viernes, 28 de diciembre de 2012

DILEMA


La vida nos sitúa constantemente ante dilemas que nos reclaman un posicionamiento personal. Elegimos entonces en base a nuestros deseos o convicciones. Sin embargo, nuestra elección deja de ser libre cuando se trata de dilemas maquinados por otros en su propio beneficio.
Ocurre con frecuencia en la actualidad. Un solo ejemplo: supongamos que a una persona le ofrecen un puesto de trabajo. Está en paro y ha de decidir si acepta un salario mísero y un horario laboral desmesurado o rechazar el empleo. Le quedará poco margen de elección, ¿no les parece, estimados lectores?

Son pensamientos que me han asaltado mientras leía una escena conmovedora de un relato de Danilo Kis contenido en su libro Una tumba para Boris Davidovich. Les comparto una escueta síntesis a modo de reflexión: Un hombre ha intentado actuar a lo largo de su existencia consecuente con su modo de pensar y de proceder, habiendo arriesgado su vida en varias ocasiones. Ahora, en plena madurez, se encuentra prisionero. Se le acusa de graves delitos que no ha cometido y se le intenta arrancar la firma para una falsa declaración que garantice su condena a la pena capital. El hombre, desesperado, cavila lo siguiente: “He alcanzado la madurez. ¿Por qué iba a estropear mi biografía?”

Sabe que, de toda formas, van a matarlo. Pero también sabe que mentir para rubricar su muerte tramada de antemano es traicionar el sentido que ha elegido para su vida. Soporta, por consiguiente, todo tipo de torturas, optando por mantenerse firme.

Sus verdugos deciden, como última artimaña, encararlo cada día con un nuevo joven al que amenazan con matar al momento si el hombre no firma de inmediato. Tras la matanza del primer joven, el hombre es consciente de que ya su propia defensa no le afecta solo a él, sino que abre la puerta a otros asesinatos de seres inocentes.
¿Qué hacer? ¿Debe mantenerse en la verdad o sucumbir a la trampa para evitar más crímenes? Envuelto en un trágico dilema urdido por sus verdugos, ¿le corresponde a él, estimados lectores, resolverlo?

Fuente: El Quinqué. La Provincia-Diario Las Palmas

sábado, 22 de diciembre de 2012

SOCIEDAD LETAL


Tres años antes de suicidarse cuenta Sándor Márai en una entrada de su Diario de 1986 que fue a una tienda estadounidense para comprarse un revólver. Rellenó el formulario de la policía y el vendedor le entregó la pistola, empaquetada con esmero, además de 50 balas.

Cuando le advirtió que no iba a necesitar tanta munición, el vendedor se encogió de hombros y contestó con indiferencia que eso nunca se sabe.

Dice que en el establecimiento se exponían toda clase de armas, escopetas de caza, fusiles ametralladores. "En América todos los ciudadanos tienen derecho a ir armados", escribe Márai, y relata su viaje en taxi de vuelta a casa. El chófer le pregunta qué ha comprado y asiente al saber que se trata de un revólver. "Siempre viene bien", le dice.

En otra entrada del mismo Diario escribe Márai sobre el derecho a la tenencia de armas de fuego, garantizado por la Constitución estadounidense. Cuenta que un folleto anuncia que en ese momento hay 120 millones de armas en propiedad de particulares. También habla de las clases didácticas sobre cómo se manejan las armas. Escribe: "Los alumnos escuchan atentos y en silencio. Las clases para matar, o mejor dicho, la enseñanza reglada para impartir la técnica de matar y suicidarse, constituyen un extraño ejemplo de dónde vivimos y qué valor tiene la vida en este país."

Me vinieron a la mente estas notas de Sándor Márai de hace casi 27 años cuando me enteré de la terrible matanza en la escuela primaria de Estados Unidos.

"¿Por qué, por qué?", gritaba desesperada una mujer a la entrada de la escuela.
"¿Por qué, por qué?", se pregunta también Edipo en la obra de Sófocles en su intento de averiguar quién es el culpable de la peste que asuela la ciudad. Mientras este se comporta como un detective que durante la investigación descubre que el culpable es el propio detective, porque nadie es inocente, Estados Unidos se afana en diseñar un perfil patológico para el asesino y así poder explicar el móvil de la masacre.

Fuente: El Quinqué. La Provincia-Diario Las Palmas

jueves, 20 de diciembre de 2012

jueves, 13 de diciembre de 2012

LA TÍA DE MO YAN


Los periodistas fueron con sus cámaras a China para conocer in situ la extensión social y familiar del Nobel de Literatura Mo Yan. Querían inspeccionar esa "dimensión horizontal", tal y como denomina Reiner Stach a lo que forma parte de la vida exterior de las personas. ¿Habrán descubierto los periodistas que también Mo Yan tiene que comer y hacer la digestión como el resto de los mortales?


Si en el pasado un puñado de periodistas se hubiesen tenido que desplazar a la Praga de Kafka, ¿qué podrían haber dicho de la vida de este escritor que confesaba pasarse la mitad del día en la cama o en algún sofá, apático y soñando lejano? Nada que se relacionara con lo que escribía y dejaría en la posteridad sin aliento a tantísimos lectores. Entre otros motivos, porque el arte de los escritores se despliega interiormente o, como dice Stach, en una "dimensión vertical".
En esta puede penetrar el paisaje social, pero es la ficción literaria el ámbito desde el cual los duendes internos de los escritores se encargan de recrearlo.

Sobre la diferencia entre realidad y literatura debe de saber bastante la tía de Mo Yan. Cuenta este en su reciente discurso, con motivo de la aceptación del Nobel, que en Rana, su última novela, aparece la figura de su tía y que ahora muchos periodistas han ido a su casa para entrevistarla. Al principio mostró mucha paciencia en las entrevistas, pero después no lo soportó y se escondió en casa de su hijo.
Mo Yan distingue entre su tía real y la literaria. A la segunda le dio el nombre de la primera, modelo que inicialmente inspiró su novela. Pero ambas son diametralmente distintas. La tía real es alegre, encantadora y feliz, mientras la literaria parece un miembro de la mafia y una loca que vaga en la noche como un fantasma.

La tía de Mo Yan no se enfadó cuando supo cómo él la había descrito en Rana. Ha sabido entender la compleja relación entre los personajes literarios y las personas reales.

Fuente: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA/ DIARIO LAS PALMAS

lunes, 10 de diciembre de 2012

NOTAS SOBRE EL AMOR. VISIÓN DE ALGUNOS ESCRITORES.


