martes, 29 de enero de 2013

`FUGA DE RELATOS´ DE BERBEL, POR ASTRID RAMOS Y OLIVIA FALCÓN


Quiero aprovechar mis primeras palabras, para agradecer a Berbel su generosidad, por contar conmigo para presentar este libro que tanto me ha hecho disfrutar.

A mitad de diciembre recibí la llamada de Berbel. Tengo la sensación de que cada vez que Berbel llama es que va a suceder algo bueno. Esta vez me llamaba para presentar su (pri...mer) libro de relatos. “¿Yo?” le pregunté: “¡Sii yo nunca he presentado un libro!”. Entonces ella me respondió: “¡Perfecto!”. Berbel quería hacer algo diferente. Dar la oportunidad a alguien de hacer algo que nunca hubiera hecho antes. Alguien improbable. Así es Berbel y así es su libro, lleno de sorpresas, una tras otra, a cual más inesperada.

Acepté inmediatamente por supuesto porque, además de ser un grandísimo honor ,recuerdo que yo misma he pensado en alguna ocasión que los libros podían ser presentados de vez en cuando por los propios lectores anónimos.

Nos reunimos en la plaza de Santo Domingo donde me entregó un sobre que contenía el libro y, en el que por fuera, estaba escrito mi nombre. Así son los buenos libros y así son los relatos de Berbel. Parece que estén escritos para ti y justo para ese momento de tu vida aunque lo puedan leer todas las personas y se puedan releer siempre.

Muchos de los que están aquí ya la conocen por su larga y variada trayectoria en tantos campos. Yo la conocí el año pasado, cuando, sin conocerme, me invitó a participar en un recital de mujeres poetas celebrado en este mismo museo.

Como decía, aunque muchos ya la conocen pero yo quisiera hablar de la autora y de su pasión por la literatura.

Berbel escribe desde siempre, desde antes de saber escribir, y ustedes se preguntarán cómo es esto posible. Y es posible porque Berbel desde muy pequeña ya dibujaba garabatos, imitando el acto de escribir, fascinada por las formas de las letras, por lo que le parecía el aleatorio trayecto de una hormiga.

Leer también lee desde siempre, y antes de saber hacerlo, fingía que leía. Es decir, Berbel leía y escribía antes de hacerlo y ello no es sino una muestra más de un amor innato a la literatura, literatura que, en sus palabras, es el mejor invento de la humanidad. Ese amor está presente en sus relatos de dos maneras, en sus constantes referencias a los compañeros escritores de todas las tierras y generaciones y a la vez generándolo ella misma a través de su mimo al elegir las palabras.

Quizá por ello, al charlar sobre escritores con Berbel, tales como William Shakespeare o Virginia Woolf ella se pregunta por las personas que eran, por cómo serían sus sentimientos, y también por lo que nos perdemos en las traducciones ya que para Berbel, que cree tanto en el poder de las palabras, si el sonido y la grafía son diferentes porque los idiomas en sí son diferentes, los sentimientos también habrán de serlo. Una de las cosas que me sorprende gratamente al hablar con Berbel sobre literatura es que, si bien les profesa el máximo respeto a los escritores que admira , para ella son una suerte de vecinos, amigos casi, por ejemplo de Krishnamurti me cuenta que hasta le parece que viva al lado de su casa.

Fuga de relatos son trece cuentos, como trece años le llevamos ganados al milenio. Lo primero que llama la atención en Fuga de relatos es la portada. Una magnífica foto de Rafa Hierro en la que se adivina un invernadero destartalado como tantos hay en esta tierra. Todo en el libro está meditado, todo tiene un sentido, como esta elección ya que al igual que los frutos maduros dejan el árbol, que los invernaderos se abandonan, los relatos de Berbel no podían permanecer escondidos en las sombras de algún cuaderno. Tenían que escapar, salir corriendo y, afortunadamente, aquí están reunidos para nuestro disfrute.

Lo segundo que me cautivó fue la soberbia selección de las citas con la que Berbel introduce sus relatos, citas las llamamos nosotros, ella las llama “avales”, pues parecen escritas para ella.

Hablando de “avales”, los referentes literarios de Berbel van desde Esopo cuyas fábulas sus padres le leían de pequeña hasta la poesía mística, Salinas, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Luis Cernuda. Los autores canarios como Tomás Morales, Pedro García Cabrera, Pino Ojeda o Chona Madera, entre muchos otros también forman parte de su herencia literaria.

