sábado, 28 de marzo de 2015

VILA-MATAS UBICADO PLACENTERAMENTE EN ALTA MAR


                                                         


La reciente reedición de Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas, se cierra con un inquietante y bello texto del escritor. La pregunta de Florencia es el título del epílogo. Como en tantas ocasiones se ha escrito, Vila-Matas es autor de una sola obra. Los innumerables libros que ha publicado llevan su indiscutible peculiar marca de agua. Forman parte de una especie de tapiz que se dispara en varias direcciones.
Creo acertar si afirmo que Bartleby y compañía es un libro esencial de ese tapiz. También me atrevo a decir, de acuerdo a las ideas expuestas en el epílogo, que no habla exactamente de escritores que dejan de escribir. Quienes así lo piensan sostienen una visión, si no del todo equivocada, sí bastante reduccionista del libro. Lo que se cuenta en La pregunta de Florencia viene a corroborarlo.

–¿Te da miedo el silencio?– le lanzó a bocajarro el escritor Emmanuel Carrére a Vila-Matas en un encuentro fortuito. Ambos estaban en Florencia. Se encontraron en un café y compartieron mesa y conversación. La pregunta de Carrére se convierte en leitmotiv del epílogo de Vila-Matas. Una pregunta que este intenta responder a posteriori, sabiendo que Carrére se la formuló en relación a su libro Bartleby y compañía. Los escritores del NO.
Vila-Matas mira para sus adentros, preguntándose si escribió ese libro por puro pánico al bloqueo, al silencio, a quedarse de pronto sin la escritura.

Por el miedo a quedarme sin el mejor lugar que conozco para vivir hechos tan extraordinarios como decir que el mundo no tiene sentido, y acto seguido, observar cómo el timbre profundo de la voz que ha dicho eso es el eco de ese sentido.

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or el miedo a quedarme sin el mejor lugar que conozco para vivir hechos tan extraordinarios como decir que el mundo no tiene sentido, y acto seguido, observar cómo el timbre profundo de la voz que ha dicho eso es el eco de ese sentido.



sábado, 21 de marzo de 2015

LA OTRA SOLEDAD

                                                       Imagen de Pedro Guerra


Se ha escrito mucho sobre la literatura como refugio y espacio de libertad. Ah, la literatura, esa puerta abierta hacia formas alternativas del mundo de lo real. Imagino ahora a los lectores letraheridos ante la página oscura -impregnada de tinta negra, de noche- y me acuerdo de Ulrich, el protagonista de El hombre sin atributos, de Robert Musil. Un hombre con sentido, no de la realidad, sino de la posibilidad, extraño y no extraño a la época. "No tiene un sentido de las posibilidades reales, pero sí de la realidad posible", se lee en el libro. No persigue, ni consigue, lo que el común de la gente. Sin embargo, no sufre por ello. "Sabe que lo que él busca no es asible, y lo que encuentra de hecho podría ser de otro modo." ¿Acaso no hay más porvenir en lo no consolidado que en lo consolidado, tal y como piensa Ulrich?

Son ideas sacadas de contexto y, no obstante, podrían retratar a los destinatarios de la creación literaria. Lectores encerrados en sus cuartos a solas con su conciencia, que viajan sin desplazarse, a través de la literatura. ¡Cuánta dicha en esa soledad, de espaldas al ensordecedor ruido!

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lunes, 9 de marzo de 2015

MIEDO AL SILENCIO


                                                        Imagen de Pedro Guerra


Te da miedo el silencio? -le preguntó a bocajarro Emmanuel Carrère a Enrique Vila-Matas en un encuentro casual. Los dos estaban en Florencia y coincidieron en un café.
La pregunta del escritor francés se convierte en hilo conductor del epílogo de Vila-Matas en la reciente reedición de su libro Bartleby y compañía. Con el tiempo supo este escritor que el otro se la había formulado en relación a su libro. Un libro sobre los escritores que caen en el bartlebysmo o silencio creativo. El epílogo lleva el inquietante título La pregunta de Florencia.

Vila-Matas reaccionó a destiempo ante Carrère. Cuenta en su texto haberse acordado luego de una frase que en Bartleby y compañía pronuncia el jorobado narrador: "Hablar es pactar con el sinsentido del existir". Son palabras que me persiguen desde que leí el epílogo. Tal vez, porque revelan el punto del que parte la verdadera literatura: el reconocimiento de la esencia bárbara, inenarrable y muda del mundo.   (Seguir leyendo aquí)