TEXTO PUBLICADO EN REVISTA DE LETRAS

“En toda mujer hay una emanación de flor y de amor”. Con esta frase comienza Chateaubriand Amor y vejez, una meditación delirante, desgarradora y lúcida sobre la patología de la pasión.


Este escritor ha superado los 60 años y, después de haber atesorado a lo largo de su vida un sinfín de conquistas femeninas, rechaza en este libro a una joven que se le ofrece. Sabe que los iguales se buscan y, sabiéndose viejo, advierte de antemano el estrepitoso final de una posible relación amorosa con ella. Escribe:

Flor encantadora que no quiero coger, te dirijo estos últimos cantos de tristeza; los oirás solo después de mi muerte, cuando haya unido mi vida al haz de las liras rotas.

Entre otros motivos, señala que lo único que ella podría amar en él es una quimera que la realidad hará desvanecerse. Lo dice porque se siente acabado y ya no digno de ser objeto de pasión. Pero no solo por eso. También él duda de poder amarla.

Sí, es mi forma de ser. ¿Y acaso querrías ser abandonada por un viejo? Oh, no, joven encanto, ve al encuentro de tu destino.

Prefiere que ella huya rodeada de los celos y deseos que él siente. Opta por debatirse con el horror de sus años y el caos de su naturaleza, en la que, según añade, el cielo y el infierno, el odio y el amor, la indiferencia y la pasión se mezclan en espantosa confusión.
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jueves, 6 de diciembre de 2012

LA LINTERNA


En la cafetería contemplo a una mujer. Está sentada sola en la mesa de al lado y hunde su mirada en un libro. Apenas se mueve. La espío un buen rato. ¿Por qué se demora tanto en volver la página? Recuerdo, de pronto, un pasaje de Los apuntes de Malte Laurids Brigge de Rilke. En él cuenta Malte que de pequeño estaba de rodillas en la butaca para alcanzar la altura de la mesa sobre la que dibujaba. Era de noche y la única lámpara de la habitación era aquella que alumbraba sus hojas y el libro que leía junto a él su mademoiselle. Dice Malte:

Ella estaba muy lejos cuando leía, y yo no sé si era en su libro; podía leer durante largas horas, volvía raramente las páginas, y yo tenía la impresión de que bajo sus ojos las páginas se hacían sin cesar más llenas, como si su mirada hiciese nacer allí palabras nuevas, ciertas palabras que ella necesitaba y que no estaban allí. Imaginaba esto mientras dibujaba.

 
La mujer de la cafetería, ensimismada, sigue sumergida en su libro. Motivada por las palabras de Malte, pienso que está leyendo otro libro, el suyo propio, del mismo libro. Entonces me acuerdo de la escena de Anna Karenina viajando en un tren, descrita por Tolstói. Ella se acomoda en su asiento, se pone entre las rodillas un almohadón, cubre sus piernas con una manta, pide la linterna a su criada, saca de su bolso un cortapapeles y una novela, y se entrega a la lectura. Sobre esta escena ha escrito Enrique Vila-Matas:

Asocio la linterna de Anna con aquella peculiar luz propia, cuya necesaria existencia percibiera Paul Valéry cuando en sus Cuadernos consideró plausibles un tipo de obras que contaran con la iluminación propia del lector, es decir, un tipo de obras escritas sin pensar en darle algo a quien lee, sino, al contrario, pensando en recibir de él.

Obras hechas "para recibir un sentido, y no sólo un sentido, sino tantos sentidos como pueda producir la acción de una mente sobre un texto."

Fuente: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA/DIARIO LAS PALMAS

domingo, 2 de diciembre de 2012

TRENDING TOPIC


Cualquier imbécil puede convertirse de la noche a la mañana en un héroe. Si logra ser trending topic, quedará encumbrado, no importa que solo brille por un instante. En Twitter encuentra la certeza de su éxito, medido por la circulación desbordante de infinitos tuits que llevan su nombre en esta red social. Da igual la calidad del contenido del mensaje. Lo que cuenta es el número de veces que este es retuiteado hasta situarse a la cabeza del ranking.

Cometer la mayor estupidez o el mayor desastre, pegarse el chiste más imbécil o la mentira más insólita puede ser motivo de trending topic y, por consiguiente, de reverencia. El triunfo de la banalidad está garantizado.

Sucede lo mismo en ámbitos más generales. Una pésima serie televisiva, un horroroso programa de radio, un mal llamado libro de literatura e incluso un infame político pueden convertirse en trending topics y, en consecuencia, ser elevados a los altares.

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martes, 20 de noviembre de 2012

SOBRE LA MUERTE. ALGUNAS VOCES DE ESCRITORES.


“A lo mejor todo lo que nos ocurre en la vida no es más que una larga preparación para abandonarla”, proclama Max Morden, narrador y protagonista de El mar, novela de John Banville. Su esposa Anna ha muerto después de una larga enfermedad y él decide finalmente recluirse en el pueblo costero donde veraneaba de niño junto a sus padres. A propósito de la pérdida de su mujer, la experiencia del reencuentro con su pasado más remoto se verá salpicada de un puñado de reflexiones sobre la vida, la enfermedad terminal y la muerte.

No escasean los escritores que en sus novelas miran de lleno a los ojos de la muerte. No es de extrañar, pues, como escribió Fernando Pessoa en Libro del desasosiego, “en lo que nace, tanto podemos sentir lo que nace como pensar lo que ha de morir”. Para pensar esto último, sin embargo, tal vez sea necesario alcanzar la facultad que este poeta supo desplegar de verse viendo por detrás de los propios ojos:

Veo como veía, pero por detrás de los ojos me veo viendo; y sólo con ello se me oscurece el sol y el verde de los árboles es viejo y las flores se marchitan antes de aparecer.

(Continuar leyendo en REVISTA DE LETRAS)

domingo, 18 de noviembre de 2012

EL ADIÓS DE PHILIP ROTH


Philip Roth ha anunciado su retiro de la literatura. No parece un acontecimiento novedoso, pues abundan los escritores que a una edad avanzada deciden dejar de escribir. Les ocurre igualmente a un mecánico, una ingeniera o un maestro. Llega el momento de abandonar su puesto de trabajo y se entregan a otros asuntos.

Lo curioso del caso Philiph Roth no es solo el anuncio de su retirada, un énfasis que pudo haber evitado. Tampoco las personas informan de su debut en la literatura en el momento en que se estrenan como escritores. Lo que llama antes la atención es el resentimiento que se encierra en las palabras pronunciadas por Roth en su adiós: "He dedicado mi vida a la novela... He dejado fuera casi todo lo demás. Ya basta. Ya no siento ese fanatismo por escribir que sentía antes".

