jueves, 31 de octubre de 2013

JOHN BANVILLE Y BENJAMIN BLACK



Admiro la relación paradójica que mantiene John Banville con su álter ego literario Benjamin Black. Ambos son el mismo escritor. Aunque firman con distintos nombres y sus personalidades son diametralmente diferentes, Benjamin Black es el Mister Hyde que lleva dentro el escritor irlandés. Mientras el primero sale por las noches y asesina gente, el otro se desvive concentrado en su despacho escribiendo.
En una entrevista se lamenta Banville de la rapidez con que publica Black sus novelas policiacas. Él, por el contrario, tarda años en escribir un libro. No parece extraño cuando el resultado son auténticas joyas literarias. De ahí su intento de mantener a raya a su álter ego. No debe inmiscuirse en su escritura de corte opuesto, por mucho que también escriba bien.
En alguna ocasión ha tenido John Banville que interrumpir una novela para trabajar en una nueva de Benjamin Black. Lo ha hecho temeroso y apenado por pensar que durante ese intervalo pudiera perder el hilo de la suya y después no lograr continuarla. Sin embargo, al mismo tiempo y para no volverse loco, aferrándose a la convicción de que eso no sucederá.
Al margen de posibles motivos personales ocultos en el curioso desdoblamiento de su personalidad, John Banville necesita de su hermano oscuro, como él lo llama. Es él quien le da la paga. "Últimamente me está fallando", ha declarado recientemente. "Espero que me saque las castañas del fuego, que para eso está".
Gracias a él puede entregarse plenamente a la creación literaria. Le exaspera, pero con suma generosidad respeta su propia firma y no se apropia de su identidad.
Me ha venido a la mente la admirable relación de John Banville con Benjamin Black después de haber estado reflexionando sobre el sinfín de personas que trabajan para otras.En concreto, hombres y mujeres a los que se les chupa la sangre sin que se les reconozca su labor.Una vez que sus nombres han quedado disueltos en la gloria que lleva la única firma de sus vampiros, se les arroja a la invisibilidad. Sin escrúpulos.

lunes, 14 de octubre de 2013

ADIÓS, RALKÓLNIKOV



Pobre Rodión Raskólnikov, protagonista de Crimen y castigo, novela de Dostoievski. Si hoy levantara la cabeza, se daría de bruces contra sí mismo. 
Quiso igualarse a los poderosos y cometió un crimen. Asesinó a una vieja corriente, aprovechando que estaba sola en su casa. No la mató por motivos económicos, aunque viviera abrumado en la miseria.

¿Por qué resignarse a seguir siendo un animalillo asustado, un piojo, como sus semejantes? Si los poderosos carecen de escrúpulos para triunfar, si a ellos les está permitido violar leyes y normas morales reservadas a la gran masa, ninguna otra iniciativa mejor para situarse a su altura que la realización de un acto heroico. Consumar un asesinato y convertirse entonces en un hombre como el gran Napoleón. Un héroe. 

Pobrecillo. Tuvo que cargar con el peso de un terrible remordimiento, rindiéndose finalmente en una confesión voluntaria. De haber tenido constancia de los cambios en el siglo XXI, cabe pensar que no habría ejecutado su crimen.

En la actualidad los poderosos continúan matando. Matan de hambre y desesperanza. Aniquilan vidas, ideas y sueños. En nombre de la justicia y los derechos humanos actúan bajo el manto de una legalidad que se pone de su lado. Sin embargo, hoy conquistan su rango de héroes mezclándose entre la gente corriente. En lugar de buscar la distinción frente al resto, se afanan en igualarse a cualquier Raskólnikov indefenso.  
Lejos del ideario del "napoleonismo", encuentran tiempo para realizar la compra y empujar el carrito en el supermercado. Asisten con vestimenta desenfadada a los eventos populares. Tocan la cabeza de los niños, cuando no la guitarra. Despliegan sonrisas o se muestran preocupados según las circunstancias. El objetivo: pasear sus aspectos de personas sin pretensiones y transmitir una imagen de líderes conectados a la realidad inmediata.

Saben que la mayoría ciudadana aprecia la llaneza y la cercanía. Desconocen, no obstante, que, en palabras del poeta W.H. Auden, "los rostros privados en lugares públicos son más bellos y sabios que los rostros públicos en lugares privados".

EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO LAS PALMAS.