En mi humilde opinión, el relato perfecto es aquel que tiene a la vez la capacidad en teoría antagónica de generar anhelo y satisfacer, es decir, generar anhelo de novela porque una quiere saber más, quiere embarcarse en la historia pero a la vez ha de saber satisfacer con lo que no se llega a contar. Y así son estos trece relatos como trece frutas redondas.

Cuando Berbel me entregó el libro me comentó que podía leerlos en el orden que quisiera. Yo seguí el de la edición. La Fuga de Berbel comienza muy cerca, en Agaete, pero viajamos en el tiempo. Berbel nos regala el oído y la vista, ¿por qué no?, con su conocimiento de las expresiones canarias de antaño y su habilidad para recrear una época que, no por relativamente cercana resulta menos desconocida. Eran tiempos duros entonces, quizás, más que los de ahora. Entre otras cuestiones, Berbel habla de la emigración y con una frase que me cautivó resume el drama de la misma: “Lo duro no es tener que marcharse, lo duro es no poder volver”.

Cuenta Berbel historias que bien podrían ser reales o imaginarias pero que, en cualquiera de los casos, no perderían ni un ápice de su encanto. En los días en los que leí Fuga de Relatos, por primera vez, me fascinó la capacidad de Berbel para cambiar de voz, para hacerse irreconocible de un relato a otro. Fuga de Relatos es una colección heterogénea en la temática, en la forma, en las ubicaciones, en los protagonistas. Desde el realismo mágico a un humorístico y comprometido género epistolar, pasando por la novela negra y el cuaderno de viajes. Lo único que parecen tener en común es a su autora, créanme.

Termino esta introducción con una cita que tomo prestada de este libro, en concreto del relato “Un lugar en la vida”. Dice así: “Hay lugares a los que nunca viajamos, “nos viajan”, nos llevan a nosotros mismos”. Y me permito añadir que este libro es uno de esos lugares, mejor incluso, trece. 

Presentación de Fuga de Relatos de Berbel por Astrid Ramos en el Museo Poeta Domingo Rivero. Las Palmas de Gran Canaria.

Más: Presentación de Olivia Falcón






Fuga de Relatos, Berbel. Portada de Rafael Hierro. Editorial Huerga y Fierro. Madrid, 2013.-





jueves, 24 de enero de 2013

COBARDÍA





Me cuenta un amigo, casado, que cuatro años atrás decidió comunicarle a su mujer que ya no sentía ganas de mantener relaciones sexuales. “¿Con ella o en general?”, le pregunté. “Cuestión de pérdida de libido, aduje a mi mujer, pero en verdad sigo conservando, y de forma intensa, el deseo sexual”, me respondió. A continuación confesó que lleva justo cuatro años perdidamente enamorado de otra mujer con la que sostiene encuentros sexuales secretos. Ambos son amantes. 


Recordé entonces una escena de El museo de la inocencia, novela del escritor turco Orhan Pamuk. En ella Sibel convierte en cuestión imprescindible que su novio Kemal Bey acuda al psiquiatra. Se acaban de comprometer y Sibel lo encuentra muy deprimido y raro. Desconoce, además, el motivo por el cual él se ha abstenido en los últimos tiempos de un contacto sexual con ella. No sabe que su novio ha estado manteniendo hasta fechas recientes una relación clandestina con Füsun, una mujer que finalmente decidió esfumarse tras la petición de mano de la pareja.
 
A Kemal Bey todo le recuerda a Füsun, de la que está locamente enamorado y a la que ha perdido. Se siente destrozado y no es capaz de revelárselo a su novia. Tampoco logra explicitar su situación en la consulta del psiquiatra a la que termina acudiendo. Dice en el libro: 

Tras hablar un poco de naderías y de rellenar escrupulosamente el necesario formulario, cuando el médico me preguntó por ´mi problema´ me apeteció por un instante decirle que me sentía tan solo como un perro enviado al espacio porque había perdido a mi amada. Pero en cambio le dije que mi problema era que después de la petición de mano no podía hacer el amor con mi linda y atractivísima novia, a quien tanto quería.