¿Se bate entonces contra la literatura o contra sí mismo?, me pregunto. Sea cual fuere la respuesta, no encaja con la arrogancia de proclamar su éxito literario.


Ha declarado en una entrevista que a sus 79 años se le acaba el tiempo y que se concentra en la relectura de sus novelas favoritas y de sus propios libros a fin de "saber si había perdido el tiempo escribiendo". Nada que objetar a su libre decisión, si no fuera porque ha aprovechado el anuncio de su despedida para manifestar su triunfo en la literatura. "La verdad", ha dicho, "es que creo que he sido exitoso". Aludiendo a una cita del boxeador Joe Louis para referirse a su oficio, ha añadido: "Hizo su trabajo lo mejor que pudo con lo que tuvo".

Es lo que podría pensar de sí misma, sin alardear públicamente de ello, cualquier persona honesta al final de su trayectoria laboral.

La de Philiph Roth es una elección personal que nada tiene que ver con su obra. En lugar de vanagloriarse de su éxito literario, pudo si acaso este escritor hacer suyas unas palabras de su novela La elegía: "Era el momento de preocuparse por la desaparición. Había alcanzado el remoto futuro".

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO LAS PALMAS.




viernes, 16 de noviembre de 2012

´IRREDENTO', DE ÁLEX PORTERO ORTIGOSA


Irredento, libro de poemas de Álex Portero Ortigosa, se divide en tres capítulos interconectados: "Lo que fue", "Abismo" y "Vivo".
No parece casual la elección del título de estos apartados, puesto que somos  tiempo pretérito y la vida es un continuo salto al vacío. Vivir, parece querer decir Álex Portero en sus poemas, consiste, en última instancia, en repetidas caídas como ensayo de la última. Destino predeterminado desde el momento en que llegamos al mundo. Con otras palabras, el pasado indefinido - "Lo que fue"- se esconde siempre en las entrañas del presente - "Vivo"- mientras nos abrimos paso en la vida -"Abismo"-. Escribe Álex Portero en su poema "Perseides":

El secreto de las perseides:
un salto al vacío,
aunque sea una estrella quien lo realice,
siempre será una caída.
Perder,
brillar por última vez,
ser consumida por el fuego atávico,
marcar el camino de la nada.

Ser fugaz, es casi no ser.

Los deseos que se piden a las estrellas fugaces
arden con ellas.
Soportadlo.

Álex Portero mira de lleno a la vida y su reverso: la muerte. Por eso escribe también en su poema "El caballero verde":

Una bandera negra ondea clavada en el centro exacto de mi corazón.
Terreno conquistado, eternidad, tuya es la victoria
.


Frente a las tres heridas de las que hablara Miguel Hernández

(Llegó con tres heridas:

la del amor,
la de la muerte,
la de la vida),

Álex Portero recurre poéticamente a la figura de la armadura, tal vez como mecanismo de defensa ante las más intensas punzadas de la vida. Al mismo tiempo, quizá, como una forma de tomar distancia, para registrarlo, del sufrimiento propio de quienes padecen el ejercicio de la injusticia y la tiranía.
En su caso se trata de una armadura que en nada se parece a la máscara del autoengaño, la hipocresía, la indiferencia y el cinismo. Es una armadura hecha de luz estelar, cuyo reconocimiento le concede a la nobleza una oportunidad de reinado. El magnífico poema que abre su libro Irredento parece hablar en este sentido:

Si no llevara armadura
el corazón se me caería del pecho
y todo el mundo se daría cuenta de que no tengo piel.
Bendita sea la hora en que fui ungido caballero
por la luz de las estrellas.

Esa misma luz, símbolo de la dulce irrealidad activa, le permite a Álex Portero sentir interiormente el enredo de brazos y piernas del sueño y la vigilia hasta confundirse.

SOY cuando desligo la materia que me envuelve
y revisto mi espíritu de tenue amor de cuento...

Por eso maldice a la muerte no por muerte, sino porque

su afrenta es privarme de una vida irreal
que habito con toda la pasión que me cabe en el espinazo.

En sus poemas el orden espacio-temporal se hace trizas. Dice en Noche de Brujas:

Sé que estoy vivo en algún lugar sin nombre.

Antes ha escrito:

Hoy todo huele a Sándalo en mi cabeza
y me transporta,
a un pretérito perfecto que roza lo divino.

Más adelante, sabedor de que llega el momento de la vuelta a la realidad, no sucumbe:

Cuando el espíritu del humo me abandone,
y regrese a deambular mi propio cuerpo,
no recordaré paisajes, ni amores, ni voces,
volveré a soñar con otros mundos,
volveré a escribir para inventarlos,
a nacer de las entrañas de mis versos.

Esperando el día (o la noche)
en que un sol de otro color diga mi nombre.

Los poemas de Irredento embisten contra el sol negro en sus diferentes manifestaciones. Escudriñan una y otra vez en los ojos de los seres inmundos, los depredadores y cobardes, los corruptos y los falsos predicadores a fin de revelar su particular modo de inyectar miedo.

Monstruos de carne, hueso, pellejo y olor corporal
que no van a rendirse,
cuyos ojos permanecen  en silencio ante las aves,
seres que llevan petacas cargadas de (tu) miedo

beben grandes tragos,
Se emborrachan con él.

En otro poema dice este poeta:

El asfalto marca heridas
sobre la espalda de los pasos aún no dados.
Proyecta heridas, las presiente,
augura y es cruel.
Como todos los profetas
se alimentan de sangre y miedo atávico.

Igual que su concubina más complaciente y egocéntrica, la fe.

En Irredento también se habla, entre otros, del amor como mera ilusión y como herida. Pero asimismo se canta al amor, estancia cálida frente a tanta negrura. El poema Madrigal termina con unos versos en los que el protagonista expresa su sentimiento o sensación junto al ser amado:

Y la noche, esa que me sigue de cerca cada mañana,
vista de frente, es un poco menos fría.

En los poemas de este libro danzan escritores y poetas como Dante, Byron, Robert Walser, Kafka... Su poesía rinde un homenaje a la literatura.

La literatura ha roto los límites de la razón
un deforme caos de bellas formas lo cubre todo al fin.

Otros versos dicen:

Queda la literatura como único jardín inocente
y pronto será decapitado
por los mismos que dicen defenderlo.

En Irredento la literatura es refugio, pero no vía de escape. Esta se presenta como un modo creativo de soñar otros mundos contra la infamia y la vacua felicidad.

