La excelente escritora Natalia Ginzburg no se anduvo con rodeos a la hora de responder a ciertas acusaciones. En una nota memorable de la autora, refiriéndose a su novela Y eso fue lo que pasó, dejó escrito: “Algunas personas, cuando han leído esta historia, me han llegado a decir: Si hubieses sido más feliz, habrías escrito una historia más bella.” Así empieza su nota, que aparece en el libro, junto a la novela, traducida por Andrés Barba y publicada por Acantilado.
Su novela, es cierto, de alegre tiene poco. Comienza así: “Le pegué un tiro entre las cejas.” Es la voz de la protagonista, que contrasta, afirmándolas, con las palabras de Italo Calvino en el prólogo de la novela, que vio por primera vez la luz en 1949: “Durante generaciones y generaciones lo único que han hecho las mujeres de la tierra ha sido esperar y sufrir. Esperaban que alguien las amara, se casara con ellas, las convirtiera en madres, las traicionara”.
Natalia Ginzburg solía callar ante los comentarios de las personas que la consideraban infeliz. Les daba la razón en eso, pero más cierto era para ella que no pretendía ser menos infeliz escribiendo. Ni aquella novela, ni tampoco otras. Procuraba, por el contrario, escribir a pesar de su infelicidad y sin haberse curado.
No concebía, de ninguna manera, la creación literaria como un orinal donde desahogar las emociones. Sabía que cuando uno se quiere meter el sol en los pantalones, como escribió Flaubert, estos se queman y uno se mea en el sol. Ella no escribía para consolarse. Intentaba escribir, dijo, “sin dejar que mi infelicidad enturbiara e hiciera enfermar las cosas que escribía. Aunque para llegar a ese punto es necesario que la infelicidad no sea en nosotros una pregunta lacrimosa y llena de ansiedad, sino una conciencia absoluta, inexorable y mortal.”
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.