Él me preguntó por el motivo de mi inapetencia. Hoy años después de aquello, todavía sonrío al recordar la respuesta que se me vino repentinamente a la cabeza inspirada por Dios y que también encuentro bastante acertada:


-Creo que me da miedo la vida, doctor.


Fuente: La Provincia-Diario Las Palmas





jueves, 17 de enero de 2013

UN CUBO VACÍO


Tres meses antes de suicidarse redujo el escritor Yasunari Kawabata su novela País de nieve a un relato breve. Anteriormente había escrito un sinfín de cuentos que, en su expresión, cabían en "la palma de una mano". Son relatos cuya brevedad no menoscaba los elementos más destacados de sus obras extensas.

La miniaturización que realizó Kawabata de su célebre novela, convirtiendo parte de su contenido en una sucesión de escenas, me parece una metáfora maravillosa de la vida como resta. Una sustracción de lo accesorio para quedarse con lo esencial de la existencia.

Me vino a la mente esta anécdota después de leer una carta de J. M. Coetzee a Paul Auster en el libro Aquí y ahora, que comprende la correspondencia entre los dos escritores desde 2008 a 2011. En un pasaje de la carta expresa Coetzee su modo de operar en la escritura. Dice: "La habitación en que se desarrolla mi acción ficticia es un sitio muy desnudo, un cubo vacío, de hecho; solo le incorporo un sofá si va a hacer falta (si alguien va a sentarse en él o mirarlo), y después el mueble con el cajón superior izquierdo donde están los cubiertos, sin el cual no podemos tener el cuchillo con el que la heroína ha de untar la tostada de mantequilla".

Ambos modos de proceder, el de Kawabata y el de Coetzee, parecen caminar en igual dirección. El primero se desprende de lo adicional, borrándolo, para salvar lo imprescindible. El segundo se concentra en el material indispensable y descarta lo innecesario en el momento de elaborar una historia. En cualquier caso, estas dos referencias literarias podrían tornarse en guías prácticas fabulosas para manejarnos en la vida, observándola como un cubo vacío al que se va incorporando con una medida "cóncava" lo esencial. Claro que ello solo sería posible si la vida imitara a la mejor literatura, concebida, en palabras de Enrique Vila-Matas, como "observación universal que abarca los dilemas de la existencia humana". Una perspectiva que se da de bruces contra el ruido mediático y la banalidad a la que estamos sometidos.

Fuente: El Quinqué. La Provincia-Diario Las Palmas



viernes, 11 de enero de 2013

IGNORANTES


Yo tampoco nunca he sabido cómo funcionan los televisores, por qué vuelan los aviones o cómo viaja la voz por los cables telefónicos, desconocimiento que reconoce el narrador del libro de Rodrigo Fresán titulado La velocidad de las cosas.

No tengo ni la más remota idea de cómo se hace la luz una vez que aprieto el interruptor para sacudirme de encima la noche.

Jamás me he planteado por qué suben los ascensores y por qué no se llaman "descensores", aunque experimente que estos no solo suben, sino también bajan.

Desconozco cómo se manejan los duendes del aire para hacer llegar correos a través del ordenador a lugares cercanos y lejanos. Menos aún sé cómo se sostienen en una "nube" las imágenes, la información, los datos, o cómo es posible la comunicación virtual instantánea...

No me he planteado por qué se abren automáticamente las puertas de un establecimiento al pisar justo a la entrada.

Desconozco cómo llega el agua al váter y por qué conductos se desplaza una vez que se tira de la cadena.

No sé por qué se mantiene fría la nevera; qué hay detrás de un enchufe, además de un conjunto de cables; cuál es el mecanismo que enciende un fogón y nos permite cocinar; cómo funcionan la ducha, el microondas, el termo, la estufa, la radio...

Y si nuestros hijos nos preguntaran, como lo hace la pequeña Hilda a Daniel, su padre, en el libro de Rodrigo Fresón, qué es la nieve, de dónde viene, cómo se origina y para qué sirve, es probable que respondiéramos como contestó este a su hija. Ambos caminan bajo la nieve "y Daniel primero le dice a Hilda que no tiene la más puta idea, que la nieve sirve para que todos los taxis desaparezcan, y después sonríe. Después lo piensa mejor y le cuenta a Hilda que, en realidad, la nieve es la caspa de Dios. Que Dios cuando se enoja sacude su cabeza y tiene mucha caspa y la caspa se cuela por los agujeritos en el cielo, por las estrellas ahí arriba".

