miércoles, 9 de noviembre de 2011

EL ARTE DE NO TERMINAR NADA: SALTAR AL ABISMO PARA ALCANZAR DESDE ALLÍ LAS ESTRELLAS


Pienso en El viajero más lento. El arte de no terminar nada, libro de Enrique Vila-Matas, y me viene a la mente un caminante con sombrero y ligero de equipaje avanzando hacia delante. Un viajero entregado a un peregrinaje en línea recta hacia un punto imposible del infinito. Y no me parece extraño que me asalte tal imagen. Representa, en última instancia, ese viaje rectilíneo propio de la escritura de Vila-Matas que nos acerca siempre a nuevos abismos. Esta odisea sin retorno y sin meta es también una de las marcas importantes de El viajero más lento, un libro que reúne un conjunto de textos literarios selectos que, como se dice en la contraportada, configuraron el paisaje narrativo posterior de Vila-Matas. Incluye, además, dos magistrales piezas inéditas que profundizan aún más en las claves de su obra. Es precisamente lo que se dice en estos dos nuevos textos lo que nos lleva a los lectores a considerar la plena vigencia de los antiguos textos. Porque, de igual modo que, como se lee en El viajero más lento, no hay buenos libros totalmente acabados, tampoco los textos de Vila-Matas se quedan inactivos. Lejos de permanecer quietos, terminan saliendo disparados en distintas direcciones. De sus entrañas surgen entonces, nuevos textos y libros que siguen su propia trayectoria, como un niño que se desembaraza del útero materno para, con el tiempo, alzar su particular vuelo.
Solo las historias no bien contadas, escribe Vila-Matas, tienen final, son completas, pues nadie siente la tentación de volver a ellas. Es cuestión, por tanto, de desafiar todo cierre en las obras de ficción, dejarlas abiertas y desarrollar en ellas la idea de mundos posibles o paralelos. De este modo se subvierte la causalidad, desplegando una narración múltiple e infinitizada cuyo resultado son ficciones que se espejean y bifurcan incesantemente. De todo ello y más cuenta Enrique Vila-Matas en El arte de no terminar nada, texto en el que este escritor vuelve a mostrar su maestría de ensamblar citas de escritores que parecen nombrar su escritura. Es parte del arte de Vila-Matas: dándole voz a la escritura de otros autores de su familia literaria nos revela la suya propia. Irrepetible.
Los textos de El viajero más lento son ideas literarias en proceso. Se despliegan en un tapiz que, disparándose en todos los itinerarios posibles, acaban por volverse inagotables. No mueren, por consiguiente, una vez que han sido leídos. Por el contrario, empiezan justo a cobrar vida en ese instante en que los lectores activos vuelven a reinventarlos bajo la propia mirada. Guardan, así, relación con la visión de Vila-Matas sobre el libro no concluido como la obra perfecta de la que hablara Macedonio Fernández: la obra en realización, de modo que un libro será para el lector antes un lento venir viniendo que una llegada. Y finalmente, otros posibles libros de ese mismo libro.
El procedimiento de la escritura de Vila-Matas supone un desafío a eso que Marguerite Duras llama libros pudibundos, sin poso alguno, sin noche. También una manera de ir en contra de la corriente de escritores que, según Ricardo Piglia, se comportan como hombres de pocas palabras que se hacen tatuar frases. Escritores que llevan escrito en la piel todo lo que tienen que decir.
Vila-Matas es, por tanto, un experto en el arte de no terminar nada. En su obra parecen depurarse las puertas de la percepción que hacen ver las cosas a través de las estrechas rendijas de nuestras cavernas. Su literatura nos invita a lanzarnos al vacío para, como se dice en El viajero más lento, persuadirse de que eso podría quizá tener un sentido que incluso uno mismo ignorase. Es lo que parece hacer Vila-Matas cual águila que, como escribe Hugo von Hofmannsthal, no puede volar desde el llano y debe saltar al abismo para alcanzar desde allí las estrellas.  

jueves, 15 de septiembre de 2011

UNA VIDA ABSOLUTAMENTE MARAVILLOSA: UN SUEÑO QUE TERMINA POR ENCONTRAR SU FORMA.


Interrumpo, por un momento, la lectura, ya avanzada, de Una vida absolutamente maravillosa, de Enrique Vila-Matas, y tecleo impaciente ante la pantalla:

Vila-Matas es Vila-Matas, y basta.

Días atrás he leído en este libro suyo un texto en el que muestra su admiración por Echenoz y termina diciendo:

En realidad, bien mirado, Echenoz es Echenoz, y basta. Como la luna de Oscar Wilde en opinión de un Herodes que en `Salomé´, cansado de oír tanto desquiciado comentario poético en torno a nuestro querido satélite, sentencia: "La luna es la luna, y basta."

La luna es la luna, y basta. Pero también Vila-Matas es Vila-Matas, y basta. Vila-Matas irrepetible, que siempre ha buscado su originalidad de escritor en la asimilación de otras voces. Así procede también en Una vida absolutamente maravillosapracticando una literatura de investigación cuyo resultado es este magnífico y personal "libro de libros", tal y como se lee en las Notas del editor
No nos engañemos, sin embargo: Una vida absolutamente maravillosa no es solo un lugar de visita y evocación de escritores claves del universo literario. Ante todo es una obra que lleva la marca de la peculiar voz narrativa de Vila-Matas, fraguada en el seno de la más alta literatura. Porque como apunta Juan Villoro, Vila-Matas lee a los demás escritores hasta volverlos otros. Y a la inversa: Vila-Matas es, en sus propias palabras, no exentas de humor, "descaradamente los otros". Lo es, pienso, en la misma medida en que, leyéndolos, se distancia de ellos para fundar su propio estilo. Una particular narrativa en cuyo seno logra borrar, como un brillante fundidor de metales duros, las fronteras entre los géneros.
En Una vida absolutamente maravillosa descubro lo mejor de Vila-Matas. Ensayos selectos, se lee en el subtítulo de la portada. Así es, si se atiende a la noción vilamatiana de ensayo como un amplio espectro narrativo donde hay cabida para el diario, la autobiografía y la biografía inventada, el cuento, la digresión, las citas literarias... Cualquier escena de la vida cotidiana o episodio literario es motivo para la escritura de Vila-Matas. Su mirada parece ser la de un flâneur deambulando sin rumbo indistintamente por las calles y por las páginas de los libros. Un viajero sin planes prefijados cuya mirada imaginativa se entrega a lo que se le ofrece en el camino. Así es como me lo figuro, caminando en una tierra extranjera, dejándose llevar de la mano de sus sueños. Sueños, pienso ahora, que han terminado por encontrar su forma en Una vida absolutamente maravillosa. Testimonio de la vida concebida, en palabras de Rodrigo Fresán, como apenas ese espacio que transcurre entre una fiesta y otra y que se recorre, siempre, una vez alcanzada la velocidad de las cosas.