miércoles, 27 de enero de 2016

ESCRITURA DIGITAL.





A propósito de Últimas noticias de la escritura. Sergio Chejfec. Editorial Jekill & Jill. Zaragoza, 2015. 


Termino la lectura de Últimas noticias de la escritura, excelente libro de Sergio Chejfec, y me acuerdo de unas palabras que pronunció José Saramago. Jamás una lágrima emborronará un correo electrónico, dijo este escritor en alguna ocasión. Con sus declaraciones parecía dolerse de la inmaterialidad de la escritura digital. Es probable que, de haber vivido más tiempo, Saramago habría pensado hoy de otro modo. Una vez que se han impuesto los procesadores de palabras, la escritura en ordenador no parece que sea menos próxima y envolvente.

El uso del procesador de palabras, escribe Sergio Chejfec, “es lo que mejor emula la escritura a mano en términos de plasticidad en el manejo del texto y también en términos de inmediatez.” Baste con recordar la máquina de escribir, apunta. Los problemas con la tinta y los errores y correcciones,  la cinta de dos colores, el mecanismo selector, las tabulaciones y espaciados, los ruidos, la presión de los dedos. Imposible olvidar todos los obstáculos que debían ser salvados con otros accesorios. Sin embargo, escribir en el ordenador se asemeja al “movimiento sutil de la mano cuando dibuja una letra sin pensarlo”. Resulta curioso, además, que la escritura digital intente solapar la ausencia de un sustrato físico. Como si pretendiese suplir una falta, imita el formato impreso.”La organización textual sigue siendo básicamente la misma que en el pasado: la palabra, la línea, el párrafo, la página.”

La escritura, entendiendo por ello incisión o marca sobre una superficie, pervive en un medio virtual para el que esa materialidad es una simulación. Representada idealmente en la pantalla del procesador, nos genera la ilusión de que nos pertenece. ¿O acaso alguna vez hemos pensado en el riesgo de un colapso y la consecuente eliminación de archivos?
“Esa condición flotante de la escritura sobre la pantalla me hace pensar en ella como poseedora de una entidad más distintiva y ajustada que la física.  Como si la presencia electrónica, al ser inmaterial, se hermanara mejor a la insustancialidad de las palabras y a la habitual ambigüedad  que muchas veces evocan”, dice Sergio Chejfec en Últimas noticias de la escritura, libro rebosante de ideas sugerentes.

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.

jueves, 21 de enero de 2016

`EL DETECTIVE AMAESTRADO´. SAMUEL RODRÍGUEZ NAVARRO.



ALGUNOS FRAGMENTOS DE EL DETECTIVE AMAESTRADO

"Nada me gustaría más que servirte un vaso de gazpacho que acabo de terminar de hacer, sí, a ti, que estás leyendo esto. Qué pena que todavía no se pueda uno bajar exquisiteces culinarias por la Red, que si pudiera, te mandaba un archivo encriptado con una fiambrera llena hasta arriba. Con su vinagre de manzana, no lo olvides."

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"La poesía no es solo eso. Es mucho más simple. Habla de ti y de mí, de lo que te ata al mundo y de lo que desprecias de él, de lo que sientes o de lo que podrías ser capaz de sentir, o de lo que nunca sentirás. En ocasiones leer un poema es como haberse tragado un espejo y mirar hacia adentro, a ver qué se refleja."

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"Como en tantas otras ocasiones, vienen unos versos a explicarme cosas de mí que ni yo mismo entendía."

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"Pero hoy sólo me salía pedir prestadas palabras a otros para hablar yo."

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El detective amaestrado. Samuel Rodríguez Navarro. Ediciones Idea. Canarias, 2009.-


viernes, 15 de enero de 2016

`OJALÁ OCTUBRE´, DE JUAN CRUZ RUÍZ




Ojalá octubre, libro cautivador de Juan Cruz Ruiz, nació de la última mirada del padre de este escritor. Desesperanza y claudicación mostraron esos ojos antes de apagarse del todo en el hospital. Se cancelaba así la búsqueda del paraíso en la tierra, sueño que siempre mantuvo vivo al padre. Entregado a su camión, la herramienta principal para llevar el pan a casa, sobrevolaba con su fantasía las calamidades. Era su modo de viajar muy lejos y de proteger a sus seres queridos, protegiéndose de la infelicidad. Tal vez por eso se le viera con frecuencia silente y con semblante melancólico, como escuchando voces venidas de otra parte. Incluso comía de lado, con las piernas fuera de la mesa, como si se estuviera yendo.
Es esa manera de estar y no estar a la vez lo que intrigaba a su hijo Juanillo, que regresa en Ojalá octubre. Juan Cruz narra en este libro cómo miraba de niño a su padre. Y dice: “Escribo para entenderle.”