Si alguna vez vuelvo a encontarme con la felicidad absoluta
espero no reconocerla.
Prefiero arrastrarme por el fango a mi manera
y desde allí elevar la vista a las alturas,
hasta ese lugar en el tiempo
en que las estatuas desandan su camino,
se hacen carne tersa y cálida,
y consiguen que la mano del escultor,
por una noche, reniegue de la piedra.

Álex Portero reniega en sus poemas de la mediocridad y de las promesas de falsa felicidad, pero jamás de la vida. La mira de frente, sabiendo de su carácter efímero, y no desea distraerse.

¿Sabré reconocer a la muerte cuando llegue?
No quiero volver a extraviarme por el camino,
la vida adopta formas muy extrañas,
quedo embobado mirándolas,
cuando me doy cuenta, siempre, 
ha pasado una estación entera.
¡Estoy cansado de perderme el invierno!

No es cuestión de engañarse y mandar a la vida -como escribiera Claudio Magris de la Medusa con las serpientes enroscadas en la cabeza- a la peluquería. Nada soluciona querer verla más presentable. Por eso Álex Portero la toma por los pelos para mirarla a la cara y seguir riendo sin perder perspectivas. En unos versos escribe:

Desde el banco, junto a la tapia del cementerio,
la curvatura del planeta parece una sonrisa invertida,
solamente he de darme la vuelta y nos reiremos juntos.
Si no entiendo el motivo, será, como siempre, reíré hueco.

Irredento. Álex Portero Ortigosa. Editorial Endymion, poesía. Madrid, 2011.
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OTROS LIBROS DE ÁLEX PORTERO ORTIGOSA:

Fantasmas. Editorial Endymion, poesía. Madrid, 2010.




Música silenciosa. Editorial Endymion, narrativa. 2008.



martes, 13 de noviembre de 2012

PREMIOS LITERARIOS



La Revista de Letras, suplemento digital de La Vanguardia, ha puesto en marcha una iniciativa excelente: un programa mensual de radio con debates sobre literatura e intervenciones de colaboradores de esta revista recomendando libros. Presentado por José Á. Muñoz, el primer podcast, al que se puede acceder en la portada de esta revista, se abre con un interesante intercambio de ideas sobre los premios literarios. En concreto, se habla de la renuncia del escritor Javier Marías al Premio Nacional de Narrativa que le otorgó recientemente el Ministerio de Cultura. Como se sabe, Marías convocó, justo después de concedérsele este galardón, una rueda de prensa. Expresó que ha querido ser consecuente, pues desde hace tiempo decidió declinar invitaciones de instituciones del Estado, no aceptar premio oficial alguno y rechazar toda remuneración procedente del erario público, sea cual fuere el partido que gobierne.

En el debate, con aportaciones interesantes desde diversas perspectivas, los participantes coincidieron en dos cuestiones que comparto. Una: celebrar el libre ejercicio del derecho de este escritor de no aceptar el premio, reconociendo que su conducta responde a un acto ético que habla en favor de su coherencia. Dos: considerar incongruente la celebración de una rueda de prensa para hacer bandera, como ha sido el caso, de la propia coherencia.

Se supone que la estancia natural de todo escritor es la invisibilidad y que su objeto de atención es la obra literaria. Sin embargo, la rueda de prensa convocada por Javier Marías terminó convirtiéndose en un autobombo de su persona. Su discurso me recuerda unas palabras de Claudio Magris sobre el engreimiento del jefe de oficina que dice: "Usted no sabe quién soy yo".

El ruido mediático provocado por la iniciativa de Marías, que este pudo haber apagado con una simple nota de prensa, le ha concedido un protagonismo que desdice su supuesta actitud consecuente.

Frente a este modo de actuar se podría proponer la conducta del escritor que rechaza humildemente un premio atendiendo a su modo de pensar, pero que a la vez renuncia al espectáculo de la visibilidad.

FUENTE: LA PROVINCIA. EL QUINQUÉ. Elisa Rodríguez Court.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

ELSA LÓPEZ HABLA SOBRE `DECIR NOCHE'


INTERVENCIÓN DE ELSA LÓPEZ (ESCRITORA, COLUMNISTA Y POETA) EN EL ATENEO DE LA LAGUNA, TENERIFE, DURANTE LA PRESENTACIÓN DE DECIR NOCHE


Elsa López

PASEAR POR UN JARDIN DE ESTATUAS SIN OJOS
CON ELISA RODRÍGUEZ COURT

Sobre Decir noche ha escrito Rebeca García Nieto que “es un homenaje a la literatura. Escritores, lectores y, por supuesto, mirones que conciben los libros como una puerta de salida tienen cabida en este peculiar jardín de estatuas sin ojos en que uno entra y no desea volver a salir”.

Es cierto. El jardín de estatuas sin ojos que nos describe Elisa Rodríguez Court y en el que entramos de su mano no es un jardín cualquiera. Es un mundo por el que pasean escritores, sueños y fantasías. No es un jardín de ficción. Es un mundo de libertad de pensamientos, modos de ser y de escribir. Es un jardín donde las estatuas no tienen ojos; están ciegas como están ciegas las palabras. La autora de Decir noche se enfrenta a sus propios pensamientos y a la manera de pensar de los escritores que miran a los paseantes que entran en él. Lord Chandos es el gran protagonista. Y lo es Emily Dickinson. Son y no son. Están y no están.

¿Eres nadie también?
Entonces somos dos.

Lord Chandos, creado por Hugo von Hofmannsthal, representa a los escritores que han perdido la confianza en la palabra como una herramienta que pueden usar para nombrar lo que es la vida y las voces que hay en ella. Lord Chandos escribe cartas al filósofo Francis Bacon y camina por el jardín como sin saberse, absorto en su propio naufragio. Lord Chandos apuesta, como Wittgenstein, por el silencio.

De lo que no se puede hablar, hay que callar.

Dice Wittgenstein. Y esa es la razón para explicar que son muchos los escritores que se han quedado huérfanos de la palabra.
Elisa Rodríguez Court nos cuenta historias de escritores huérfanos, silenciosos, para quienes las palabras no tienen capacidad para expresar lo que el escritor desea decirnos. Y así, nos va desgranando a lo largo de Decir noche momentos y autores donde aparecen esas extrañas mutilaciones literarias o donde se nos habla de ellas. Nos cuenta, por ejemplo, que Vila Matas en Bartleby y compañía narra que cuando se le preguntaba a Rulfo por qué había abandonado la escritura, respondía que su tío Celerino era el que le contaba las historias y a su muerte se había quedado sin palabras.

