miércoles, 30 de diciembre de 2015

`ASALTO A LO IMPENETRABLE´, DE JOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA



 
La pregunta "qué es un lector"  es, en definitiva, la pregunta de la literatura. Esa pregunta la constituye, no es externa a sí misma, es su condición de existencia. Y su respuesta -para beneficio de todos nosotros, lectores imperfectos pero reales- es un relato: inquietante, singular y siempre distinto.

                                                         Ricardo Piglia. El último lector.


Estoy leyendo Asalto a lo impenetrable, libro de José Maria Romero Barea. Editado en  Carpe Noctem / Cuadernos de Mundo Crítico, 2015, reúne las que para este escritor y lector empedernido han sido las mejores veinte obras publicadas durante los primeros quince años del presente siglo en nuestro país.

domingo, 27 de diciembre de 2015

`DE LOS QUE NADIE HABLA´. EVELYN DE LEZCANO



Se dirige hacia mí la sombra de un holograma
en el contorno vacío del espejo.
Se dirige hacia mí la cavidad imprecisa

del ángulo muerto
en el que desdeñan a mis ojos
los ojos de las sombras
que ya no ven.

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Camina donde un sueño
se abandona en el borde del instinto.
Hurga la marca
en el rostro de los gestos cotidianos.
Revela en los huesos lo que en ellos se oculta:

las fracturas que diluyen
el límite con el ángel. 

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De los que nadie habla. Evelyn De Lezcano. Editorial Huerga y Fierro. Madrid, 2015. 



sábado, 26 de diciembre de 2015

INMORTALIDAD ALTERNATIVA





Mientras leía Sobre nada, libro de Mark Strand, me vino a la memoria una anécdota de la que habla Claudio Magris en El infinito viajar. Cuenta que Biagio Marin le dijo una vez a una niña que él era poeta y ella le respondió con tono de chanza: “Los poetas están muertos.” La pequeña debió de haber leído en la escuela versos de poetas ya fallecidos e inocentemente habrá  pensado que no había poetas vivos. Proclamó, sin saberlo, la muerte del autor. ¿O acaso la literatura no revela su valía cuando queda solo en manos de los lectores? Ajena a mediaciones expeditivas,  al ruido mediático y al afán fama y trascendencia del escritor, resplandece entonces libre y desinteresada.
 
Los poetas no deben preocuparse por su inmortalidad, escribe no sin cierta ironía Mark Strand en Sobre nada. Es más que probable que con ellos mueran sus poemas. De estos nadie más volverá a acordarse. Serán reemplazados por otros con un aspecto nuevo y con un lenguaje más contemporáneo. Mueren incluso poemas singulares, de forma progresiva en algunos casos, añade Strand. Pero la poesía continuará existiendo, con su contenido y sus temas constantes. En ese sentido podría darse lo que él llama una inmortalidad alternativa, esto es, menos brillante. “Todos sabemos que un poema puede influir en otros poemas, mantenerse vivo en ellos, de igual modo que en él viven unos poemas anteriores.”
 
Un poema triunfa del todo, por consiguiente, cuando fomenta su propia revisión y provoca su propia desaparición. De la misma manera se podría decir que los escritores alcanzan la inmortalidad, una vez muertos, cuando logran que se borren sus nombres. “¿Es esto”, sin embargo, “la inmortalidad o simplemente una forma resuelta de estar muerto”?, pregunta, de nuevo con ironía fina, Mark Strand. La literatura, parece querer decir, se basta a sí misma para alcanzar su reinado. No precisa de autores y el escritor muerto se gana un hueco propio disolviendo su voz en ella. Al fin y al cabo, el mundo ya está hecho, dicho y escrito. La literatura llega, por tanto, como de segunda mano. ¿Quién en medio del ancho palimpsesto literario está en el derecho de arrogarse la originalidad?


FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


 

jueves, 17 de diciembre de 2015

`CUADERNO INVISIBLE´ , NOVELA DE DARÍO RODRÍGUEZ




Cuaderno Invisible, de Darío Rodríguez, editado por la Biblioteca Pública Municipal Zenón Solano Ricaurte de Duitama.




