jueves, 26 de julio de 2012

LA SOLEDAD DEL LECTOR, DE DAVID MARKSON


Hay libros que son indecibles. Lo es La soledad del lector de David Markson, un conjunto de innumerables citas sobre el arte, la literatura, la vida. A la vez, es una novela -¿una novela?- en construcción con solo dos personajes -¿dos o uno solo que se desdobla en otro para relatar y contarse a sí mismo?- : el Lector y el Protagonista.


(Estoy envejeciendo. He estado en hospitales. ¿Tengo ganas de poner ciertas cosas por escrito?


El Lector es esencialmente el Yo en casos como ese. Sin embargo, se supone que en casi todos los demás casos no será de ningún modo el Yo.)  


Son palabras que se leen casi al comienzo de La soledad del lector. ¿Acaso entonces son tres los personajes de este libro o tres en uno: Autor, Lector, Protagonista?

Sea como fuere, el Lector, que ha llegado a un lugar porque en otro no tenía ninguna clase de vida, se queda a vivir entre libros. Bien en una playa o en un cementerio como estancias posibles. Lee y escribe fragmentariamente el mundo

(El mundo es mi idea)

mediante citas literarias y breves apuntes sobre artistas, escritores, la cultura, la soledad, el amor, la memoria, el suicidio, el envejecimiento, la muerte...
Escribe y lee. Lee y escribe. Mientras tanto, en el libro de Markson se va abriendo paso el Protagonista con los atributos - ¿o sin los atributos?- que le va otorgando el Lector mientras lee, mientras escribe, mientras se mira a sí mismo. 

(Con el Lector consciente de que todavía no ha concebido satisfactoriamente al Protagonista.)

Es un apunte que aparece casi al final de este libro. Y también antes y después:

(¿O es que de alguna extraña manera tal vez esté pensando en una autobiografía?

¿Puede el Lector forzar algo de todo esto?

¿O la memoria insistirá en desviar la imaginación?) 

En este caso, no parece ser la imaginación la que invente para presentarse como memoria, tal y como leemos en Aire de Dylan de Enrique Vila-Matas, sino la que se ve obstaculizada por la irrupción de la memoria, la cual le dificulta al Lector tomar una mayor distancia del Protagonista.

Apenas sabemos algo del Protagonista. Ni nombre ni lugar de nacimiento, ni edad exacta, ni si tuvo o no hijos, ni sobre sus mujeres, ni sobre su pasado o vida. Solo que ha estado gravemente enfermo y sigue estándolo y desconoce cuál será el último libro que leerá antes de morir.
Llegó solo, vive solo y morirá solo.

(¿Antes de ciertos amaneceres en la casilla, como un eco que el viento transportara desde la propia infancia del Protagonista, el gemido de un tren lejano?

¿Mitigando, tal vez, el recuerdo matutino del vacío del día anterior?

¿La expectativa de vacío del día que comienza?)

Esta novela -¿novela?-

(¿Una novela de referencias y alusiones intelectuales, por así decirlo, pero casi sin novela?)

concebida a modo de work in progress va dotando al Lector y/0 Protagonista de características a base de interrogantes que parecen cumplir la misma función de la que habla Vila-Matas en "¿Qué es lo que te importa?" Un mundo de interrogantes que entraña otros de posibilidades o realidades posibles.  
En el fondo, da lo mismo. En la ficción todo es posible. Lo importante es el estilo.

(¡Personaje! ¿Qué es el personaje? ¡Lo que importa es el tono!)

Un escritor es un hombre devorado por un tono, proclama Pascal Quignard en El lector, así como Flaubert escribe en la misma línea a Louise Colet una cita memorable que bien podría estar hablando de  La soledad del lector:

Lo que me parece hermoso, lo que me gustaría hacer es un libro sobre nada, un libro sin ataduras externas, que se sostuviese a sí mismo con la fuerza interna de su estilo, como la tierra se sostiene en el aire, un libro que apenas tuviera argumento, o, al menos, que fuese casi invisible, si esto es posible.  

