrí el pasillo. Mientras avanzaba entre sus muros, mi mente me devolvía a un pasado común a muchísimas niñas: la vivencia antes de tiempo de la enmarañada naturaleza del soborno. En algún lugar, un hombre de sonrisa amable y cariñoso, nos regalaba chocolate o caramelos a cambio de meternos la mano debajo del vestido. Así comenzó todo, tal vez. Con el primer regalo de un depredador.


(Columna inspirada en la lectura de Noches insomnes, de Elizabeth Hardwick. Editorial Duomo.)



FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


domingo, 27 de noviembre de 2016

LA MUJER DE LAVA




La mujer de lava nació de las entrañas del océano, de un quejido de mar. Tal vez nació para convertirse en refugio nuestro, de sus hijos. Llegábamos hace siglos, de noche, hambrientos, y ella nos esperaba. Dispuesta a guarecernos y a dormirnos en sus brazos. Durante nuestro sueño nos arrullaba, cantando bajito, mientras secaba nuestros sudores e iba curando las heridas después de tan largo viaje. Su nacimiento, las múltiples maneras de mostrase y nuestra travesía en ella son motivos de un poemario del excelente poeta José Miguel Junco.

Se titula La mujer de lava y está contenido en su libro de poemas, publicado por La Discreta, que lleva el mismo nombre. Supone un homenaje a la Isla, madre nuestra y de nuestros ancestros y hermanos. “En ti fuimos origen, // en ti interrogación, // en ti rumor de espuma, // en ti nos bifurcamos // asidos a tu vientre.”

Islas te llaman, dice un poema que alude en seguida a sus lindas ropas, a un pañuelo de nube y al mar que le persigue la cintura. Antes, sin embargo, trepó la lava vientre arriba y la mujer de lava se levantó del océano en erupción. “Todo el dolor del mundo // en un cuerpo que rompe.” El dolor de aquel sacudimiento permanece en su memoria y en la dicha diaria de existir.

En medio del mar hostil se supo de lava con más de siete destinos. “De lava para ser faro, // para ser abrevadero, // germen, surco, valle, todo.” Pero también “para dar paso a una historia // de espigas que se resisten, // de soles y de sequías, // de pura imaginación // al borde de un mar confuso.”

En el origen estaba ya señalado su sino en una danza loca de pétalos y lluvia. Su paciencia se nutre del recuerdo de la lava que la curte. Mientras tanto, los isleños cantan con su acento y “alrededor del fuego // los ancianos // refieren a los niños // cómo es que empezó todo.” Del misterio de la noche brota la imagen de la mujer que, en su regazo de lava, se está naciendo.




Diseño de la portada del libro: Marta Junco Parrilla.


FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


domingo, 13 de noviembre de 2016

UN PASAJE DE `LAS SIETE VIDAS DEL CANGREJO´. REBECA GARCÍA NIETO.




«Como habrán deducido, somos una familia creyente, al menos yo lo soy, mi marido es otro cantar... Él es más de Cortázar, dice cada vez que sale el tema. De hecho, todo este invento de la rayuela es cosa suya. Dice que `Rayuela´ es su Biblia, que es una metáfora de la vida. (...) La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos.»

                                                     

                   Rebeca García Nieto.-


(en Las Siete Vidas del Cangrejo. Edit. Alegoría)



sábado, 12 de noviembre de 2016

MOVER MONTAÑAS



Adoro la expresión “autobiografía disfrazada de autobiografía”. La leí en La última posada, que Imre Kertész considera su diario de muerte. Me cautivó de inmediato por la ironía que encierra. También porque el resultado de su libro es una muestra de la falsa disyuntiva entre ficción y eso que se conoce con el burdo término de “no ficción” cuando se habla de literatura.

Me vino de nuevo a la mente la expresión de Kertész mientras leía Noches insomnes, de Elizabeth Hardwick. En esta novela, destructora de géneros literarios, lo ficticio y lo vivido se permean entre sí de manera constante. Su narradora tiene rasgos notorios de Elizabeth Hardwick. Ambas comparten el mismo lugar de nacimiento y múltiples amigos, trayectorias vitales y experiencias. Pero todo se manifiesta en su novela como atisbo. Lo que se cuenta parece ideado para ir desviando a los lectores del rastro y revelar. Se hace uso de la propia vida, pero de un modo oblicuo. El yo que habla son los otros. Noches insomnes es, por tanto, una prueba más del carácter ilusorio de la distinción en literatura entre ficción y no ficción. Los escritores cuentan inventando e inventan contando. En cualquier caso, ¿acaso vivir no es también crear una ficción? Ninguna necesidad, entonces, de ocultar un mundo bajo el disfraz de otro distinto. Lo que vale es la calidad literaria. El estilo, capaz de mover montañas.