Vamos a sopesar la ganancia y la pérdida al elegir cruz (de cara o cruz) acerca del hecho de que Dios existe. Tomemos en consideración estos dos casos: si gana, lo gana todo; si pierde, no pierde nada. Apueste a que existe sin dudar
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                                Blaise Pascal (1670). Pensamientos. III, §233



El escritor Darío Rodríguez (Duitama, Colombia, 1977) ha comentado en una entrevista que su novela Cuaderno invisible trata del ejercicio de mentirse uno a sí mismo. Y no le falta razón, a juzgar por la capacidad embaucadora del protagonista, que se revela poco a poco en el libro. Cuaderno invisible, es, sin embargo, mucho más que un ejercicio de autoengaño. Esta novela, que transcurre dentro de otra novela, contiene una concepción implícita de la creación literaria. La trama se va forjando mientras se reflexiona, directa o indirectamente, sobre los procedimientos de construcción del texto.

El personaje principal, Bruno Persé Espinosa, imparte clases como profesor ocasional en un instituto. Es, además, el autor de una novela que lleva el mismo título de la novela de Darío Rodríguez. Convertido en protagonista de la propia novela, las historias que se cuentan responden a las versiones autobiográficas que el profesor quiere ofrecer de sí mismo. Toda autobiografía, parece querer recordarnos Darío Rodríguez, es siempre sospechosa. En la medida en que avanza la novela, queda claro que el profesor es un ser fracasado. Él intenta, no obstante, presentarse a través del protagonista de su novela como héroe moral. Porque sabe que no tiene nada que perder, razona a la manera en que lo hace Pascal en la célebre “apuesta” que he tomado como cita de encabezamiento de estas letras. Si gana, lo gana todo. Si pierde, no pierde nada, es su lema. Les saca el jugo a sus veintisiete alumnos, otorgándoles la tarea de analizar a lo largo de un semestre su novela. Al final los examina por escrito y el examen de su Cuaderno Invisible, realizado por uno de los estudiantes, es el formato que adopta la novela de Darío Rodríguez.  

Muy ingeniosas las preguntas y respuestas, sirven para ir desglosando la trama y, al unísono, profundizar, como dije antes, en los mecanismos narrativos y las herramientas de la creación literaria. El planteamiento inicial de la novela es sumamente original. De entrada se afirma que Cuaderno Invisible es una novela elaborada por Bruno Persé Espinosa, pero que en realidad no existe. El profesor nunca ha mostrado el libro y ni tan siquiera el manuscrito. En todo momento apela a la Teoría de la Confianza de los alumnos, que han de creerle. Ninguno de ellos ha leído el libro y todo lo que saben de él depende de las referencias orales brindadas por el profesor. Cuaderno Invisible es, por tanto, un texto inexistente. No hace falta añadir, creo, que la novela de Darío Rodríguez está escrita con una dosis alta de ironía. Ese sentido de humor afecta tanto a la trama como a los referentes literarios. A modo de ejemplo, el viaje alrededor de la habitación, de Xavier de Maistre, se torna en un viaje alrededor de la taberna o un recorrido desde la barra del bar al baño. La ironía funciona en la novela de Darío Rodríguez como un complot contra la realidad y las falsas verdades.

El protagonista se dedica a escribir fragmentos de su vida en tarjetas a las que les pasa luego un borrador de nata para borrar lo escrito. Escribe para dejar de escribir, dice. Sin embargo, el profesor cuenta a sus veintisiete alumnos por separado diversos escenas de la supuesta vida del protagonista. Espera, sin confesarlo, que cada uno narre de forma libre los acontecimientos. Obtiene así al final del examen veintisiete versiones distintas.

Además de señalar el carácter ficcional de toda autobiografía, Darío Rodríguez se aleja de la narrativa lineal, discursiva. Apuesta por una escritura fragmentaria, la combinación de los diversos géneros literarios en un solo texto y por un estilo sinuoso y múltiple. No parece casual, en ese sentido, la aparición en su novela de referencias literarias como la del escritor colombiano Eduardo Caballero Calderón y su escritura “automática” o de improvisación, emparentada con la música del Jazz. Tampoco la alusión al “Diario de un escritor”, de Dostoievski, entendido como “un compendio en bloques deshilvanados”.

La trama de la novela se insinúa como una excusa para hablar de otras cosas. Al fin y al cabo, Bruno Persé Espinosa es un ser invisible y solo busca cubrir el vacío de su existencia mediante las palabras o historias de sus alumnos. La trama se desarrolla en Tunja, capital de Boyacá, Colombia, donde el falso héroe moral ejerce de profesor. La elección del lugar y la certeza con que Darío Rodríguez logra dotarlo de una atmósfera envolvente permiten a los lectores adentrarse en ese territorio boyacense bastante desconocido, por desgracia, para quienes vivimos en otros continentes. Con mucha ironía retrata este escritor la imagen de una ciudad pueblerina y marginada. Tunja, y en general Boyacá, en desigualdad de condiciones respecto de Bogotá, representa un símbolo de la tensión que se vive entre periferia y centro en otros lados de nuestro planeta Tierra.