Sobre La soledad del lector: El lamento de Portnoy, de Javier Avilés.
Anotaciones de Markson en El ayudante de Vilnius, de Enrique Vila-Matas.

miércoles, 25 de julio de 2012

VIAJE AL PROPIO CENTRO


En tiempos de austeridad tal vez podríamos aprovechar las vacaciones para hacer la maleta y quedarnos en casa. En lugar de preparar el equipaje para partir, hacerlo con objeto de permanecer de puertas para adentro con aquello que verdaderamente necesitamos y nos hace. Imaginemos, pues, ese pequeño rectángulo vacío y abierto de par en par en el suelo. ¿Qué meteríamos en su interior para viajar al propio centro?

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viernes, 20 de julio de 2012

GATA EN TRÁNSITO, DE TERESA ITURRIAGA OSA

POESÍA GATA EN TRÁNSITO de Teresa Iturriaga Osa


EDITORIAL ALHULIA, GRANADA 2011. Colección Palabras Mayores.

Próxima presentación septiembre en Donostia/ San Sebastián.
Librerías: Metrópolis / Elkar / Lagun/ Preste Juan / Idatz / Hontza



Prólogo de J. M. Caballero Bonald


“PASAJERA A BORDO DEL SUEÑO”

Tengo la impresión de que Teresa Iturriaga escribe poesía por lo mismo que necesita hablar con los demás. Quiero decir que su actividad como poeta está expresamente relacionada con sus cotidianos hábitos comunicativos. Basta con elegir un poco al azar alguno de los poemas que se reúnen en este libro para comprobarlo. Teresa Iturriaga ha ido elaborando Gata en tránsito como si realmente se tratara de un diario en el que fuera informando a sus lectores –o a sus oyentes- de las relaciones que mantiene con la vida que la rodea. Por ahí se filtra efectivamente una serie de confidencias y reflexiones que van poniendo de manifiesto la personalidad humana y literaria de la autora. Y por ahí se estabiliza un concepto general del acto de escribir que remite a la vez a una educación de delicados matices emotivos y a una sensibilidad de muy fervientes conexiones con lo que se entiende por vocación.

Hay en estos poemas un reiterado empeño de interpretación de la poesía misma. Elijo dos ejemplos entre otros posibles: “la poesía es una suerte de enfermedad”, o bien, “la poesía sobrevive frente a la barbarie”. Afirmaciones como estas exteriorizan bien a las claras uno de los principales objetivos de Teresa Iturriaga: el del trasvase a un cauce poético de las enseñanzas propias de cada día vivido. En Gata en tránsito se buscan respuestas a todo ese almacén de preguntas interiores. “Pasajera a bordo del sueño”, la autora usa unas formas escuetas, explícitas para narrar un mundo personal que tiene mucho que ver con la experiencia del paisaje. Abundan ciertamente en el libro las referencias a una flora y una fauna que constituyen de hecho el escenario de una poesía a la vez susurrante y extrovertida, no exenta a veces de secretas ramificaciones. Cuando Teresa Iturriaga escribe “Tú, túnel del yo”, está sacando a flote esa parcela de la expresión poética que precisa de ciertas dosis enigmáticas para ser más sugestiva. Gata en tránsito cumple sobradamente con esos atributos.

J.M. Caballero Bonald

jueves, 19 de julio de 2012

AH, ESA COSA LLAMADA IDENTIDAD


Qué cosa tan escurridiza es la identidad, reflexiono después de finalizar un comentario en un blog ajeno y asistir al momento final en que se nos pide identificarnos. Se nos muestra seguidamente una imagen con determinados caracteres en cursiva, sombreados y distorsionados, a fin de que los transcribamos en un espacio en blanco. Textualmente leemos antes: “Demuestra que no eres un robot”. Con otras palabras, se nos exige de esta forma verificar que somos seres supuestamente dotados de una identidad intransferible frente a robots que se puedan hacer pasar por nosotros.