La narrativa o mueve montañas o es aburrida, dijo David Foster Wallace. Sus palabras se las inspiró el señor Shulman, un anciano de una residencia de mayores donde el escritor pasó un largo verano como voluntario. Allí le leía la Divina Comedia al señor Shulman. Un día le preguntó de dónde era y él respondió: “De justo al este de aquí, de las Rocosas.” El escritor quiso corregirle: “Señor Shulman, las Rocosas están al oeste de aquí”. El anciano hizo un voilá con las manos y dijo: “Muevo montañas.” Foster Wallace se quedó con esa expresión y si se le preguntaba sobre el posible contenido autobiográfico de su obra, sabía la respuesta: “La narrativa o mueve montañas o se sienta sobre su propio culo.”

 


FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.

 

Imagen de Pedro Guerra.



 

lunes, 31 de octubre de 2016

ESCRITORES

Estar solos, recluidos en el propio cuarto, es el destino de los escritores. Así lo consideraba también August Strindberg. Pero en la soledad sentía a veces sobrecargarse su cabeza, amenazando con estallar. Los escritores deben por eso observarse, propuso en Solo, libro memorable donde aparece un pasaje sobre la tensión entre el ejercicio de la escritura y la lectura. Él procuraba, en cualquier caso, contrarrestar lo que salía y entraba en su mente.

“Tengo que hacer todos los días un esfuerzo de exteriorización, escribiendo; y una recepción de cosas nuevas, leyendo”, dijo. Cuando se pasaba el día entero sumergido en la escritura le acometía al atardecer un vacío indecible. Se quedaba agotado y con la impresión de no tener nada que decir. Y dedicar todo el tiempo a la lectura le hacía sentir tan lleno como si fuese a reventar.

El arduo intento de mantener un equilibrio entre lectura y creación literaria define, tal vez, el quehacer de los auténticos escritores. ¿Cómo considerar escritor a quien no lee y hace de la escritura un orinal de sus emociones?  “Soy un lector que escribe”, declaró en una entrevista Enrique Vila-Matas, prototipo del verdadero escritor. Parte del interés que despierta su obra, a juzgar por la recepción de sus libros, se atribuye a que invita al lector a participar en la búsqueda que este escritor emprendió en el momento de escribir. Escribe también, por tanto, para leer sobre lo que quiere hablar en la escritura.

Imagino a los escritores entregados a la creación de una nueva obra. Avanzan a tientas, pero firmes, de modo ininterrumpido. ¿No sufren, acaso, durante horas interminables por la llamada de otros libros que les reclaman desde la estantería ser leídos? Sufren, supongo, porque una vez dentro de la escritura, hasta el cuello. Mientras escriben su nuevo libro se ven obligados, es probable, a concentrarse en la exploración de un material que se relacione con su proyecto en marcha. ¿O tendrán la capacidad de suspender este para ajustarse a un horario previamente establecido?


FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.



Imagen de Pedro Guerra.

 

martes, 18 de octubre de 2016

`LAS SIETE VIDAS DEL CANGREJO´, DE REBECA GARCÍA NIETO





La vida es un juego que va en serio, parece insinuar Rebeca García Nieto en su nueva novela Las Siete Vidas del Cangrejo. No en vano, entre las múltiples referencias literarias que abundan en el libro destaca Rayuela, de Julio Cortázar.  Escribe el escritor argentino, convirtiendo la rayuela en metáfora de la vida: “La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores.”

Rebeca García Nieto se apropia de la idea que subyace bajo esta cita para construir con gran sentido de la ironía los siete relatos, de atmósfera kafkiana, que constituyen la primera parte de Las Siete vidas del Cangrejo. En esta aventura, se dice en uno de ellos, no gana quien llega antes, sino quien sigue sobre el tablero. Difícil, sin embargo, continuar el juego como si nada pasase cuando la vida se tuerce profundamente. “Hay veces en que esta te mete la cabeza en la taza del váter”, proclama un personaje del libro, “y amenaza con tirar de la cadena”. Son esas situaciones límites y la capacidad de hacerle frente al sufrimiento lo que une a los protagonistas, que en apariencia nada tienen en común, de esta novela coral. Viene a ser en la segunda parte del libro cuando se revela la interconexión estrecha entre los siete individuos.

