miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA VIRGEN DESNUDA





"Demasiado real, casi nuestro espejo, ¿quién deposita en ella la fe, el dolor, la esperanza, la pasión? Su imagen física había usurpado la otra soñada."


La Virgen del Pino, patrona de la isla de Gran Canaria, ha estado luciendo en los últimos días su talla desnuda. Fue desprovista de sus prendas habituales para ventilar la madera. La desvisten como mínimo una semana al año, después de haber sido restaurada tiempo atrás. La carcoma había deshecho parte de su figura. Ahora ha podido ser contemplada por el público. Desconozco el número de espectadores que ha acudido a visitarla en la iglesia de Teror, villa donde se exhibe. Pero su imagen desnuda no siempre es bien recibida. 

En el pasado la desvestían y sobre la marcha la volvían a vestir para evitar mostrar sus miserias, según da cuenta Eduardo Medina Orihuela en un artículo del periódico La Provincia. Mirarla sin su manto parecía inconcebible. En la actualidad hay gente que no desea verla al natural, no sé si por motivos morales, o porque considera desagradable su aspecto, o por temor a defraudarse.
 
Recuerdo haber leído hace años que los visitantes no la reconocieron en la basílica durante los días que estuvo oreándose. ¿O quizás me lo invento? Sea o no un recuerdo falso, tiene su lógica. Despojada por entonces no solo de sus mantos, sino también de las joyas, quienes la tenían delante se esforzaban en buscarla y no la encontraban. Pobrecilla.
Cómo adivinar que, bajo su gruesa y lujosa vestimenta, se escondiera una figura tan menuda y escuálida. Ella, la Virgen, que da sentido al mundo de los creyentes y realiza milagros, revelaba, de pronto, su verdadera faz. Carente de glamour, feúcha, insulsa y ausente, la reacción de los fieles fue de perplejidad. Necesitados como están de ser vistos por ella para ver, tampoco se encontraron con su mirada. No alcanzaron a descubrir en sus ojos la luz divina que ellos mismos encienden.
 
La desvistieron de sus prendas de gala y quedó privada de misterio y gloria. Así, desnuda, se apreciaba un perfil nada enigmático. Demasiado real, casi nuestro espejo, ¿quién deposita en ella la fe, el dolor, la esperanza, la pasión? Su imagen física había usurpado la otra 
soñada.
 
No sé si esta vez defraudó a sus visitantes. No importa, porque de nuevo será vestida y entronada. Seguirá viviendo como una diosa, aunque con manos postizas. Las suyas, de tamaño insignificante, como la talla entera, quedarán ocultas bajo el manto.



FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS