jueves, 17 de enero de 2013
UN CUBO VACÍO
Tres meses antes de suicidarse redujo el escritor Yasunari Kawabata su novela País de nieve a un relato breve. Anteriormente había escrito un sinfín de cuentos que, en su expresión, cabían en "la palma de una mano". Son relatos cuya brevedad no menoscaba los elementos más destacados de sus obras extensas.
La miniaturización que realizó Kawabata de su célebre novela, convirtiendo parte de su contenido en una sucesión de escenas, me parece una metáfora maravillosa de la vida como resta. Una sustracción de lo accesorio para quedarse con lo esencial de la existencia.
Me vino a la mente esta anécdota después de leer una carta de J. M. Coetzee a Paul Auster en el libro Aquí y ahora, que comprende la correspondencia entre los dos escritores desde 2008 a 2011. En un pasaje de la carta expresa Coetzee su modo de operar en la escritura. Dice: "La habitación en que se desarrolla mi acción ficticia es un sitio muy desnudo, un cubo vacío, de hecho; solo le incorporo un sofá si va a hacer falta (si alguien va a sentarse en él o mirarlo), y después el mueble con el cajón superior izquierdo donde están los cubiertos, sin el cual no podemos tener el cuchillo con el que la heroína ha de untar la tostada de mantequilla".
Ambos modos de proceder, el de Kawabata y el de Coetzee, parecen caminar en igual dirección. El primero se desprende de lo adicional, borrándolo, para salvar lo imprescindible. El segundo se concentra en el material indispensable y descarta lo innecesario en el momento de elaborar una historia. En cualquier caso, estas dos referencias literarias podrían tornarse en guías prácticas fabulosas para manejarnos en la vida, observándola como un cubo vacío al que se va incorporando con una medida "cóncava" lo esencial. Claro que ello solo sería posible si la vida imitara a la mejor literatura, concebida, en palabras de Enrique Vila-Matas, como "observación universal que abarca los dilemas de la existencia humana". Una perspectiva que se da de bruces contra el ruido mediático y la banalidad a la que estamos sometidos.
Fuente: El Quinqué. La Provincia-Diario Las Palmas