Lord Chandos que se concibe libre y para el que las palabras son demasiado pobres como para ser algo más que vagos conceptos incapaces de contener otra cosa que no sean trivialidades, escribe una carta que es un modelo para los escritores de cómo explicar la atracción que muchos autores sienten por la nada. Y escribe en una de sus cartas:

Me parece que atravieso una soledad sin fin, para ir no sé a dónde.

Sentado en un banco del jardín ha decidido (palabras textuales de la autora) “abandonar la escritura. ¿Cómo decir noche?, se pregunta. Convencido de que la palabra es incapaz de dar cuenta de la realidad caótica, se dedica, como ahora, a gozar de cada instante y de las cosas tal y como le vienen en su esencia indecible”. Lord Chandos se siente incapaz de distanciarse del mundo de lo real; se siente encerrado entre las estatuas sin posibilidad de escapatoria del estado contemplativo en el que está inmerso.

Frente a él o junto a él, Emily Dickinson escribe unos versos que Rodríguez Court utiliza para indicarnos la atracción que la escritora siente por las palabras y cómo se siente fascinada por lo que éstas ocultan como si las palabras guardaran secretos y misterios que sirven para desvelarnos la verdad de las cosas que nos rodean. Su poesía busca precisamente, defiende Rodríguez Court, arrancar la máscara a la máscara hasta llegar a la última, la muerte, contra la que se estrellan las palabras, los conocimientos y el lenguaje:

Una palabra muere
justo al ser pronunciada según dicen algunos.

Yo digo, en cambio, que justo empieza a vivir
en ese instante.

La carta de Lord Chandos encierra miedo al vacío literario (llega a confesarle a Bacon que después de publicar varios libros ha llegado a quedarse mudo), al vacío de las palabras, a que detrás de ellas no haya nada.

En el jardín de estatuas sin ojos, entran y salen escritores relacionados con Lord Chandos y con Elisa Rodríguez Court que los sigue, lee, analiza y comenta y, lo más interesante, los pone en relación; los hace hablar y declarar sus cuitas y pesares. Navegan por el mismo mar; naufragan por las mismas aguas y dicen padecer los mismos síntomas. El mal del vacío lingüístico, el dolor de saber que las palabras no van a ofrecernos nada porque nada contienen. Es así como aparecen Virginia Wolf o su voz diciendo a Lord Chandos cosas tales como que la fantasía contenga más verdad que el hecho, escritas en Una habitación propia; Enrique Vila Matas: "Donde no llega la memoria, llega la imaginación"; Gertrude Stein y Pablo Picasso, Flaubert, Goethe, Luis de Góngora, Neruda, José Hierro…
El jardín se ha ido llenando de las voces de poetas, pintores, novelistas, editores, filósofos… Todos dejan su mensaje, sus hermosas e inquietantes palabras que hablan de palabras y de lo que estas pretenden decir. Algunos, incluso, hablan de sus miedos, de sus más íntimas sensaciones, de sus enfermedades. Vila Matas llega a confesar en El mal de Montano que el narrador sufre un mal que consiste en estar enfermo de literatura.

¿De qué sufre Elisa Rodríguez Court? De lo mismo. Es ella el mismo Lord Chandos; ella está escribiendo en su propio jardín rodeada de libros, de palabras. Y confiesa que está fuera de esa habitación rodeada de libros subrayados, anotados, interlocutores válidos, presentes. Habla y siente a través de ellos. Recurre a Juan Ramón Jiménez para declarar:

Yo no soy yo.
Soy esta
que va a mi lado sin yo verla,
la que pasea por donde no estoy.

Y luego escribe que en su habitación, y rodeada de sus libros se siente ella misma:

“Yo buscándome en los otros, porque solo leyéndolos soy capaz de forjar la propia voz... Releo pasajes y frases que he ido subrayando, así como mis anotaciones en los márgenes de las páginas. Elijo un tema y busco algún nexo entre las ideas a fin de elaborar un texto propio… Mi habitación es una mesa y una silla. Un espacio robado a la intemperie bajo la que vive Lord Chandos atrapado entre las estatuas. Leo y escribo. Lo hago no a pesar de la soledad sino porque la soledad es mi compañía”.

Y hace su confesión:

“Confieso que soy una cazadora de escrituras…. Yo, Beatriz, la narradora de este jardín de estatuas sin ojos, saco provecho de los escritores y permanezco invisible a sus ojos. Robo citas e ideas de libros. También versos. Me apropio de palabras y las conservo como si fueran mías, a la espera de alguna ocasión para darles otra vida en mis textos.” Para terminar, abatida entre las estatuas, igual que Lord Chandos: “Alzo la cabeza, escucho a lo lejos el trino de un pájaro solitario y después nada”.

sábado, 3 de noviembre de 2012

SUICIDIOS


Qué cerca se observan, de pronto, la pena capital y el suicidio. Leo las palabras de Dick, uno de los protagonistas de A sangre fría de Truman Capote, y parecen provenir del vecino de Granada que recientemente se ha suicidado poco antes de ser expulsado de su casa. Proclama Dick en el instante anterior a la ejecución de su condena a morir en la horca: "Me están ustedes enviando a un mundo mejor que el que jamás fue este." Son palabras que también pudo haber dejado escritas un valenciano, en paro de larga duración, antes de fracasar en su intento de suicidio saltando al vacío desde el balcón de la vivienda de la que iba a ser desalojada toda la familia.

El suicidio es el derecho inalienable de las personas a poner término a la propia vida que les pertenece. Sin embargo, la decisión del suicidio deja de ser un derecho cuando se convierte en una condena. La única salida que se contempla en el momento en que se niega el derecho del ser humano a la existencia. Subrayo el vocablo "existencia", mucho más acotado en su simple significado que el de "vida".


Existir tiene que ver, en principio, con la posibilidad de supervivencia, mientras que el término vivir encierra en sus entrañas un sentido más amplio. Un pasaje de Tolstói parece ilustrar esta diferencia. Acosado por pensamientos de suicidio en una etapa de su vida, escribe al principio de su Confesión: "Mi vida se detuvo. Podía respirar, comer beber y dormir; de hecho, no podía no respirar, no comer, no beber y no dormir. Pero no tenía deseos cuya satisfacción me pareciera razonable." La idea del suicidio procedía, por tanto, de su sensación de infelicidad, de su incapacidad para darle sentido a su vida.

No es el caso de las personas, cuyo número aumenta vertiginosamente, las cuales se ven abocadas al suicidio por la actual política que gestiona la crisis. Sin trabajo, sin medios para dar de comer a sus hijos y, finalmente, presas de la ley del desahucio, imposible respirar, comer, beber y dormir. Existir.