¿Cómo probar entonces que nuestra firma nos identifica cuando el blog nos ofrece a continuación la modalidad de elegir una de entre varias identidades bajo las que revelarnos? Se puede elegir firmar con un nombre inventado o con el propio nombre, cuestión que también en este último caso solo remite a la máscara detrás de la cual no hay nada más que lo que los demás quieren ver. No otra cosa distinta a la máscara es la propia identidad, pues como expone Witold Gombrowicz en su libro Ferdydurke, uno es siempre para el otro que nos imagina. Escribe:


Existo de manera definida solo gracias a alguien y para alguien. Existo en cuanto forma, a través del otro.


Y no solo debido a las convenciones que impone un determinado contexto social, añade Gombrowicz, sino porque sobre la base de las relaciones accidentales entre los humanos nace igualmente la forma, a menudo inesperada y absurda.
Nada somos, pues, sin la máscara o la forma que sirve para que los demás puedan vernos, sentirnos y experimentarnos. La identidad no es, por tanto, sino la propia imagen que se forma en el alma ajena, aunque esta alma sea cretina. En palabras de Juan Lancastre, uno de los protagonistas de Aire de Dylan, novela de Enrique Vila-Matas:


Uno nunca sabe quién es. Son los demás los que le dicen a uno quién y qué es. Te explican tantas veces quién eres y de formas tan distintas, que al final uno acaba por no saber en absoluto quién es. Todos dicen de ti algo diferente. Incluso uno mismo está siempre cambiando de opiniones. Si a eso añadimos que uno se esfuerza por sorprender a los otros siendo varias personas al mismo tiempo, lo que en verdad acaba sucediendo es que terminamos no teniendo ni la menor noción de quién somos o podríamos haber sido.


La forma nos penetra y aprisiona desde fuera, pero también desde el interior. Irremediablemente todos somos actores, pues la máscara nos es consustancial, aunque se pueda rasgar en sus fisuras para intentar excederla.
Demostrar entonces en un blog ajeno que se es uno mismo supone, por consiguiente, un modo de confirmar que se es otro. A la vez, que somos varios que, según las circunstancias, realizamos operaciones supuestamente reservadas solo a uno mismo. Y en mayor medida, si se tiene en cuenta, como termina por percibirlo el joven Vilnius de Aire de Dylan, la imposibilidad de afirmarse como sujeto unitario, compacto y perfectamente perfilado. Anteriormente, a lo largo de la novela, Vilnius, obsesionado, ha buscado en vano ser él mismo y conocer la realidad última frente a la identidad múltiple de su padre. Pero a la postre toma consciencia, en palabras benévolamente irónicas de Vila-Matas, alusivas al fragmento célebre de John Donne, de que


Ninguno de nosotros era una isla, ninguno era algo completo en sí mismo, sino un fragmento del continente, una parte del conjunto de nuestra sociedad de aire.


Sociedad de aire y “aire de todas las máscaras”, tal y como se dice en Aire de Dylan, concebida la vida como “la farsa que todos debemos representar”.


Texto publicado en Anika entre libros en la sección Artiliteratura

http://libros2.ciberanika.com/desktopdefault.aspx?pagina=~/paginas/arti2012/arti313.ascxElisa Rodríguez Court - ArtiLiteratura © Ciberanika.com

"DECIR NOCHE" EN CANARIAS AHORA RADIO


Entrevista a Elisa Rodríguez Court sobre Decir noche.

Programa:  La Cafetera, en Canarias Ahora Radio.

Entrevistadora: Miriam Suárez

18.07.2012.


http://www.canariasahoraradio.com/entrevistas/c9b493a625ec91d793c1821084f52bb2.mp3




http://www.canariasahoraradio.com/entrevistas/c9b493a625ec91d793c1821084f52bb2.mp3

domingo, 15 de julio de 2012

ESTATUA CON OJOS, DE BERBEL

BERBEL REGALA UN POEMA A DECIR NOCHE


ESTATUA CON OJOS


Ha perdido el jardín



y halló los ojos tirados por los suelos.


Una mirada dispersa, ida, escapada,


robada por la luz y las cenizas del tiempo.


Pensó en Lord Chandos, en Emily, en Elisa,


en Franz, en Virginia y en Vila-Matas.


Lloró a la sombra de las quebradas de un cráneo de arcilla,


de unos siglos encajados en páginas marchitas.