Fuente: El quinqué. La Provincia/Diario Las Palmas



jueves, 10 de enero de 2013

CUANDO HASTA "DECIR NOCHE" SE VUELVE IMPOSIBLE. ÁLVARO DE LA RICA.

                                        Imagen de Teinteresa.es

En Decir noche (Eutelequia, 2012), una narradora que no es nadie más allá de las palabras que pronuncia observa y medita sobre la existencia de un tal Lord Chandos, personaje creado por el escritor austríaco Hugo von Hofmannsthal. El tal Lord ha escrito una famosa carta al canciller inglés Francis Bacon en la que le expresa cómo ha llegado en su creación poética, a un punto final, un recodo de afasia y a la imposibilidad de referir nada con palabras, hasta el punto de que ya no se siente capaz siquiera de "decir noche".

Chandos ha quedado enrejado en un férreo bucle que le tapa la boca y que le impide siquiera nombrar el sentido primero de esa palabra (el momento postrero del día) y a fortiori extender sobre esa término los infinitos, recónditos e indispensables sentidos figurados: la falta de luz y la desazón pero al mismo tiempo la anchura liberadora y abismal del azul del cielo y de los antiguos escudos de armas.

Las palabras, carentes del recurso inmediato a la denotación, se han agotado para siempre. Ese vacío, que es epistemológico y a la vez existencial, está en el centro originario de un cruce de corrientes literarias que ha presidido lo mejor de la creación poética de la modernidad europea. Elisa Rodríguez Court lo sabe porque lo ha experimentado de primera mano como lectora constante, metódica y apasionada.

Por eso, a la vez que medita sobre el lado abismal de la falla encontrada (y considerablemente aumentada) por Hofmannsthal, desplegando todas las facetas desoladoras de una civilización que parece abocada a la barbarie que significaría la muerte definitiva del verbo, establece como contrapunto la corriente alterna que "el abismo de la palabra" ha conseguido liberar: el venero de aquellos que, conscientes de la desolación verbal, han tomado el vacío como un lugar común del que partir a la aventura y a la búsqueda del ser.

La lista de los no desencantados, de los no resignados, de los no obstante conscientes del vacío no es interminable pero sí ilustre. Por haber sondeado el abismo como nadie, por haber bebido en los ríos del dolor y la desesperanza, manteniendo intacta la sed, Emily Dickinson preside la cofradía de los escritores que yo llamaría ilusionados: Flaubert, Barnes, Borges o Vila-Matas pero también Lewis, Marguerite Duras, Roberto Juárroz o el propio Claudio Magris que fue el primero que puso las bases teóricas de un fenomenal debate poético.  Continuar leyendo en Teinteresa.es



miércoles, 9 de enero de 2013

`HISTORIA DE UNA MIRADA´, DE REBECA GARCÍA NIETO


La juventud entrando en la edad provecta, la gravedad de los últimos años tiñendo y entristeciendo los años de inocencia, los rayos del sol cruzándose y fundiéndose desde el momento de su salida hasta el instante de su ocaso, han producido en mis historias una especie de confusión o, si se prefiere, cierta unidad misteriosa. La cuna tiene algo de la tumba; la tumba algo de la cuna.

F.R. Chateaubriand


El fuego se levantó y la sombra se movía y se hacía cada vez más hermosa.

Hugo von Hofmannsthal


Escribió William Blake que bastaba con abarcar el infinito en la palma de la propia mano para ver el mundo en un grano de arena y el cielo en una flor silvestre. Es el modo de proceder literario, me parece, de Rebeca García Nieto en Historia de una mirada, recién publicada en la editorial Eutelequia. Porque si bien esta novela está excelentemente ambientada en la Castilla rural de Delibes y narra la vida de la familia Montaraz, la mirada a la que alude su título se sumerge con amplitud en las profundidades del siglo XX. Un siglo que se ha revelado de forma engañosa grávido de futuro y cuyo resplandor, al hilo de lo que se cuenta en esta novela, podría llevar también el nombre de eso que alguien llamó “radiante apocalipsis”. O igualmente podría denominarse el siglo de la luz, luz eléctrica, si se tiene en cuenta lo que le sucedió a Aluches, el pueblo originario de la familia Montaraz.