En Las Siete Vidas del Cangrejo hace uso Rebeca García Nieto de diferentes registros y estilos tipográficos. Todo aquello de lo que se habla en los relatos parece sugerir nuevos sentidos, como si las cosas aludieran una y otra vez a otras cosas. Las ideas, además de propiciar hondas reflexiones, se vuelven hechos en esta excelente novela donde las referencias al cine y la literatura se deslizan de forma sutil por las páginas. Todo lo imaginable es una realidad posible, parece decirnos la autora. También necesaria, tal vez, si se desea seguir jugando a la vida.


FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


viernes, 14 de octubre de 2016

`VIAJE A LA NADA´ , DE ELSA LÓPEZ




Lo que nos viene de la poesía, como de una eternidad siempre pasajera.                                        

                              Maurice Blanchot


Escribió Marcel Duchamp: “No hay solución porque no existe ningún problema.” No sé si este artista se refiere a la nada que nos habita contra la que nada se puede. En última instancia, si su cita supone una referencia a la muerte. Lo sea o no, encontré en sus palabras  una similitud con la voz poética de Elsa López en Viaje a la nada. Más bien, con la intensa mirada, ajena a toda afectación y drama, que despliega la protagonista en su travesía por esos paisajes del Polo Norte que convierte en un viaje interior. Islas heladas donde ella transita el fin del mundo. Y hablo de protagonista porque considero que los escritores no son capaces de hablar de sí mismos, aunque se lo propusieran, si no es volviéndose otros. En este sentido, el libro de Elsa López me parece que es “autobiografía disfrazada de autobiografía”, expresión no carente de ironía benévola que utiliza Imre Kertész para definir su libro La última posada, concebido por él como su diario de la muerte.

Los poemas de Elsa López se articulan en un doble poemario dentro del mismo libro. Uno de ellos narra en un cuaderno de viaje los pormenores del periplo de la protagonista por los diferentes parajes del hielo nórdico. El otro supone una reelaboración, cuando no abstracción, de esos apuntes, creando figuras poéticas muy sugerentes a base de extraer de la poesía -valga la redundancia- poesía.

El viaje a la nada, “blanca, gris, silenciosa. // Solo el mar para nombrarla//, escribe la poeta, transcurre en la nada hacia la nada, lejos de los confines de este mundo. Es un viaje rectilíneo sin posibilidad de regreso a casa. “Fuera de aquí, esa es mi meta”, podría proclamar asimismo la protagonista del libro de Elsa López, parafraseando a Kafka. Son palabras que escribe el escritor praguense en su relato titulado “La partida”, esta tan parecida a la que aluden los versos de Elsa López cuando dicen: “Es la hora de partir// hacia las heladas islas del norte”. Y “La muchacha sin rumbo// anota en un cuaderno el vaivén de su alma” son, entre otros más, versos de la poeta que hablan de ese viaje sin retorno, al fin de la noche. Un periplo durante el cual la poeta se va dando un buen “baño de tumba” como aquel del que habla Pablo Neruda en su poema No tan alto para “desde la tierra cerrada// mirar hacia arriba el orgullo”. También en un poema que escribe Elsa López en pleno vuelo sobre una de las ciudades del Norte, dicen los versos finales: “Negra el agua. //La muerte, negra. // Helada la muerte. // Y a modo de coronación del poema: “Debajo del cristal la nada espera”.

                                                Continuar leyendo aquí, en Revista de Letras.

 

martes, 4 de octubre de 2016

`ENTRELAZAMIENTOS´, DE LUIS JUNCO



                                Imagen tomada de "Bardinia". Emilio González Déniz.



BREVES NOTAS SOBRE ENTRELAZAMIENTOS
 


En la novela Entrelazamientos acierta Luis Junco permitiéndose el uso de libertades estructurales y estilísticas que enriquecen lo que se entiende por género novelístico. Se toma la licencia de apropiarse de los recursos del ensayo, la ciencia, la investigación y el documento, las cartas, el diario, la crónica...
Esta novela singular se va construyendo pieza a pieza, como se construye un puzzle. Un rompecabezas inacabado, porque, así se da a entender, el mundo es inabarcable, además de incomprensible, en su totalidad. De ahí que cada pieza elegida a conciencia por el narrador, cuyo oficio es el de escritor, tenga un sentido provisional. Durante el proceso de creación de Entrelazamientos se van descubriendo nuevas piezas que, porque entrelazan con otras, destronan a las primeras.
En esta novela coral de múltiples voces, sustentada en el carácter multiversal de la realidad, nada es lo que aparenta ser. O todo, parece insinuarse de acuerdo a la física cuántica, podría leerse de diferente manera. Al fin y al cabo, también el ser humano es a la vez original y copia de sí mismo en diversas latitudes espaciotemporales posibles.