La escritura de Cuaderno invisible fluye como las aguas de un río. Leer esta novela de Darío Rodríguez es vivir una experiencia inolvidable. Con otras palabras, recomiendo fervientemente su lectura.  


miércoles, 16 de diciembre de 2015

VILA-MATAS, UNA BRILLANTE EXCEPCIÓN






La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) ha distinguido con el Premio Juan Rulfo a Enrique Vila-Matas. Toda la obra del escritor barcelonés ha recibido un reconocimiento por su “aporte significativo a la literatura de nuestros días.” Con motivo de la recepción de este Premio pronunció Vila-Matas un excelente discurso titulado “El futuro”. Un futuro, el de la creación literaria,  que se adivina ya en el presente y que él imaginó más prometedor. No en vano siempre ha escrito, a contracorriente de la narrativa que se limita a reproducir modelos obsoletos, en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde la estricta contemporaneidad. Su escritura hace frente a la idea conservadora del desarrollo discursivo y lineal propia del liberalismo literario
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Vila-Matas escribe sabiendo cómo no quiere escribir. En ese sentido se comporta como el copista Bartleby de Melville. Preferiría no hacerlo  es –lo apuntó Ricardo Piglia en uno de sus libros– una buena definición de la poética de un escritor y Vila-Matas encaja en ella a la perfección. Él arriesga y va al encuentro de nuevos retos para la literatura. Intenta ir más allá de las palabras y bailar en el abismo. Apuesta por una escritura que disuelva las fronteras entre los géneros y borre, fundiéndolos a través del ritmo, los límites de la realidad y la ficción.

En su discurso arremete contra los actuales imitadores de la narrativa decimonónica y denuncia las novelas pudibundas, sin noche. El número de lectores ha disminuido de forma drástica, dice. Pero lo que es peor, el mercado desprecia la exigencia de lectores entrenados  y que manejen muchos referentes.
A la caída de la capacidad de atención”, escribe, “ha contribuido una industria editorial que está erradicando de la literatura todo aquello que nos quiere hacer creer que es demasiado pesado, o que va demasiado cargado de sentido, o que puede parecer intelectual. Y el panorama, desde el punto de vista literario –si es que ese punto de vista aún existe– es desolador.”


FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.


   

domingo, 6 de diciembre de 2015

EL FUTURO. ENRIQUE VILA-MATAS.



                                                              
                                                             EL FUTURO



(DISCURSO DE RECEPCIÓN DEL PREMIO RULFO EN GUADALAJARA,
 

MÉXICO, 28 DE NOVIEMBRE 2015)

                                        

                                                  ENRIQUE VILA-MATAS



He venido a hablarles del futuro. Supongo que del futuro de la novela, aunque quizás sólo del futuro de este discurso. Voy a contarles cómo durante años imaginé que se presentaba el futuro. Sitúense en 1948, el año en que nací, en la tarde de agosto en la que un disco extraño y casi silencioso comenzó a sonar en las emisoras de música de Maryland, y pronto se fue extendiendo por la Costa Este, dejando una estela de perplejidad en sus casuales oyentes. ¿Qué era aquello? No se había oído nunca nada igual y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era –ahora lo sabemos– la primera canción de rock and roll de la historia. Quienes la oían, entraban de golpe en el futuro. La música de aquel disco parecía provenir del éter y flotar literalmente sobre las ondas del aire de Maryland. Aquello, señoras y señores, era el rock and roll llegando con la reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto. La canción se titulaba  Demasiado pronto para saberlo, y era la primera grabación de The Orioles, cinco músicos de Baltimore. Sonaba rara, nada extraño si tenemos en cuenta que era el primer signo de que algo estaba cambiando.
¿Qué pudo pensar la primera persona que, oyendo radio Maryland aquella mañana, comprendió que empezaba una nueva era? “Es demasiado pronto”, decía la canción, “muy pronto para saberlo”, susurraba titubeante Sonny Til, el cantante.

He venido a hablarles del futuro, que para mí durante años ha sido algo que llegaba como llegó el rock el año en que nací, con aquella reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto.

He venido a hablarles del futuro. Y está claro que, como me autoimpongo el tema yo mismo, busco complicarme la vida. Nada que me sorprenda demasiado. Así he venido trabajando estos años, trabajando en libros difíciles que llevaba lo más lejos posible, hasta sus límites; libros que, al publicarlos, se convertían en callejones sin salida, porque no se veía qué podía hacer ya después de ellos. Pero yo esto lo hacía de un modo consciente, porque era a ese punto al que yo quería llegar.