Aluches es en la novela de Rebeca García Nieto el trasunto ficticio de Riaño, un pueblo de León que fue destruido de forma despiadada a finales de los años ochenta del siglo XX. Apenas se ha hablado de lo que pasó allí. Sin embargo, Historia de una mirada recupera su memoria y da cuenta generosamente de ese episodio desconocido de la historia.

Lo demolieron en aras del progreso, según la lógica del mercado, para hacer un embalse y construir una fábrica de luz.

Y se hizo la luz…y llegaron las tinieblas.
Y se hizo la luz…y se apagó todo.
Y se hizo la luz…y nos quedamos a oscuras

Continuar leyendo en Revista de Letras



lunes, 7 de enero de 2013

´DECIR NOCHE´ EN HOBBY HORSE, DE ÁLVARO DE LA RICA


En Decir noche (Eutelequia, 2012) una narradora, que no es nadie más allá de las palabras que pronuncia, observa y medita sobre la existencia de un tal Lord Chandos, personaje creado por el escritor austríaco Hugo von Hofmannsthal. El tal Lord ha escrito una famosa carta al canciller inglés Francis Bacon en la que le expresa cómo ha llegado en su creación poética a un punto final, a un recodo de afasia y a la imposibilidad de referir nada con palabras, hasta el punto de que ya no se siente capaz siquiera de “decir noche”.

Chandos ha quedado enrrejado en un férreo bucle que le tapa la boca y que le impide siquiera nombrar el sentido primero de esa palabra (el momento postrero del día) y a fortiori extender sobre ese término los infinitos, recónditos e indispensables sentidos figurados: la falta de luz y la desazón pero al mismo tiempo la anchura liberadora y abismal del azur del cielo y del fondo de los antiguos escudos de armas.

Las palabras, carentes del recurso inmediato a la denotación, se han agotado para siempre. Ese vacío, que es epistemológico y a la vez existencial, está en el centro originario de un cruce de corrientes literarias que ha presidido lo mejor de la creación poética de la modernidad europea. Elisa Rodríguez Court lo sabe porque lo ha experimentado de primera mano como lectora constante, metódica y apasionada. Por eso, a la vez que medita sobre el lado abismal de la falla encontrada (y considerablemente aumentada) por Hofmannsthal, desplegando todas las facetas desoladoras de una civilización que parece abocada a la barbarie que significaría la muerte definitiva del verbo, establece como contrapunto la corriente alterna que “el abismo de la palabra” ha conseguido liberar: el venero de aquellos que, conscientes de la desolación verbal, han tomado el vacío como un lugar común del que partir a la aventura y a la búsqueda del ser.

La lista de los no desencantados, de los no resignados, de los no obstante conscientes del vacío no es interminable pero sí ilustre. Por haber sondeado el abismo como nadie, por haber bebido en los ríos del dolor y la desesperanza, manteniendo intacta la sed, Emily Dickinson preside la cofradía de los escritores que yo llamaría ilusionados: Flaubert, Barnes, Borges o Vila-Matas pero también Lewis, Marguerite Duras, Roberto Juárroz o el propio Claudio Magris que fue el primero que puso las bases teóricas de un fenomenal debate poético. En el otro lado, no menos admirable van apareciendo, para acompañar al Lord, Melville y Walser, Wittgenstein o Sandor Márai.  Continúa leyendo


jueves, 3 de enero de 2013

ÁLVARO DE LA RICA ESCRIBE SOBRE ´DECIR NOCHE'

                                 Imagen del blog de Álvaro de la Rica

Álvaro de la Rica, escritor que ha publicado recientemente su novela La tercera persona, ha escrito sobre Decir noche en su blog Hobby Horse:

He elegido bien. Había reservado para estas últimas horas del año una lectura muy especial. Un pequeño gran libro titulado Decir noche. Lo ha escrito Elisa Rodríguez-Court. Lo tengo encima de mi mesa desde hace varios meses, pero sabía que llegaría un momento en el que su lectura se me impondría. Así ocurre con los libros cuando están vivos. Así ha ocurrido en este caso y de qué forma más intensa. He elegido bien. No lo he terminado aún. Estoy demorando mi lectura. Cada capítulo (son breves), cada párrafo, cada frase y casi cada palabra me sugiere con una delicadeza de otro tiempo mil cosas y me abre a un diálogo interminable. Continuar leyendo