Tal vez escriba también para adueñarse de su pérdida, en lugar de ella adueñarse de él. Supone, además, un modo de ponerse en contacto consigo mismo. La evocación del progenitor le devuelve, en cierta medida, su propia imagen de adulto. En una escena memorable del libro, muerto ya el padre, creyó verlo venir hacia él por un pasillo de la Redacción del periódico. En realidad era su propia figura caminando lo que se reflejaba en un gran espejo.

El título del libro, Ojalá octubre, procede de unas palabras que envió Truman Capote en la carta a un amigo. ”Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera octubre”, escribió. Se sintió feliz por un momento y lo dejó escrito. El padre de Juan Cruz ansiaba la eternidad de un instante feliz. Buscó el inexistente paraíso, perdido de antemano. De ahí, quizás, su carácter melancólico. Sin embargo, soñar el paraíso es una manera de vivirlo.
La escritura le ha permitido a Juan Cruz darle forma a esos sueños paternos que expresaban lo que de niño él sabía pero aún no lograba decir. Las bellas e inquietantes reflexiones que suscita su libro no dejan indiferente, desde luego, a los lectores.

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


jueves, 7 de enero de 2016

`DIME QUIÉN FUI´. EN LOS CONFINES DE LO NARRABLE. POR ISABEL VERDÚ.


                                                                                                                       

¿Qué sucedería si un padre a quien apenas conocemos, un padre prófugo y desaparecido desde la infancia, reapareciera en el momento de su declive para reclamar nuestros cuidados? ¿Sería fácil zafarse de ese imperativo moral que nos impele a cuidar de nuestros mayores? ¿No sentiríamos cierto grado de curiosidad o apego que nos impediría enviarlo por donde vino? ¿Y qué repercusión podría alcanzar esta llegada a nuestras vidas, como una mancha que se va extendiendo imperceptiblemente?
A estas premisas parece responder Dime quién fui, de Elisa Rodríguez Court (Canarias, 1959), un relato nada estandarizado sobre el declive físico y mental de una persona, y sobre todo, sobre la vivencia que ello supone en su hija mayor, la única que decide cuidarlo y acompañarlo a pesar de los pesares. El viejo está aquejado de Alzheimer y su comportamiento resulta incongruente desde el origen, cuando reaparece ya anciano (nunca llega a saberse mucho de su vida anterior, desde que se fugó del domicilio familiar dejando a mujer e hijos pequeños) hasta su fin (donde su capacidad de expresión y reconocimiento va despedazándose por momentos.) Rodríguez Court nos hace transitar por ese camino sinuoso y sombrío hacia la muerte, en un marco muy peculiar, ausente de sentimentalismos, puesto que el que se va es alguien que nunca estuvo del todo tampoco, ni en presencia ni en la conciencia .“Él es y no es mi padre”, afirma la narradora, y por ello el afecto tampoco está de manera palmaria, como tampoco el odio.