EL QUINQUÉ. Elisa Rodríguez Court.

lunes, 29 de octubre de 2012

EL MANIQUÍ


La anécdota saltó a los medios de comunicación: la Guardia Civil de Madrid ordenó a un conductor detener su vehículo, extrañada por la inmovilidad de la persona que iba como copiloto. Finalmente se reveló que no se trataba de un ser de carne y hueso, sino de un maniquí vestido de mujer.
En la foto se la ve joven y bella, magníficamente ataviada con un fular, una peluca de melena negra y modernas gafas de sol. Incluso llevaba el cinturón de seguridad abrochado, de acuerdo a las normas de tráfico.

Según se cuenta, la finalidad del conductor era evitar el atasco circulando por una vía reservada al transporte público y a vehículos que llevan a más de un ocupante. Lo que no sabemos es si en la normativa se puntualiza que el segundo ocupante ha de ser un ser humano. Sea cual fuere el caso, la anécdota ha hecho sonreír a mucha gente. También le ha despertado su sentido del humor, a juzgar por las notas escritas bajo la noticia.

Los comentarios, exceptuando los que llevan el sello machista, revelan un humor crítico e inteligente. Algunos comentaristas observan en el maniquí a la muñeca de goma de la película Tamaño natural de Luis Berlanga, o a la mujer de Cartón piedra, canción de Serrat. Otros hacen referencia a versos como los de la mujer silenciosa de Pablo Neruda: "Me gustas cuando callas porque estás como ausente, // y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca", y a los maniquíes de Orhan Pamuk en El libro negro...

Quizá estemos hartos de un exceso de realidad y por eso nos identifiquemos con quienes desafían imaginariamente al mundo de lo real. Es el caso de este conductor, cuya ocurrencia nos ha permitido  darle la espalda por un instante a la gris normalidad. Así, desplazando nuestra atención hacia una anécdota, hemos podido manifestar una libertad obtenida por la ruptura momentánea de todos los lazos.

El Quinqué. La Provincia/ Diario Las Palmas.

sábado, 27 de octubre de 2012

“JOSÉ GARCÍA”, DE JORDI COROMINAS: MIENTRAS MÁS CERCA DE LAS PALABRAS, MÁS LEJOS DE LO QUE DICEN


El mundo parecía seguir su curso habitual, del mismo modo que, incluso en los casos extremos en los que todo está en juego, se sigue viviendo como si no pasara nada.

Enrique Vila-Matas


Mark Rothko se suicidó cortándose la parte interna de los brazos a la altura de los codos. Con una hoja de afeitar de doble filo.
Antes plegó un pañuelo de papel sobre uno de los filos para no cortarse los dedos.

David Markson


Finalmente me decidí por estas dos citas, la primera extraída de Los exploradores del abismo de Enrique Vila-Matas y la otra de La soledad del lector de David Markson, para encabezar estas líneas. Mi propósito: sumergirme en José García, la novela polifónica de Jordi Corominas. Antes he dudado sobre mi elección, puesto que la lectura de esta novela me ha remitido una y otra vez a pasajes literarios de diversos escritores.

Este deslizamiento mental no se debe a que encuentre similitud entre estos y la escritura de Jordi Corominas, tan peculiar. Son los temas que subyacen bajo lo que se narra en esta novela y el procedimiento literario de Jordi Corominas los que me arrastraron hacia otros escritores. Ya se sabe que cada lector digiere los libros a su manera. En este sentido, la lectura no deja de ser sospechosa.

A una novela como José García creo que la definiría muy bien otra cita de David Markson en La soledad del lector:

Matisse, consultado sobre la piel verde:
No estoy pintando una mujer. Estoy pintando un cuadro.

Es el mismo proceder de Jordi Corominas en este libro, autor cuya escritura no se emparenta con la literatura que se limita a reproducir el mundo de lo real o, en palabras de Vila-Matas, a “duplicar la realidad empobreciéndola”. De ahí que su narrativa se mueva en el plano de lo multidimensional mediante un repertorio de voces que se afirman y se desdicen. (Continuar leyendo)


sábado, 20 de octubre de 2012

MO YAN


Ni siquiera conocía el nombre del Premio Nobel de Literatura. Ahora sé que el chino galardonado se llama Mo Yan. Insisto: Mo Yan, pero no Guan Moye. Por mucho que se subraye en los medios que el primero es un seudónimo del segundo, a quien leeré, si busco la ocasión, será a Mo Yan. Este es el escritor y Guan Moye es el individuo, un ciudadano cualquiera.

No niego que la anécdota sobre el cambio de su nombre tiene un matiz literario. Mo Yan significa "No hables". Se cuenta que de pequeño él hablaba mal y por eso le decían sus padres que era mejor callar para no incurrir en errores. También se dice que se rebautizó a sí mismo con este nombre porque, considerándose demasiado directo en el momento de hablar, era un modo de recordar la necesaria cautela frente a la censura. (Continuar leyendo)


viernes, 19 de octubre de 2012

ARTISTAS SILENCIADOS


Me parece un insulto llamar con ligereza "dobladores" a quienes dan voz a las actrices y los actores en las películas. Son, en cualquier caso, artistas de la interpretación. Si bien algunos no dan la talla, la mayoría realiza un trabajo magnífico. Gracias a ellos podemos disfrutar de una película como si la viésemos en su versión original.

Son actores y actrices cuyo arte consiste en copiar a la perfección, de modo que su voz supone como mínimo el aporte de un cincuenta por ciento al oficio. ¿Acaso no hemos asistido a películas en las que una voz inapropiada o que desvirtúa a la original es capaz de hacerlas trizas?

Parece que solo se habla de estos artistas cuando falla eso que se denomina el doblaje. De resto, permanecen en la invisibilidad. ¿Conocemos sus nombres? No, en la mayoría de las ocasiones, pues su profesión es de las menos valoradas. (Continuar leyendo)

viernes, 12 de octubre de 2012

ENTREVISTA SOBRE `DECIR NOCHE ' EN LA CADENA SER

                                   Foto realizada por Alejandra Moglia

Sobre Decir noche:

Respuesta a la pregunta sobre la presencia destacada de la voz de Enrique Vila-Matas en este libro:

"Porque además de haber profundizado a lo largo de los últimos años en su   obra, Enrique Vila-Matas es uno de los padres de la literatura del siglo XXI. Este escritor intenta llevar a la narrativa el mundo en su propio caos, el mundo carente de lógica, mudo.
Vila-Matas da una respuesta contundente a la negativa de Lord Chandos a seguir escribiendo porque ya no cree en las posibilidades de la lengua para traducir el mundo como unidad..."