Mientras, el horizonte mantiene la línea


en unos renglones arrancados a la vida.


Sabe de los silencios mudos, de los gritos sordos,


del desfallecimiento de la nada,


de los misterios de la creación literaria,


una sola metáfora apurada en sus pupilas,


una sola reflexión descuartizada en un cuaderno.


Siente los minutos de su reloj colgando su existencia.


Una estatua con ojos, pero nadie la ve.


BERBEL:

Filóloga, ceramista, directora y guionista de cine, ilustradora y fotógrafa, pintora, se considera a sí misma "alumna eterna" de la Escuela "Luján Pérez".

 
Ha sido miembro de la revista “La Plazuela las Letras”. Actualmente pertenece a la Asociación Canaria de Escritores Canarios (A.C.A.E.) y a la de Artistas Plástico Visuales (AICAV) y es colaboradora de la Sala Canaria de la Biblioteca Nacional de la Habana (Cuba).


Sus obras más representativas son: Apoemas del Alba Escarlata. (1984). Akras. (1982). Aziratum (1985). Cachos. (1999). La Grecia que hay en mí. (Premio “Tomás Morales” (1999), Reincidencias (2000), Ojos de Lienzo (2002). Los días quebrados (2003), Las mil y una. (Premio Internacional. 2005), Ínsulas encantadas, (2005), Código de Barras (2006), Mujeres de Palabra (2006). Los desiertos extraños (2006). Rojo sobre negro (2007). Relatos de biblioteca (2007). Mein Lesbisches Auge 6. Konkursbuch. Germany. (2007). Que suenen las olas (2007). Meridiart (2008) y Casa de la Cultura de La Isleta (2008). Los relatos del taller (2008). Antología de microrrelatos (2008). Los caminos del agua (2008). Voluntad y Palabra (2009), Poetas Canarios en Buenos Aires (2009), Antología de microrrelato y relato corto (2008), Los mundos de la minificción (2009) y El ojo narrativo (2009).


Ha sido antologada en: Poesía en Canarias en viva voz. La voz de los poetas (1998 – 2002), Ilimitada voz. Antología de Poetas Españolas, (1940-2002), Escritoras Canarias del Siglo XX, Desde su ventana, Antología de Poetas Canarias del siglo XX y Acantilado y Silencio.

domingo, 8 de julio de 2012

EL OÍDO CERCA DEL CORAZÓN (FRAGMENTO DE DECIR NOCHE)





Imagen tomada por Karla Olvera http://karlatone.canalblog.com/


FRAGMENTO DE DECIR NOCHE, DE ELISA RODRÍGUEZ COURT



EDITORIAL EUTELEQUIA, MADRID 2012




31.- EL OÍDO CERCA DEL CORAZÓN (pág. 89-91)


      Lord Chandos camina por el jardín de estatuas sin ojos. Lleva los ojos bien abiertos y el oído predispuesto a captar el sonido más triste, y más dulce, y más loco. El silbido que emiten las aves en el final supremo de la noche.
     
Se ha hecho muy tarde y pasea a solas por un sendero de tierra a cuyos lados se alzan las estatuas como sombras. Lleva entre las manos un libro de poemas que lee con atención. Ignora que su autora es Emily Dickinson, poeta que le espía desde la ventana de su cuarto. Unos versos parecen hablarle de la muerte. Camina sin rumbo, hechizado ahora por el recuerdo de sus muertos, ya en la distancia cruelmente más queridos.
     
Le ha contado en la Carta a su amigo que tiene una rareza, una mala costumbre. Padece la enfermedad bartleby cuyo nombre desconoce y que nombra a los escritores que renuncian a la escritura.
     Pobre Lord Chandos Bartleby, tan dolido y agradeciendo a su amigo el aforismo de Hipócrates como regalo de consuelo:



Quienes aquejados por una grave enfermedad no sienten dolores, están mentalmente enfermos.


