miércoles, 23 de septiembre de 2015

SOBRE `DIME QUIÉN FUI´, POR JOSÉ MIGUEL JUNCO



                                            


Imagen de José Miguel Junco Ezquerra y, debajo, un momento de la presentación de Dime quién fui en Las Palmas de Gran Canaria.

El regreso inesperado de alguien que vivía en un aparente olvido sirve de excusa a la autora de Dime quién fui, Elisa Rodríguez Court, para empezar a urdir una trama en la que uno queda irremediablemente "atrapado" hasta su finalización.
No cometeré el error de seguir aludiendo a la historia en sí. Es esa una tentación en la que se suele caer con facilidad y se termina por contar con más o menos detalle aquello que únicamente queremos introducir.
En mi caso, referiré algunas consideraciones de carácter general que la lectura de esta, en mi opinión, excelente novela me ha suscitado.
A la hora de establecer criterios válidos para escoger una buena novela, Julio Cortázar alude a la aplicación de una ley física demostrada y demostrable: la ley de la gravedad. Si la novela se te cae de las manos, entonces tal vez sea preferible diferir el compromiso de su lectura. Afortunadamente, no es para nada el caso de Dime quién fui.

Me gustaría, antes de adentrarme en las aludidas consideraciones generales, señalar uno de los méritos que adornan a esta novela: el uso de un lenguaje preciso, cuidado, y funcional, que es el que se corresponde con la historia que se narra. No son pocas las veces en las  que constatamos cómo el afán por deslumbrar al lector conduce al novelista a crear un lenguaje impostado, plagado de ribetes y arabescos que para nada se corresponde con la historia que se pretende contar, creándose así un divorcio difícilmente digerible.

Desde el principio, apenas adentrados en la lectura, nos viene a la mente una idea no por obvia menos inquietante: Todos, de una u otra manera, nacemos en una red preestablecida de relaciones familiares y tribales que va a determinar nuestro futuro, nuestra autonomía, nuestra propia capacidad de elección. Consideraciones morales al margen, nacemos vinculados y nuestro destino está indisolublemente unido al de los miembros de la familia, tribu, o lo que sea, de la que pasamos a formar parte.

Otra consideración que nos ha suscitado la lectura de "Dime quién fui" es la del carácter relativo de las categorías de pasado, presente y futuro. El pasado remoto, pierde esa condición y pasa a ser presente acuciante que nos "sacude" y nos "obliga" a tomar decisiones que interrumpen el transcurso normal de nuestras vidas. Y ese pasado transferido a presente va a determinar también en gran medida el futuro que nos aguarda. Es asimismo una red, la red de un tiempo sinuoso, moldeable, entremezclado.

La narradora de la trama aludida se verá inmersa en una serie de compromisos que implicará toma de decisiones y que cambiará dramáticamente su dinámica vital, sometiéndola a situaciones límite en las que tendrá que actuar de una manera muchas veces no deseada ni, tal vez, deseable. Contextos a los que nos vemos abocados y que nos conducen a replantearnos cuestiones aparentemente resueltas y a replantearnos también a nosotros mismos.

No menos notorio nos ha parecido el uso del espacio. Lugares cuya misma existencia desconocíamos pasan a tener una relevancia absoluta y hasta "salvadora" en nuestro acontecer vital. Es el caso de una residencia para ancianos en la que van a tener lugar muchas de las escenas más destacables de esta novela. Es también el caso de una casa pequeña, estrecha, que adquiere de pronto una particular relevancia.

La inteligente renuncia por parte de la autora a cualquier atisbo de concepción maniquea respecto a la estatura moral de los personajes es un aspecto que nos parece de enorme importancia para la credibilidad de la historia que se nos narra. Bondad, maldad, compasión, odio, prepotencia, ira...son sentimientos que conviven en la misma persona como, creo, conviven en todos nosotros. No es, por tanto, tan sencillo establecer una división entre buenos y malos. Las cosas resultan ser mucho más complejas y virtudes y defectos cohabitan en nuestra frágil y contradictoria condición humana.