Escribe Alejandra Moglia en su blog Una noche en Praga:

"Comparto la entrevista que el programa radial “Hoy por hoy el Drago” le ha hecho a la escritora Elisa Rodríguez Court, acerca de su reciente libro “Decir noche” publicado por Eutelequia". (Continuar leyendo)

ITALO SVEVO: “SENECTUD” O LA TRAICIÓN DEL IMAGINARIO



Una vez que murió Italo Svevo, James Joyce asumió la tarea de que se tradujera y circulara su obra. Silenciados anteriormente la mayor parte de sus libros, no parece extraño que Italo Svevo tomara la decisión de abstenerse de escribir para siempre. No obstante, con el tiempo retomó la escritura. Así expresó su silencio durante esos largos años:


Me resigné ante aquel juicio tan unánime (no existe unanimidad más perfecta que la del silencio), y durante 25 años me abstuve de escribir.

Fue tras la publicación de su libro Senectud cuando se dio esa perfecta unanimidad del silencio por parte de la crítica y del ámbito literario. Hoy, sin embargo, la obra de Italo Svevo, todavía desconocida por muchos lectores, goza de buena salud. También Senectud, aunque La conciencia de Zeno sea considerada su obra maestra. En mi opinión, sin desmerecer un ápice en valía sus magníficos relatos, editados en Gadir en la traducción de Carlos Manzano. Todos ellos llevan el sello peculiar de la narrativa de Svevo y su modo sutil y distante de abordar el imaginario como maquinaria activa capaz de crear nuevas realidades o mundos paralelos.(Continuar leyendo en "Revista de Letras")

jueves, 11 de octubre de 2012

SOBRE ´DECIR NOCHE`, POR JUAN MANUEL GARCÍA RAMOS




PUBLICACIÓN EN LA PROVINCIA-DIARIO LAS PALMAS 11.10.2012.-

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Elsa López, Elisa R.C. y Juan Manuel García Ramos durante la presentación de Decir noche en el Ateneo de La Laguna, Tenerife.


PRESENTACIÓN DEL LIBRO DECIR NOCHE, DE ELISA RODRÍGUEZ COURT.


ATENEO DE LA LAGUNA, 28/9/2012.

                               JUAN-MANUEL GARCÍA RAMOS


Ya he escrito en otra parte que la historia de la literatura es un ir y venir incesante, un espejo donde nos miramos para saber algo más de nosotros mismos mediante el artificio del lenguaje. Una aleación permanente de escritura y lectura, y viceversa, tal y como queda demostrado en Decir noche, el último libro de Elisa Rodríguez Court.

Pero, ¿qué existe en el escritor antes de la creación propiamente dicha? ¿Qué rumores, qué amasijos indefinidos de experiencias acumuladas, de sabidurías, emociones, sensaciones, sensibilidades, instintos, obsesiones, sufrimientos y dichas, errores y terrores que todavía no han alcanzado su condición lingüística?

En una sola criatura, en el escritor, coexisten las cosas del hombre, el animal de la naturaleza, y las palabras del Hombre, el ser de la civilización , en una suerte de dialéctica permanente entre el flujo de pensamiento salvaje y el lenguaje sofisticado: el grito y su refinamiento.

El crítico y pensador George Steiner, nacido en París, judío de origen vienés, ha meditado mucho al respecto y sería conveniente que retomáramos algunas de sus propuestas en tal sentido. Lo ha hecho en un librito intitulado Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, publicado originalmente en inglés en 2005 y editado en español dos años más tarde por Ediciones Siruela .

De entre esas diez razones para la tristeza que nos invade como seres humanos, Steiner elige la de la imposibilidad de traducir a lenguaje el ajetreo incesante de nuestro pensamiento, sobre todo de nuestro pensamiento consciente y subconsciente.

«Dentro del magma turbulento y polisémico de los procesos conscientes y subconscientes, el pensamiento incesante o sus antecedentes, del todo misteriosos, tanto nocturnos como diurnos, son recuperables sólo de manera fragmentaria. Al emerger a la iluminada superficie a través de las limitaciones simplificadoras del lenguaje…» , afirma Steiner en el capitulillo que hace referencia a Ludwig Wittgenstein, también vienés, y a las manifestaciones de este pensador austriaco en torno a su Tractatus, cuando sostenía que la parte realmente valiosa de ese libro era la que no llegó a escribirse.

De esa desazón de la que se ocupa Steiner entre sentir y decir se había ocupado ciento tres años antes el poeta, narrador, ensayista, libretista de óperas, en colaboración con Richard Strauss, y dramaturgo vienés, Hugo von Hofmannsthal, en un texto hoy imprescindible para todo lo concerniente a lo que significó la cultura literaria en su paso del siglo XIX al XX. El paso hacia la Modernidad.

Se trata de lo que ya se conoció primero sencillamente como Ein Brief (1902), Una Carta, y luego se popularizó como Der Brief des Lord Chandos, La carta de Lord Chandos, un personaje imaginario del siglo XVI-XVII, creado por Hofmannsthal, para ponerlo en conexión con el filósofo, escritor y político inglés, Francis Bacon, al que le plantea su decidida renuncia a la actividad literaria por haber descubierto el abismo que se abre entre las palabras y los hechos reales. Para Chandos, la verdad última del mundo es irreducible a la expresión lingüística. Ese es su axioma.

Como le confiesa dramáticamente Lord Philipp Chandos a Bacon: «…he perdido por completo la capacidad de pensar o hablar coherentemente sobre ninguna cosa». El personaje de Hofmannsthal no solo ha perdido la fe en el lenguaje, sino que se encuentra como si «estuviese encerrado en un jardín lleno de estatuas sin ojos».

En ese lúgubre espacio vegetal se instala el libro de Elisa Rodríguez Court, muy bien asesorado tanto por el narrador catalán Enrique Vila-Matas, como por su álter ego Julien Gaul, quienes tomarán el texto de Lord Chandos «como esa atracción por la nada que hace que ciertos autores no lleguen, en apariencia, a serlo nunca…». Lo que tanto Vila-Matas como Gaul llaman la «enfermedad Bartleby», que padecen los escritores que renuncian a su oficio, en alusión al desabrido escribiente de Herman Melville que se niega a cumplir sus mínimas obligaciones burocráticas y nos anuncia, con su actitud desconcertante, la posterior literatura existencialista y del absurdo.