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"Cada partícula elemental de las que estamos hechos va acompañada de una enorme cantidad de partículas idénticas que influyen sobre ella pero que son partículas fantasma. Y no solo ocurre eso con electrones, átomos y moléculas de nuestro entorno, sino que nosotros y el mundo material que nos rodea vamos acompañados de una innúmera cohorte fantasmal. Son como nosotros mismos -son nosotros mismos- pero no somos conscientes de ellos porque forman parte de otros universos."

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"He sobrevivido en múltiples universos, uno de ellos es este en el que me doy cuenta. pero en otros seguramente morí. En esos no me he dado cuenta porque estoy muerto. Quienes sí se han dado cuenta son los que en esos mundos me han sobrevivido, aquellos seres queridos para los que no conseguí superar la operación. Allí, ellos me lloran y poco a poco se hacen a mi desaparición."

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Entrelazamientos. Luis Junco. Ediciones de La Discreta. Madrid, 2016. 393 páginas.

domingo, 2 de octubre de 2016

NATALIA GINZBURG




La excelente escritora Natalia Ginzburg no se anduvo con rodeos a la hora de responder a ciertas acusaciones. En una nota memorable de la autora, refiriéndose a su novela Y eso fue lo que pasó, dejó escrito: “Algunas personas, cuando han leído esta historia, me han llegado a decir: Si hubieses sido más feliz, habrías escrito una historia más bella.” Así empieza su nota, que aparece en el libro, junto a la novela, traducida por Andrés Barba y publicada por Acantilado.

Su novela, es cierto, de alegre tiene poco. Comienza así: “Le pegué un tiro entre las cejas.” Es la voz de la protagonista, que contrasta, afirmándolas, con las palabras de Italo Calvino en el prólogo de la novela, que vio por primera vez la luz en 1949: “
Durante generaciones y generaciones lo único que han hecho las mujeres de la tierra ha sido esperar y sufrir. Esperaban que alguien las amara, se casara con ellas, las convirtiera en madres, las traicionara”.

Natalia Ginzburg solía callar ante los comentarios de las personas que la consideraban infeliz. Les daba la razón en eso, pero más cierto era para ella que no pretendía ser menos infeliz escribiendo. Ni aquella novela, ni tampoco otras. Procuraba, por el contrario, escribir a pesar de su infelicidad y sin haberse curado.

No concebía, de ninguna manera, la creación literaria como un orinal donde desahogar las emociones. Sabía que cuando uno se quiere meter el sol en los pantalones, como escribió Flaubert, estos se queman y uno se mea en el sol.  Ella no escribía para consolarse. Intentaba escribir, dijo, “sin dejar que mi infelicidad enturbiara e hiciera enfermar las cosas que escribía. Aunque para llegar a ese punto es necesario que la infelicidad no sea en nosotros una pregunta lacrimosa y llena de ansiedad, sino una conciencia absoluta, inexorable y mortal.”

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS



sábado, 17 de septiembre de 2016

EL DESIERTO

                                 

Se suele insistir en la urgencia de humanizar a eso que se denomina homo sapiens. Pero ya va siendo hora, tal vez, de que reclamemos una deshumanización del ser humano. Supondría una buena manera de arrebatarle a este su heroísmo, de bajarle del pedestal que se ha construido con la estúpida pretensión de dominar el mundo -de naturaleza caótica y muda- a su antojo.

Pobres nosotros, seres reflexivos que tenemos miedo del silencio con el que la vida se hace. A todo se le da un nombre y así creemos poder salvarnos. Bajo nuestra mirada las cosas adquieren una forma, que nuestros ojos imponen para circunscribir el caos. Le concedemos estructura a la sustancia amorfa de la vida, la cual domesticamos para volverla familiar.
Nadie deja de ponerse la máscara humana con el fin de escapar de esa materia neutra que nos resulta inexplicable. Insufrible, por tanto. Al humanizarnos, quizás nos libremos del desierto. Pero también lo perdemos. Se pierde con él, además, un nuevo modo de nombrar la vida, anterior y más ancha que la meramente humana. ¿Por qué no atrevernos entonces a ver más allá de las estrechas rendijas de nuestras percepciones arrogantes? Es lo que intenta la protagonista de La pasión según G.H., novela de Clarice Lispector que ha inspirado estas líneas. Sola en su ático, se encuentra un día una enorme cucaracha. No la aplasta. Se entrega a su contemplación y a las reflexiones y sentimientos que le provoca.