Uno de los recursos más originales y, al tiempo, arriesgados que utiliza la autora es el de las citas de escritores reconocidos que van jalonando la narración. Es, como digo, una apuesta arriesgada que pudiera originar desconcierto o dispersión en los potenciales lectores.  El uso de esta técnica narrativa tiene varios aspectos a destacar:

-"Obliga" a volver con más pausa y atención sobre lo ya leído.
-Amplía la perspectiva de la historia que se narra, dándole una dimensión más profunda y enriquecedora.
-Se dilata el tiempo de la lectura. Hay citas que nos llevan a detenernos en su consideración porque las relacionamos no sólo con la trama que se narra sino, en muchos casos, con nuestras propias vivencias.
Destacar aquí la auténtica labor de orfebrería que realiza la autora haciendo que las citas encajen adecuadamente a lo largo de la narración.

Terminaré mi intervención citando las palabras de una conocida y admirada novelista, Virginia Woolf, al responder a la pregunta de ¿qué es una buena novela?


Una buena novela es cualquier novela que le hace a uno pensar o sentir. Tiene que meter el cuchillo entre junturas del cuero con el que la mayoría de nosotros estamos recubiertos. Tiene que ponernos quizás incómodos y ciertamente alerta. El sentimiento que nos produce no tiene que ser puramente dramático y por tanto propenso a desaparecer en cuanto sabemos cómo termina la historia. Tiene que ser un sentimiento duradero, sobre asuntos que nos importan de una forma u otra. Una buena novela no necesita tener trama; no necesita tener final feliz; no necesita tratar sobre gente simpática o respetable; no necesita ser lo más mínimo como la vida tal como la conocemos. Pero tiene que representar alguna convicción por parte del escritor. Tiene que estar escrita de modo que transmita la idea del escritor, ya sea simple o compleja, tan fielmente como sea posible. No tiene que repetir aquello que es falso o trillado simplemente porque al público le resulta fácil mascullar una y otra vez sobre lo falso y lo trillado...

...El único método seguro de decidir si una novela es buena o mala es simplemente observar nuestras propias sensaciones al llegar a la última página. Si nos sentimos vivos, frescos y llenos de ideas, entonces es buena; si quedamos hartos, indiferentes y con poca vitalidad, entonces es mala.


En nuestro caso, superada la prueba de la gravedad de Cortázar, es así como nos hemos sentido tras la lectura de Dime quién fui :"vivos, frescos, llenos de ideas".
No debería sorprender por tanto que les anime a ser copartícipes de mi propia y gratificante experiencia lectora.



José Miguel Junco Ezquerra

 

Dime quién fui. Elisa Rodríguez Court. Editorial Verbum. Madrid, 2015.
Portada: Rafael Hierro.
Contraportada: Enrique Vila-Matas.






martes, 22 de septiembre de 2015

`DIME QUIÉN FUI´, DE ELISA RODRÍGUEZ COURT. POR EUGENIO PADORNO.

                                                           
                                                                Eugenio Padorno



        De izquierda a derecha: José Miguel Junco, Elisa Rodríguez Court y Eugenio Padorno

Aunque la filosofía es creación literaria porque su herramienta es verbal, la creación literaria no es necesariamente filosofía, pensamiento racionalizante; por eso la novela de Elisa Rodríguez Court se puede permitir el comienzo con una lacónica frase, gramaticalmente posible pero ilógica: ‹‹Él es y no es mi padre.›› Pero lo predicado (el que alguien es y no es a un mismo tiempo algo) responde a un extraño estado afectivo en que el ánimo del principal personaje de la novela, que es también el de la narradora, experimenta un inesperado fruncido de pasado y presente; y el hecho inesperado es el reencuentro de aquella con su padre, reaparecido tras muchos años de ausencia, enfermo de alzhéimer. Se trata de asumir el hecho de ser biológicamente hija de alguien con quien no se ha guardado ningún vínculo afectivo.