Decir noche es un diálogo fecundo de la narradora, Beatriz, cuya vida intemporal transcurre en ese jardín de estatuas sin ojos, con otros muchos escritores que ella ve, aunque su figura permanezca invisible para los demás, y que entran y salen de la narración para aportar sus testimonios al debate iniciado por Philipp Chandos, debate en el que también interviene, de manera insistente, Emily Dickinson, encerrada en su cuarto, pero con una ventana que da al tan traído y llevado jardín de las efigies ciegas, lo que le permitirá a la narradora convertir a la poeta estadounidense, casi inédita en vida, en la vecina más cercana del atribulado Philipp Chandos y en su virtual interlocutora.

En resumen algo apresurado, esta es la historia que se nos narra en Decir noche, pero esa trama sencilla se volverá cada vez más excitante merced a las contribuciones de los autores que Beatriz hace salir a escena a posicionarse frente a la misiva y a la propuesta rotunda de Philipp Chandos.

Desde que Arthur Rimbaud eligió entre la palabra precoz que inauguraba un orden nuevo y disonante y el silencio rotundo posterior que se autoimpuso, y obligó a casi todas las artes vecinas, entre ellas la pintura y la música con sus consiguientes reencuentros consigo mismas, a descomponer sus tradicionales modelos compositivos, el debate de la validez del lenguaje para atrapar todo el mundo circundante fue puesta en entredicho.

Hofmannsthal es, junto a la generación a la que pertenece, una consecuencia de todos esos movimientos sísmicos dentro de la creatividad decimonónica, y Lord Chandos es el héroe que se decide por el vacío y apuesta por él frente a la palabrería hueca, la charlatanería de una época que tocaba a su fin, incluido, en ese ocaso inevitable, el longevo y acartonado emperador Francisco José I de Hagsburgo-Lorena y su glamourosa emperatriz Sissi, nacida princesa de Baviera.

Ese mundo había dejado de tener sentido para Lord Chandos y así se lo confiesa a Francis Bacon, el interlocutor que Hugo von Hofmannsthal le adjudica a su personaje imaginario para que le detalle las razones y las desazones de su enfermizo escepticismo.

Ese lado nihilista del mismo Hofmannsthal que luego cultivarían con tanto acierto epígonos como Robert Musil, Franz Kafka o Elías Canetti, en lo literario, y, sobre todo, Ludwig Wittgenstein en el ámbito filosófico. Su «De lo que no se puede hablar hay que callar», pensamiento con el que Wittgenstein cierra su Tractatus (1922), editado veinte años después de La carta de Lord Chandos, parece ser un eco desvanecido de lo que el Hofmannsthal, redoblado en Lord Chandos, le había anunciado al mundo con bastante antelación y mayor radicalidad.

La literatura como un juego de esencias y de apariencias. Beatriz-Elisa nos hace entrar en ese huerto indefinido e intemporal y nos invita a participar en un desfile sin comandancias preconcebidas, donde todas las voces parecen tener algo que decirnos y que decirse entre ellas. Como base de discusión: la prosa descreída de Chandos y la poesía clandestina de Emily Dickinson. Luego, los demás, aunque destacados entre todos ellos otro dueto, Vila-Matas-Julien Gaul, con sus ideas a cuestas: «Cuando escribimos forzamos el destino hacia unos objetivos determinados. La literatura consiste en dar a la trama de la vida una lógica que no tiene. A mí me parece que la vida no tiene trama, se la ponemos nosotros, que inventamos la literatura».

La literatura es la auténtica protagonista de Decir noche. Pero un libro como este que podría resultarnos demasiado intenso por volver siempre sobre el mismo asunto, se nos ofrece como un atractivo bastidor donde se van insertando citas e ideas de escritores de todos los tiempos, desde el lejano orador romano Craso hasta el muy reciente periodista y narrador argentino Rodrigo Fresán, versos frecuentes de la agorafóbica Emily Dickinson, autora de esa propuesta de «quédate en casa y el mundo se te volverá maravilloso» (ella no salió prácticamente de su casa de Amherst, Nueva Inglaterra, a partir de sus treinta años de edad hasta cumplir los cincuenta y cinco y dejar este mundo), o los entrelazamientos inteligentes y sensibles de todas estas voces que la narradora Beatriz lleva a cabo como una Penélope dispuesta a tejer, en un lienzo del que no podemos apartar la vista, la fascinación que en ella han operado sus lecturas preferidas, páginas ahora convocadas en ese jardín de anatomías petrificadas donde a veces se perciben los silbidos de las aves en el final supremo de la noche y donde se presiente la desesperación de un Lord Chandos por no encontrar la palabra que lo haga recuperar su papel en la comedia de la vida dejada atrás y lo devuelva a su viejo sueño de escritor.

Quizá la única salida que la narradora encuentra para este Lord Chandos autosilenciado, y para todos aquellos alineados con él en esa dimisión de la palabra, desde los remotos tiempos hasta nuestros días más recientes, no sea sino la de usar la ironía que le sugiere su aliado Julien Gaul: «La ironía es un complot contra la realidad. Al ironizar, nos liberamos de la realidad que nos acongoja y que quiere hacernos creer que es ella lo único que existe. Ironizamos y nos ausentamos de su reino malévolo». Del reino malévolo y empobrecedor de la mera realidad.

El laberinto de voces literarias que se dan por aludidas en el texto de Philipp Chandos es extenso y heterogéneo. Desde el Borges de los tigres y de los espejos hasta Pessoa, ese poeta que se despersonaliza en sus numerosos heterónimos adoptando otras identidades como nuevas maneras de fingir que comprende el mundo. O hasta el mismo Flaubert, desquiciado durante toda su vida por encontrar la palabra precisa y la frase adecuada. Ese Flaubert que aborrece la escritura y, sin embargo, escribe. Escribe obsesivamente.

En Decir noche, la narradora trata de encauzar todos esos llamativos alegatos, aunque la disparidad de las propuestas la supera y la abruma, el debate es imparable; casi implacable. La literatura hace de su cuestionamiento una estética que no cesa. Chandos ha sido, de nuevo, desoído en su claudicación y enmudecimiento.

En Decir noche, el atormentado héroe de Hofmannsthal también queda en parte desmentido. Desde siempre, la literatura no ha tratado sino de acercarse al abismo de la búsqueda de un sentido para nuestra existencia. Ni más ni menos, esa es su ínsita naturaleza: decir y decir a pesar de conocer sus límites insalvables. Decir noche es un testimonio lúcido y delicado de que las cosas son verdaderamente así.