Sabe que la realidad es inseparable de la voz humana que la busca. Sin embargo, de esa búsqueda se regresa a menudo con las manos vacías. “Mas regreso”, dice, “con lo indecible. Lo indecible me será dado solamente a través del lenguaje. Solo cuando falla la construcción, obtengo lo que esta no logró.”
Para conseguirlo hay que estar dispuestos, como ella lo está, a comerse el propio miedo y abrirse a lo desconocido. También a renunciar al sabor del poder. Quizá se descubra de pronto la revelación que se esconde en toda renuncia.
 

Imagen de Pedro Guerra.


FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.



domingo, 4 de septiembre de 2016

LA ÚLTIMA POSADA




Sucede a menudo que llevamos con nosotros compañeros invisibles cuando salimos de viaje. Recorremos entonces lugares en los que esa invisibilidad se vuelve presencia casi permanente. Me ocurrió semanas atrás con Imre Kertész durante una breve estancia en Berlín. Días antes había leído su libro La útima posada. Rebosante de referencias literarias, fue concebido por este escritor apátrida como su diario de la muerte. Escrito en su vejez, contiene apuntes autobiográficos que Kertész convirtió en una obra literaria abrumadoramente lúcida y de una sinceridad aplastante.
 

El escritor amaba Berlín, donde vivió largas temporadas cerca del Kurfürstendamm con su mujer Magdi. El piso se ubicaba en la Meinekestrasse, paralela a la Fasanenstrasse, calle célebre por albergar arte. Ahí se encuentra, entre otros, el museo de la conmovedora artista Käthe Kollwitz. En lo alto de la esquina se posaron mis ojos en una placa conmemorativa que da cuenta de la estancia en la que Musil escribió El hombre sin atributos. También entré en la Literaturhaus, frecuentada por tantos escritores. Me senté a una mesa de la terraza del silencioso jardín. La presencia de Kertész a mi lado parecía intensificarse. No era la primera vez que visitaba ese espacio de atmósfera literaria. Sin embargo, todo me hablaba con la voz de Kertész, como si nunca antes hubiera estado yo allí.
 

No se puede saber nada de la muerte, salvo cuando mueres, pero entonces, ¿de qué vale ese saber? me decía él. En la juventud mantenemos una relación dramática con la muerte, continuó hablando. Luego, añadió, establecemos una relación filosófica con ella y después, en la vejez, se convierte en una simple cuestión práctica. Hay que llegar a viejo, pensé, para experimentar sus palabras en carne propia. Me acordé de pronto del cáncer con metástasis de Magdi y de cuando él, sobrecogido, la oía respirar con dificultad en la cama. ¿Habrá sobrevivido a su marido? Yo sabía que a él le pesaba menos morirse que abandonarla. “Todo es más fácil para el que no ama”, me soltó Kertész, como si hubiese leído mis pensamientos.

 

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


viernes, 19 de agosto de 2016

'EL OLVIDO DE BRUNO' , DE EDGAR BORGES


El olvido de Bruno, novela de Edgar Borges publicada en Ediciones Carena -Barcelona 2016-, narra con ingenio, valentía y sin afectación el viaje vertical de un hombre enfermo de olvido que intenta narrarse . 



"Vivir para detener un mal de memoria. Acudir a la imaginación para verter de contenidos los vacíos de la mente. La realidad solo existe en el microsegundo. La imaginación sobrevive a la memoria."

"Si de la ficción surgió el laberinto, de la ficción tendría que surgir una salida."

                                              
                                             El olvido de Bruno.-


                               

miércoles, 29 de junio de 2016

`LEY MATINAL´, DE ISABEL MORENO GARCÍA




En Ley matinal, colección de ficciones breves  y cóncavas, se celebra la temporal eternidad encerrada en cada instante. La mirada del yo narrativo múltiple de este libro parece demorarse con amor en la contemplación, así como en el homenaje a la amistad, los encuentros amorosos, la belleza, el arte y la literatura. Los objetos y la naturaleza hablan su propia lengua, tan parecida a la de los pájaros.
Ajena a toda afectación, la narrativa poética bellamente austera de Isabel Moreno se desliza sin hacer ruido por pasajes de la realidad y vivencias, que, repensados de otro modo, cobran nuevos sentidos.