No sé si será correcto decir que la relación de los acontecimientos se expone en veinticinco capítulos; si se tiene en cuenta que el capítulo novelesco es la división ordenada de la secuencialidad del relato, más bien habría que llamar, llanamente, “fragmentos” a cada una de estas disecciones, toda vez que lo narrado está sujeto a la provisionalidad de lo que se cuenta, es decir a la apreciación del estado de ánimo que predomina en cada parcelación de lo relatado. Porque lo relatado discurre en dos ejes con doble sentido; dicho más exactamente: mientras el eje convencional de la novelización avanza progresivamente, fiel a los datos del deterioro físico y de la conducta de un enfermo que se sume en pasividad y silencio, otro eje, el de la memoria de la protagonista y de sus más allegados, retrocede en el tiempo y va recreando con la energía y verbosidad de la desesperación el desaliento y el arrepentimiento, lo acontecido treinta y tres años antes: la composición y descomposición del núcleo familiar por el abandono de quien es mentado, desde distintas perspectivas, como “él”, “el viejo”, “don Adolfo”… Desde el punto de vista formal, me parece que el recurso de la analepsis o flashback, con finales que abren nuevos recomienzos, y por los que se interrumpe la linealidad expositiva, proporciona al texto una estructura esencialmente poemática, como la espiral de una danza trazada de fuera a dentro que se detiene en el punto esencial y por el que la novela existe. O mejor: porque la narradora, la principal protagonista, que da recurrente noticia de su apego a la literatura y deseo de escribir (explícitos en el acopio e inserción de citas literarias de variada autoría), confiesa no sin cierta acritud que escribe cosa distinta de lo que le gustaría; pero es así, por fatalidad, el modo en que alcanza, a través de los sentimientos de desprecio, ternura y pesar, su propia catarsis, en la que se hacen uno el dolor de la vida y el de la creación literaria. Porque, como se lee en el capítulo V, “Literatura y vida se confunden”. De ahí que una frase por ella pronunciada en el capítulo o fragmento VII, ‹‹Soy la madre de mi padre››, escape al sentido irónico ante la incapacidad de su progenitor y consiguiente necesidad de ayuda, para significar finalmente su expresión más alta: ella es la que, al modo unamuniano, da existencia literaria a la figura del padre. Le devuelve la identidad perdida.
Y es en el capítulo XXV y último de la novela donde el texto revela la teoría de su composición. La protagonista, que desconfía de sus dotes para la literatura, pospone el proyecto de escribir una novela con las características de la novela que precisamente leemos.
 

Para los románticos alemanes había más “novelización” en lo autobiográfico, libros de viajes, dietarios, etcétera, que en la llamada novela realista. Y esto me viene a la memoria porque la obra de Elisa Rodríguez Court, por su acopio de reflexiones, guarda cierta afinidad con las anotaciones de un dietario y, en suma, con los procedimientos y fines documentales del memorialismo. De ahí los indicios o explícitas menciones del espacio urbano en que transcurre la acción; se habla de un lugar de paseo y de una avenida marítima que muy bien podrían identificarse  con parajes de la ciudad de Las Palmas.

Ignoro lo que en la novela hay de autobiográfico; si la narradora, encarnada en la protagonista, en verdad habla por quien escribe; y porque el texto nada dice al respecto, la discreción me ha impedido satisfacer esta curiosidad con una pregunta a la autora, a sabiendas de que en el texto literario el referente es el texto mismo, y que la respuesta, aun siendo afirmativa al respecto, resultaría irrelevante, o sólo de interés para la estilística psicológica. En cualquier caso, mi lectura ha estado ligada a esa duda, a tal punto que esa posibilidad me ha parecido parte insoslayable del artificio de la novela. Sin embargo, tampoco es menos cierto que en el relato de un hecho real, por fidelidad al mismo, la referencialidad  es primordial, si no se quiere que pase a ser ficción. Creo que en la novela que nos ocupa se barajan ambos planos, la realidad como ficción y la ficción como realidad. Pero ese es un rasgo del mundo literario que crea Elisa Rodríguez Court, y que ya asomó en su primera publicación, Decir noche. Ella ha escrito una novela experimental con la libertad y el arrojo que ha querido, guiada por ese propio y tenaz aprendizaje con que ella se afirma como escritora. Por la calidad literaria de la obra y por el interés humano de su asunto, recomiendo vivamente su lectura. 

                                                                        

                                                               EUGENIO PADORNO


Texto de Eugenio Padorno para la presentación de Dime quién fui en el Club La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, el 18 de septiembre de 2015.  
Dime quién fui. Elisa Rodríguez Court. Editorial Verbum. Madrid, 2015.
Portada: Rafael Hierro.
Contraportada: Enrique Vila-Matas.



 

sábado, 19 de septiembre de 2015

PRESENTACIÓN DE `DIME QUIÉN FUI´ EN LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

                                        



                                      

Preesentación de Dime quién fui el 18 de septiembre en el Club La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria.

Intervinieron: Eugenio Padorno, José Miguel Junco y la autora.

Dime quién fui. Elisa Rodríguez Court. Editorial Verbum. Madrid, 2015.
Portada: Rafael Hierro.
Contraportada: Enrique Vila-Matas.



miércoles, 16 de septiembre de 2015

ENTREVISTA SOBRE `DIME QUIÉN FUI´, NOVELA DE ELISA RODRÍGUEZ COURT

                                Publicada en La Provincia-Diario de Las Palmas


CONTENIDO DE LA ENTREVISTA REALIZADA POR FABIO GARCÍA SALEH: 



¿El título de Dime quién fui es una referencia a la pérdida de la memoria de un anciano?