Se trata por tanto de un relato mortuorio pero desapegado; una penetración en el día a día de la enfermedad pero sin lírica ni épica ni catarsis. “Este hombre arruina mi vida”, afirma sin reparo; “huelo a viejo, digo entre dientes, y de inmediato me siento culpable.” Sobre todo, quedan siempre en la sombra los motivos por los que se ocupa de él, que van desde la curiosidad, la necesidad de reconstruir un padre, hasta otros más oscuros:
“Ahora soy yo quien lleva las riendas de su vida. Me he convertido en su dueña y a él le corresponde obedecer. (…) creo estar ejerciendo algún tipo de venganza”.
Y precisamente por esa falta de convencionalismos se hace el relato certero: huele a la complejidad de lo real; transpira por todos los poros ambivalencia crepitante: la contradicción asombrosa, desnuda, que late en el centro de toda experiencia límite.
“¿Quién escribió que la creación literaria ilumina zonas de lo real a medida que va dejando otras a oscuras?”, se nos invita a pensar.
Dicho efecto de ambivalencia se consigue mediante la peculiaridad del argumento, pero también mediante una forma literaria exigente y bien trabada. En primer lugar, el discurso narrativo se erige en presente, lejos del tiempo del pasado que es el propio del relato construido, como indicaba Barthes en El grado cero de la escritura, de manera que se consigue un efecto mayor de realidad, que se va abriendo a sí misma como una revelación del instante, en su veracidad y falta de artificio. De este modo nos hace partícipes de la realidad “bárbara, muda, sin significado”, como nos sugiere de un modo abiertamente vilamatiano, pues dichas citas procedentes de Chet Baker piensa en su arte u otras obras de Vila-Matas se injertan con naturalidad en la novela formando parte del texto mismo, diríase que robándoselas al propio autor, del mismo modo que haría él mismo.
En segundo lugar, el discurso se entrevera de un haz variado de citas, no siempre relacionadas directamente con la trama, pero sí con un matiz de la emoción o del pensamiento; citas de autores de gran voluntad literaria como Julian Barnes, Sergio Chejfec, Carlos Skliar, John Banville, y, por supuesto, Enrique Vila-Matas.

                                                                    
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martes, 5 de enero de 2016

`PIERNAS FANTÁSTICAS´, DE RICARDO REQUES

Adeshoras


“Quien realmente me importaba no era ella, la amada, sino yo mismo, el que amaba. ¿No es siempre así? ¿Acaso el amor no es el espejo de oro bruñido en que contemplamos nuestros relucientes yoes?”

                                John Banville. Imposturas.

“La belleza quizá está en la exageración de las formas cotidianas que amamos. Creo que prefiero el reflejo a la realidad”.

                               Ricardo Reques. Piernas fantásticas.

Son diecisiete los relatos que componen Piernas fantásticas, libro de Ricardo Reques. Recién publicado por la editorial Adeshoras, contiene ilustraciones sugerentes de Soledad Velasco. Las imágenes de la cubierta del libro son también de esta pintora e ilustradora.

Las piernas de mujeres, presentes en los cuentos, se vuelven un motivo que insinúan otras cosas. Suelen ser fascinantes y, como todo objeto bello, producen en los observadores tanto atracción como espanto. La belleza, se sabe, es la última barrera del horror. Las piernas se muestran cargadas de un conjunto amplio de significados potenciales a desentrañar. Símbolo de la sensualidad femenina y del afán de posesión de la mirada ajena, nombran con frecuencia una ausencia o una falta. Despiertan en los personajes del libro sentimientos encontrados. En los relatos asoman el sentido de fragilidad, la culpa, la tristeza, el alivio, el consuelo y desconsuelo, la envidia y los celos, el placer y la felicidad.
Adeshoras

Eros y tánatos se dan la mano en los relatos. A veces literalmente, como ocurre, por ejemplo, en El secreto de Tramell, primer cuento del libro que recuerda la figura de la mantis religiosa capaz de devorar a su compañero durante o después del apareamiento. Otras veces se muere de amor por una pérdida real o imaginaria. Es el imaginario el lugar donde transcurre la mayoría de las acciones. Por eso también se pierde lo que nunca se ha poseído realmente, así como se producen muertes dulces. En Piernas fantásticas parece insinuarse que el deseo o la realización del amor pasa factura. Se paga una prenda, porque tener es asimismo perder. Sucede, a modo de botón de muestra, en el cuento La loba, en mi opinión, uno de los mejores, junto a El saxofonista de la calle Preciados y Dedicatoria. Con referencias implícitas a Shakespeare y a Macbeth, su atmósfera inquietante se asemeja, además, a ciertos relatos de Joseph Conrad. Su protagonista se sumerge en un viaje al fondo de la noche. Desea conquistar a una joven inmortal extremadamente bella y termina recibiendo, a cambio del amor correspondido, el peor de los castigos.

Piernas fantásticas
contiene un amplio abanico de reflexiones filosóficas, pero persigue sobre todo la idea de la belleza. ¿Por qué seducen las piernas de las mujeres?, se pregunta uno de los personajes. Recuerdan a la tentadora serpiente del paraíso terrenal, piensa. Es una respuesta cautivadora, pero a la vez tan solo una contestación entre otras tantas posibles. No en vano escribe con cierta ironía Ricardo Reques que “siempre podemos inventar explicaciones para lo que no entendemos.”


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