      El Lord confiesa a Bacon en su misiva que, a sus veintiséis años, no se reconoce en su misma persona que escribió en el pasado tantas obras. De los trabajos que pudieran esperarle en el futuro le separa el mismo abismo insalvable que de aquellos que ha escrito y le resultan tan ajenos que duda en considerarlos de su propiedad.
     
Veo caminar a Lord Chandos y su estado me recuerda al jinete de un soneto de Shakespeare, un hombre que decide partir de su ciudad. En la medida que avanza en su viaje va descubriendo que se dirige hacia la pena dejando la alegría atrás.      Al Lord le aguarda al frente la misma pena que, mientras camina, va dejando a sus espaldas.
     
Se abre paso en la oscuridad del jardín y de pronto se detiene ante una estatua mutilada por el paso del tiempo. Recita mentalmente:


               Cómo sería tu cabeza, tu mano
               lo que fue carne tibia, vestidura del alma
               y luego piedra silenciosa.
               Ahora la mano ya no está en la piedra.

               Y la cabeza fue limada, desfigurada y corroída
               por el agua que la albergó durante siglos.  
              ¿Cómo serías?


      Son versos de José Hierro. Conmovido, se ha hecho un lío y continúa evocándolos en desorden.


               Jamás podrá la piedra
               albergar un soplo de vida. 
              Y entonces, dónde ha ido tanta vida,
               
dónde está tanta vida que la piedra
               no puede contener, 
              no puede imaginar y transmitir.   
              Tanta vida que fue la salvadora
              del olvido y la nada,  
             ¿Habrá muerto contigo?
             ¿Quién puede congelar en estatua una vida?


      Prosigue su camino. Escucha los sonidos de las aves nocturnas y sus pensamientos retornan a sus muertos. Interrumpe su marcha en el vacío de la noche, abre el libro de poemas de Emily Dickinson y relee unos versos:


               Un oído es capaz de hacer pedazos
               el corazón del hombre
               con tanta rapidez como una lanza. 
              Ojalá que el oído no estuviera
              tan peligrosamente cerca del corazón.


      Se siente cada vez más estremecido. Toma asiento en un banco donde descansa un texto de Enrique Vila-Matas, cuyo título, Me senté y lloré, hace brotar de sus ojos unas pocas lágrimas contenidas que seca rápidamente con una de sus manos blancas.

 

sábado, 7 de julio de 2012

SERÁN MUCHAS LAS HOJAS, RAÍZ HAY UNA SOLA


Julian Barnes ha escrito un libro sobre la muerte titulado Nada que temer. Como si quisiera consolarse a sí mismo, escribe en una de las páginas:

La gente dice de la muerte: No hay nada que temer. Lo dice rápidamente, con indiferencia. Ahora digámoslo otra vez, despacio, recalcando: No hay NADA que temer.

Sus pensamientos desembocan en una cita de Jules Renard:

La palabra más verdadera, más exacta, más llena de sentido es la palabra "nada".

Julian Barnes escribe de la muerte de artistas, sobre todo escritores y compositores. En su libro resuena una y otra vez el nombre de Ravel. También el de Stravinski, quien fue a ver el cadáver de aquel antes de que lo metieran en el féretro. Una expresión de gran majestad fue su descripción de ese cadáver vestido solo de negro y blanco. Y Barnes concluye:

Ahí terminaba la grandeza de la muerte.

El proceso de enfermedad de Ravel duró cinco años. Padeció una forma de atrofia mental que le llevó a perder lentamente sus facultades motoras y mentales.
Barnes recuerda la escena en que Ravel fue a una grabación de su cuarteto de cuerda y, sentado en la sala de control, ofreció diversas sugerencias de cambio en la pieza musical. No quiso volver a escuchar el cuarteto entero después de efectuar todas las correcciones, quedando el estudio contento de que la sesión transcurriera tan rápidamente.
Al final Ravel se volvió hacia el productor y exclamó:

Es realmente muy bueno. Recuérdeme el nombre del compositor.

Ravel murió, con la cabeza todavía envuelta en las vendas del hospital, diez días después de que los médicos optaran por abrirle el cráneo y comprobar que la lesión era amplia e irreparable. Dedicó su vida a la música. Por tanto, su necrológica podría haber sido la misma, aunque referida al arte de componer, que propuso Faulkner para el escritor:

Escribió libros y después murió.