Sí, pero también se refiere al regreso inesperado de un pasado que se creía perdido y que se instala en el presente, confundiéndolo y trastocando la vida de la narradora. En un sentido más genérico alude asimismo a esa cosa extraña que llaman identidad y nos viene dada a través de los otros. Mientras tanto, el pasado se comporta como esos miembros que los amputados ya no tienen y, sin embargo, les hacen sentir calambres, cosquillas o dolores en donde estuvieron.   


Su obra está plagada de citas de todo tipo de escritores hasta el punto de que en casi todas las páginas hay por lo menos una ¿Qué ha querido conseguir con esta proliferación de referencias a otros autores?

He intercalado citas literarias entre pasajes del libro porque no quise limitarme a contar una historia. Las citas relativizan, ironizan, amplían o contradicen lo que se va contando. Suponen una forma de hacer participar con su voz a una gran variedad de escritores que me han inspirado en los temas o sustancias que abordo en la novela: la piedad, el remordimiento, la venganza, la ficción de la memoria, la voz del olvido, el paso del tiempo y la vejez, el silencio, la enfermedad, la muerte... Me interesan antes estos que la historia en sí misma.


En la penúltima página la protagonista anhela escribir una novela intercalando citas que colecciona, pero desiste porque reconoce no ser capaz de escribir tan bien como los autores de esas citas. ¿Se siente así al haber intercalado fragmentos de obras maestras?

La narradora es una lectora activa empedernida. Confiesa su incapacidad de escribir el tipo de literatura por la que opta en sus lecturas. Yo me considero antes una lectora que escritora. Escribo para seguir leyendo y participo de la idea de Beckett sobre la escritura como un infinito intento de veces de fracasar. Fracasar cada vez mejor.  

El autor del cual más obras son citadas es Enrique Vila-Matas, que además es el autor del bello texto de la contraportada de su novela. ¿Reconoce en su obra una influencia particular de este escritor español?

Efectivamente, porque él me ha abierto puertas a una literatura de futuro que él ya practica. Es la que se aleja de los cánones decimonónicos que por desgracia siguen predominando hoy día. Enrique Vila-Matas transgrede los límites entre los géneros, fundiéndolos, combinando eso que llaman, bien o mal, autoficción, diario, ensayo, novela,  etc.


La protagonista de su obra interpreta su existencia literariamente hasta el punto de que su vida y sus lecturas se fusionan. Sin embargo hay algo que no queda claro del todo ¿sus experiencias le recuerdan lecturas que ha realizado o es al revés?

Es un mismo viaje, creo. ¿Acaso la realidad no es una ficción más entre otras posibles? 


La muerte del progenitor es un tema fundamental en la literatura. Cuenta con muchos ejemplos, desde las coplas de Jorge Manrique a la novela La muerte del padre de Karl Ove Knausgard ¿Lo ha elegido al azar o se trata de una obra autobiográfica?

No es una obra autobiográfica, aunque contiene elementos de mi autobiografía manipulada, reelaborada. En este sentido, una vez que ese material es llevado al texto, se vuelve ficción. Y la ficción no distingue entre verdad y mentira. Lo contrario sería negar la naturaleza de la literatura, me parece.  


En ocasiones la novela parece un ajuste de cuentas con la figura paterna.

Ese ajuste de cuentas que ciertamente hace la narradora es también un motivo para reflexionar en la novela sobre temas como los que comenté aquí más arriba.


Cuando ve a su padre en el hospital la protagonista reproduce la cita de la Carta de Lord Chandos de Hugo von Hofmannsthal que le llevó a escribir su anterior novela Decir noche: “Me sentía como si estuviera encerrado en un jardín con sólo estatuas sin ojos.” ¿La obra de este escritor austriaco ha tenido algo que ver en la géneris de esta novela?

No, pero es una cita que me impactó muchos años antes de escribir Decir noche y me sigue persiguiendo en la actualidad.


Al escribir sobre la muerte ha tenido que hacerlo también sobre la vida. Referirse al olvido le ha llevado a reflexionar sobre la memoria ¿Era su intención hacerlo así?

Sí, porque el olvido está lleno de memoria y viceversa. Es un tema que me apasiona. 


