lunes, 27 de julio de 2015

TODA LA VIDA PREGUNTANDO





No hay duda de que las buenas entrevistas ayudan al lector a conocer la obra de los escritores. Cuando el entrevistador es capaz de formular las preguntas adecuadas y de mantener un diálogo sustancioso, la entrevista cubre espacios de ese “lugar faltante” presente en cualquier obra literaria. Es la impresión que he tenido mientras leía Toda la vida preguntando, delicioso libro del periodista, escritor y editor Juan Cruz Ruíz (Tenerife, 1948) recién publicado en la editorial Círculo de Tiza. El libro lleva un prólogo de Mario Vargas Llosa y contiene una larga serie de entrevistas del autor con escritores. Algunos son españoles y la mayoría, extranjeros. Nombres de la literatura universal como los de Julio Caro Baroja, Doris Lessing, Pablo Neruda, María Zambrano, Gabriel García Márquez, Orhan Pamuk, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Susan Sontag y Günter Grass forman parte, junto a otros, de la lista de entrevistados.

Juan Cruz cuenta que hizo su primera entrevista a los 18 años, nada menos que a Julio Caro Baroja. Trabajaba en periódicos desde que era un chiquillo de 14 años y entre los diferentes géneros que alternaba era la entrevista el que le parecía más interesante. Le permitía preguntar y escuchar, esa forma de aguardar el conocimiento ajeno como expresión de la curiosidad. No parece, pues, extraño que, siendo pequeño, su madre dijera de él: “Este se pasa la vida preguntando.” Tampoco que hoy él mismo afirme que una entrevista sirve “para seguir siendo discípulo, para aprender de otro, para considerar (antes que nada) que por mucho que sepas de un asunto o de alguien si no estás dispuesto a sentirte sorprendido tras una pregunta es que ni tienes curiosidad ni eres, por tanto, periodista.” 

Precisamente porque Juan Cruz conoce bien la obra de las personas que entrevista, consigue enToda la vida preguntando hacer hablar a los escritores de sí mismos, de literatura y del mundo. Y su compañera en los diálogos sigue siendo la curiosidad infantil que no le ha abandonado. Todavía recuerdo un artículo de hace muchísimos años en el que se refería a la ilusión de Lewis Carroll, tal vez la suya: saber de qué color es la luz de una vela cuando está apagada.

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.



 

sábado, 25 de julio de 2015

SOBRE `DOGMA' DE LARS IYER: QUITAR LA MÁSCARA A LA MÁSCARA




Irrumpe de nuevo en la escena literaria española el maravilloso dúo cómico W. y Lars. Protagonistas ambos de Magma (Spurious), novela de Lars Iyer, reaparecen ahora en Dogma. Esta es la segunda novela de la trilogía de Iyer que, con una excelente traducción  de José Luis Amores, viene publicando la editorial Pálido Fuego.
Esta vez emprenden los dos protagonistas un viaje por el sur de Norteamérica con la finalidad de fundar una nueva religión basada en sus estudios filosóficos y de crear un movimiento intelectual al que bautizan con el nombre “Dogma”. Una pretensión que saben de antemano condenada al fracaso.
En Dogma siguen discutiendo y peleándose cariñosamente W. y Lars como lo hacían en Magma. Ya no se centran en la idea de la muerte de la Literatura a manos de la banalización y del mercado. La nueva novela da un paso adelante en su crítica burlesca –contenida en el anterior libro– de la vida literaria en la actualidad. Pone en solfa la misma fuente de nuestros conocimientos y ofrece una sátira trágico-cómica de la estupidez que rige nuestras vidas. Se satiriza asimismo el exceso de cotidianidad y el desgaste infinito del que con otras palabras habla Robert Musil en El hombre sin atributos: ese esfuerzo tan titánico que supone el del individuo moderno que hace de todo para no hacer nada.

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viernes, 17 de julio de 2015

PRESTIDIGITADORES






Quizás el arte de vivir no se diferencie mucho del que practican los buenos prestidigitadores en sus representaciones ante el público. ¿Acaso nosotros no nos valemos de múltiples trucos para darle sentido al sinsentido de la vida y así mantenernos vivos? Me asalta este pensamiento después de terminar la lectura de La noche del ilusionista, novela que escribió Daniel Kehlmann a los 22 años de edad y que acaba de publicar en español ediciones Nocturna. Su protagonista, el mago Arthur Beerholm, domina su oficio. Practica a diario y refina sus técnicas. Conoce la literatura especializada y está al corriente de toda innovación. No hay ningún otro ilusionista que lo supere. Experto sobre todo en el manejo de las cartas, calcula el momento en que debe introducir a escondidas barajas trucadas en el juego. Hace trampas contando, barajando y repartiendo las cartas. Lleva un lápiz de kohl sin capuchón en el bolsillo. Lo toca primero y luego una carta, de modo que queda marcada sin que nadie lo note. Acaricia una baraja y hace que cambie de color bajo la yema de sus dedos. Tampoco los espectadores se dan cuenta de que la intercambia por otra mediante la técnica del empalme.

Nadie ve que hace trampa, pero él no lo ignora y saberlo se le vuelve con el tiempo insoportable. Se siente imbécil, patético y un farsante. Se empeña entonces en ir más allá del truco y dominar el arte de la magia, desafiando la realidad. Incluso se propone lanzarse desde lo alto al vacío y poner su vida en juego. ¿Tendrá la esperanza de que durante el descenso le crecerá un par de alas?

Daniel Kehlmann parece querer decir en su novela que todo esfuerzo por cambiar la irremediable realidad conduce a la destrucción y al fracaso. Frente a su visión podrían destacarse las siguientes palabras de F. S. Fitzgerald, tomadas de un fragmento de Crack-up : “La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad para retener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y seguir conservando la capacidad de funcionar. Uno debería, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y, sin embargo, estar decidido a hacer que sean de otro modo.” 
Tal vez el arte de vivir consista, antes que nada, en armarse de una buena dosis de autoengaño.

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.

 

lunes, 6 de julio de 2015

NOVELA: `DIME QUIÉN FUI´


Contraportada: Enrique Vila-Matas

Está bien comprobado que, tal como dice Conrad, la misma violencia de un golpe de adversidad nos ayuda a soportarla, haciéndonos momentáneamente insensibles. Cuando la anestesia natural cede el paso al malestar, cada cual inventa un modo para poder sobrevivir a ese dolor. En Dime quién fui Elisa Rodríguez Court encuentra la provisional salvación en la literatura, fuente de experiencias que nos recuerdan en todo momento que el drama es de todos y que la vida, como cualquier libro, no pasa en realidad nunca de ser un proyecto.
La desesperación de Dime quién fui es la desesperación de esta novela que de algún modo nunca se empieza a contar porque de hacerlo el viaje terminaría aquí mismo, ya sabemos en qué tapia y sollozo. Es por eso que Dime quién fui me ha parecido una novela muy singular, quizás porque me ha permitido asistir a la fundación de una escritora, al tiempo que recrearme en la inmensa paradoja de mantenerme en vida mientras leía las diferentes muertes de una muerte.
                                                               
                                                     Enrique Vila-Matas

 

Dime quién fui. Elisa Rodríguez Court. Editorial Verbum. Madrid, 2015: pinchar aquí