Escribe Barnes que quizá Stravinski recordara temeroso en la suma vejez la muerte de varios amigos que perdieron la memoria antes de descansar definitivamente. Por eso llamaba desde la habitación a algún miembro de la familia y cuando le preguntaban qué necesitaba, él contestaba:

Que me confirmen mi propia existencia.

La confirmación podía llegar entonces en forma de un apretón de manos, un beso o la audición de una pieza favorita.

En el libro de Julian Barnes desfilan artistas diversos. Se comenta sobre su actitud ante la muerte. Tanatofóbicos de toda índole y otros que desean o creen estar preparados para asistir a su propia expiración.
Arthur Köstler ha expuesto en su obra que la inminencia de la muerte genera habitualmente autoengaño:

La incredulidad ante tu propia muerte crece en proporción a su proximidad.

Dice que la mente se vale de mecanismos para alejarse del pensamiento de la muerte. Así es capaz de dividir en dos mitades la conciencia para que una de ellas examine fríamente lo que la otra está experimentando. Esta idea se sitúa en la línea de otra muy aguda aportada por Freud:

Es, en efecto, imposible imaginar nuestra propia muerte; y siempre que lo intentamos advertimos que de hecho seguimos estando presentes como espectadores.

Es lo que ocurre también en el caso de los escritores. Una cosa es morir y otra escribir sobre la muerte y reconocerse en la común condición mortal, tal y como hace el poeta W.B. Yeats en uno de sus poemas:

Serán muchas las hojas, raíz hay una sola;
Pasé todos mis días de juventud mendaz
al sol balanceando mis flores y mis hojas;
ahora la verdad me puede marchitar.

Su título: Con el tiempo llega la sabiduría. La sabiduría de que el tiempo se acaba, se podría añadir. O todavía más: La sabiduría asumida literariamente pero sin ni siquiera preguntarse cuántos poemas o páginas le quedan a uno por delante antes de morir. 

jueves, 5 de julio de 2012

DECIR NOCHE: PRESENTACIÓN EN EL CLUB LA PROVINCIA

Presentación de Decir noche en el Club La Provincia el 27 de junio 2012.
Intervinieron, además de la autora del libro, Eugenio Padorno, poeta, ensayista, profesor y escritor, y Berbel, escritora, profesora y poeta.   







miércoles, 4 de julio de 2012

GAUDEAMUS, DE LUIS ANTONIO GONZÁLEZ HERNÁNDEZ




Luis A. González Hernández, autor del libro de poemas Decirlo, ha dedicado un poema a Decir nochecon motivo de la presentación de este libro el 27 de junio en Las Palmas de Gran Canaria. 

GAUDEAMUS

(PARA ELISA)

Desde esa ventana intemporal,

hacia el jardín de tus ciegos visionarios,

se funden los paisajes interiores

en silencios

cargados de sentido;

palabras mudas,

aprisionadas o condensadas,

que vuelan, escapan o flotan,

hasta encontrarse, texto

y contexto, allá abajo,

creando -o recreando-

sombras y escenarios imposibles.


Un Prater de vida y fantasía,

dormida o ensoñada.


Por el bello milagro

de tu serena alquimia,

detrás de los barrotes

de ese espacio sin flores,

sin ojos,

quede dicha tu noche.


¡Dichoso te sea el día!

LG




Poema de Luis A. González Hernández en Decirlo:

IMAGEN RITUAL

Quebrantos en la noche cuelas
de almizcle y rosas,
néctar de humo marino
y ambrosía fundidos.

Sobre el dorado altar
de estrellas has dormido
esa pequeña copa
de alquimia y hielo.

Te incorporas y temo
que la brisa te toque
o arrebate.

Inmóvil te contemplo
sin saber qué decirte,
mudo jilguero.

(Decirlo, año 2011. ISBN: 84-614-7276-5. Diseño y maquetacón:    Susana Henríquez. Control de la edición: Ana Lola Betancor. Impresión: Pérez Galdós.)