FUENTE: LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS


  

martes, 15 de septiembre de 2015

PRESENTACIÓN DE `DIME QUIÉN FUI´ EN LAS PALMAS DE GRAN CANARIA




Presentación de Dime quién fui en el Club La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria. Viernes 18 de septiembre.

Dime quién fui. Elisa Rodríguez Court. Editorial Verbum. Madrid, 2015.
Portada de Rafael Hierro
Contraportada de Enrique Vila-Matas.

martes, 8 de septiembre de 2015

`EL OMBLIGO DEL MAR´, POEMARIO DE LUIS POUSA



Excelente viaje poético en el que el lector se vuelve un viajero que avanza, desprovistos sus ojos de cualquier venda y con la compañía omnipresente de la lluvia, al centro del vacío, de la noche.

En el prólogo de El ombligo del mar escribe Eduardo Lago sobre la eficaz y elegante andadura de este poemario de Luis Pousa, cuyo lenguaje "no quiere revelar abiertamente su ser poético, prefiriendo refugiarse en intersticios donde junto a la fugacidad de lo sublime se formula el deseo de dejarse arrastrar por los detritos, de nombrar lo que no es agraciado."
Caracteriza los poemas como un intento único de "llegar al alma del lenguaje y describir su lucha por atrapar algo que, a falta de mejor nombre, describimos como `realidad´, palabra que atraviesa el espacio del poemario como un arma arrojadiza, desgarrándolo."






5

PALABRAS A TRAVÉS de la niebla.
Palabras elásticas.
Abrir las palabras de par en par.
Retorcerlas, exprimirlas, descoyuntarlas.
Prenderles fuego y ver cómo se convierten en ceniza.
Arrojarlas contra la realidad,

ese fragmento de información que llamamos pomposamente la realidad.





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Algunos versos tomados del libro:


Escribir es morder esta agua fugitiva //y huir en ella a través de sus átomos.



La vida es el envés de una marcha fúnebre.




El ombligo del mar. Luis Pousa. Prólogo de Eduardo Lago. Edit. Reino de Cordelia. Madrid, 2015. 


                       

lunes, 7 de septiembre de 2015

`EL LIBRO TACHADO´, DE PATRICIO PRON.








                                                     LA MUERTE DEL AUTOR


Coincido con Patricio Pron cuando afirma en El libro tachado que el hecho de que la literatura pueda acabar y sus autores morir algún día es su condición de posibilidad y su mayor aliciente. Creo, además, que este libro suyo, publicado por Turner Noema, se ha convertido en un referente necesario para afrontar la actual crisis de la literatura.

El libro tachado
aborda de forma rigurosa y magistral una serie de prácticas literarias a las que les une la marca de la borradura y el silencio. Entre otras, la literatura mecánica, la azarosa, la perdida, censurada, prohibida y represaliada, la destruida por las llamas o los propios escritores. En todas ellas desaparece la figura del autor. En unos casos este es borrado de modo involuntario o a manos del terror. En otros, sin embargo, son los mismos escritores los que buscan el anonimato en beneficio de la escritura. Esa renuncia a la pretensión de autoridad de la figura autoral se relaciona con “la muerte del autor”, formulada respectivamente por Barthes y Foucault en el siglo XX.

Pron saca a la luz una lista larga de escritores que se opusieron y se oponen a la visión romántica que, centrándose en la persona y su historia, sus gustos e intenciones, sacralizó la imagen del Autor. Ellos procuran sustituir por el lenguaje al que otros suponen es su propietario, capaz de sacar de sí mismo una obra propia y original. En el fondo cuestionan también la absurda y arrogante idea de la literatura como “un sistema de interpretación privilegiado para la comprensión de un mundo legible y dotado de sentido”, en palabras de Patricio Pron.

Quienes conciben la literatura como producto de la originalidad del autor individual se estrellan hoy contra la era digital. El mundo de las nuevas tecnologías permite “copiar y modificar los textos de tal modo que, tras sucesivas intervenciones, la autoría es prácticamente imposible de determinar.” Con las actuales formas de producción y circulación de textos se multiplican los  contenidos en la red, posibilitando un acceso más fácil a ellos. Sin embargo, a la vez crece la invisibilidad por acumulación en la misma medida en que se banaliza la literatura.

Sobre esto y mucho más habla El libro tachado. Nos sumerge con innegable erudición y hondura en un debate ineludible sobre el futuro –ya presente– de la creación literaria.