Cada libro que escribía parecía llevarme a dejar de escribir. Lo publicaba y me instalaba en un estado de callejón sin salida, y los amigos volvían a hacerme la pregunta habitual: “Y después de esto, ¿qué vas a hacer?”. Y yo pensaba que todo había terminado. Me costaba salir de ese callejón. Pero por suerte, siempre a última hora, me acordaba de que la inteligencia es el arte de saber encontrar un pequeño hueco por donde escapar de la situación que nos tiene atrapados. Y yo siempre tenía la suerte de acabar encontrando el hueco mínimo y me escapaba, y entraba en un nuevo libro.

Los callejones sin salida han sido el motor central de mi obra. Por eso no me extraña que ahora quiera complicarme la vida y hablarles del futuro. Pero no pasa nada. De hecho, estoy acostumbrado a relacionarme con él, con el futuro. ¿O no estoy especializado en narrar previamente los viajes que realizo? Acostumbro a adelantarme a lo que pueda pasar y lo cuento en artículos de prensa. Después, viajo al lugar y vivo allí lo escrito.

Como tengo esa costumbre de narrar los viajes antes de hacerlos, he escrito previamente este discurso antes de salir de Barcelona rumbo a Guadalajara. Bueno, sé que es obvio que lo he escrito antes, pues de lo contrario no estaría leyéndolo ahora. La ventaja de esto es que conozco cómo acaba, lo que demuestra que, en contra de lo que se cree, el futuro no es a veces tan indescifrable.

Si me impuse hablarles del futuro fue sobre todo porque este premio, antiguo premio Rulfo, distingue la obra de autores “con un aporte significativo a la literatura de nuestros días” y yo quería que se supiera que quizás me ajusto a esta premisa porque desde siempre he escrito en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde la estricta contemporaneidad, en la necesidad de encontrar estructuras que no se limiten a reproducir modelos que ya estaban obsoletos hace cien años. 

SEGUIR LEYENDO AQUÍ 



Discurso de Christopher Domínguez Michael en la entrega del Premio Rulfo:


“DR. VILA–MATAS, I PRESUME?”





martes, 1 de diciembre de 2015

SOLO






Solo
  es el título de un delicioso libro de August Strindberg, con enorme carga automitográfica, recién publicado por la editorial Mármara. Solo alude al estado de aislamiento en el que se encuentra el narrador, que decide alejarse del mundo y recluirse en casa. Estar solo es, sin embargo y sobre todo, su elección de la propia dieta espiritual. “Soy dueño de mi alma en aquellos casos en los que uno tiene algún derecho de serlo”, proclama este escritor. Encerrado en su cubículo o durante los paseos solitarios, se entrega de lleno a la literatura.

Apuesta por la soledad después de su regreso, tras diez años de ausencia, a su ciudad natal. Nada era ya entonces como antes, se sentía un desconocido entre sus antiguos amigos y ellos le eran igualmente desconocidos. ¡Con cuánta inquietante belleza narra los nuevos intereses ignorados que se interponían entre unos y otros, el silencio incómodo, las medias sonrisas con la intención de ocultar palabras no dichas, las frases vacías y la carencia de sustancia en las conversaciones, ese modo de desbordarse por asuntos domésticos y de terminar metido él, viudo, hasta las orejas en las intrascendencias familiares de los demás! Todos se habían vuelto mayores y el pasado estaba acabado. “El recuerdo no servía de nada. Habíamos olvidado los hechos y las palabras”, dice.

Muestra con crudeza no solo el desencuentro de personas que se pierden la pista durante años. Parece referirse al transcurso del tiempo y a la pérdida del porvenir, por la sencilla razón de que habían alcanzado ya ese futuro soñado. Carecían, además, de la capacidad de imaginar otro. ¿O tal vez no fueran capaces, o no tuvieran entusiasmo, o no quisieran darle algún sentido nuevo al presente?

Él lo encuentra en la experiencia de la creación literaria, que abarca la escritura y su reverso, la lectura. Lee libros y en sus paseos solitarios capta con la mirada de la ficción los detalles de la realidad. Ante su escritorio se vacía luego en la hoja en blanco. “Vivo, y vivo de forma múltiple, todas las vidas humanas que construyo”, escribe. Sabe bien, que, como escribió Ricardo Piglia, lo que podemos imaginar siempre existe, en otra escala, en otro tiempo, nítido y lejano, igual que en un sueño.


FUENTE: LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.