                                              

                                              



Ley matinal. Isabel Moreno García. Editorial Plaza y Valdés. Madrid, 2016.

SENTIDO DE LA POSIBILIDAD


Tardewski es un personaje de la novela Respiración artificial  escrita por Ricardo Piglia. En un momento determinado del libro le cuenta a su interlocutor Renzi una historia tan sencilla como fascinante. Estuvo una vez internado en un hospital, dice. Inmóvil, sin poder valerse de su cuerpo, le acompañaban en una gran sala blanca y echados en una hilera de camas otros inválidos. Sometido al tedio, a la monotonía y a la introspección, se sentía como en una cárcel. Una sola ventana había al fondo donde Guy, uno de los tantos enfermos, tuvo la suerte de yacer en esa parte del cuarto. Desde allí, incorporándose un poco, podía mirar hacia afuera, ver la calle. Era el único que tenía acceso a un mundo distinto al desolado espacio entre aquellas cuatro paredes que habitaban. Se aferraba con desesperación a lo que veía, mientras se lo contaba a los demás enfermos. Una plaza, agua, palomas, gente que pasa… Un verdadero espectáculo. Los enfermos detestaban a Guy por ser un privilegiado. Soñaban con su muerte para poder sustituirle.

Llegó el día en que murió y Tardewski consiguió, tras complicadas maniobras y sobornos, ocupar el sitio anhelado al final de la sala. Descubrió de pronto que desde la ventana solo se alcanzaba a ver un muro gris y un fragmento de cielo sucio. Nada más. Sin embargo, también él comenzó a contarle al resto de enfermos sobre la plaza, el agua, las palomas y el movimiento de la gente en la calle. Eso le confiesa a su interlocutor Renzi, quien lo interrumpe con su risa. A la pregunta de por qué se ríe responde este que el relato que ha escuchado le parece una versión de la caverna de Platón. Cómo no, le dice Tardewski, “sirve para probar que en cualquier lado se pueden encontrar aventuras.” Inventarlas, pienso yo después de leer la historia. Al fin y al cabo, en la vida ocurre todo aquello que seamos capaces de imaginar.

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


miércoles, 15 de junio de 2016

LA PACIENCIA DEL GRITO

                                                         Imagen de Pedro Guerra



Resulta inimaginable el momento en que los familiares y amigos de los refugiados reciben la noticia de un nuevo naufragio. Sus seres queridos, a veces una familia completa, se vieron  obligados a embarcarse. Ellos han quedado atrás, pero esperan que los huidos del hambre y de la guerra –de una muerte segura– todavía puedan salvarse.
 
Se enteran del hundimiento de un barco, otra vez un barco con seiscientos o setecientos refugiados, y es probable que intenten alejar de la mente la posibilidad de haber perdido a los suyos en el mar. Saben de la paciencia del grito antes de estallar, acostumbrados como están a mantenerse en vilo cuando se anuncia la zozobra de un nuevo barco. Sin embargo, la incertidumbre mata y el autoengaño parece funcionar solo como paliativo de un sufrimiento inevitable. ¿Acaso la espera en tales circunstancias no se vuelve desesperante?

Durante ese trecho que va de la noticia del naufragio al conocimiento de la verdad –si es que llegan a saberse todos los nombres de los muertos–, parece también probable que les asalte un único sentimiento, indefinible, en el que se confunden el pánico, la esperanza y el dolor.

En la lista de ahogados figuran de pronto los nombres de sus seres queridos y la nada se eleva del naufragio. A la perpleja incredulidad le sucede el grito de desgarro. Después, más pronto o más tarde, la ineludible aceptación de sus pérdidas. Con ella se divide entonces aquel único sentimiento. Ya no hay lugar para la esperanza y el pánico deja de tener sentido. Queda el dolor a secas y su mordida en un duelo muy largo, sufrido a título personal.

Mientras tanto, el mar seguirá trayendo relatos y leyendas fascinantes. Obras de arte, como un posible lienzo sobrecogedor inspirado en la tragedia de esos barcos. Expuesto el cuadro en la sala de algún célebre museo, será contemplado en detalle por miles de visitantes. Hombres y mujeres, indiferentes al calvario que viven los refugiados, que se emocionan con la inquietante belleza del arte.

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.