Ojalá
octubre, libro cautivador de Juan Cruz Ruiz, nació de la
última mirada del padre de este escritor. Desesperanza y claudicación mostraron
esos ojos antes de apagarse del todo en el hospital. Se cancelaba así la
búsqueda del paraíso en la tierra, sueño que siempre mantuvo vivo al padre.
Entregado a su camión, la herramienta principal para llevar el pan a casa,
sobrevolaba con su fantasía las calamidades. Era su modo de viajar muy lejos y
de proteger a sus seres queridos, protegiéndose de la infelicidad. Tal vez por eso
se le viera con frecuencia silente y con semblante melancólico, como escuchando
voces venidas de otra parte. Incluso comía de lado, con las piernas fuera de la
mesa, como si se estuviera yendo.
Es esa manera de estar y no estar a la vez lo que intrigaba a su hijo Juanillo, que regresa en Ojalá octubre. Juan Cruz narra en este libro cómo miraba de niño a su padre. Y dice: “Escribo para entenderle.”
Tal vez escriba también para adueñarse de su pérdida, en lugar de ella adueñarse de él. Supone, además, un modo de ponerse en contacto consigo mismo. La evocación del progenitor le devuelve, en cierta medida, su propia imagen de adulto. En una escena memorable del libro, muerto ya el padre, creyó verlo venir hacia él por un pasillo de la Redacción del periódico. En realidad era su propia figura caminando lo que se reflejaba en un gran espejo.
El título del libro, Ojalá octubre, procede de unas palabras que envió Truman Capote en la carta a un amigo. ”Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera octubre”, escribió. Se sintió feliz por un momento y lo dejó escrito. El padre de Juan Cruz ansiaba la eternidad de un instante feliz. Buscó el inexistente paraíso, perdido de antemano. De ahí, quizás, su carácter melancólico. Sin embargo, soñar el paraíso es una manera de vivirlo.
La escritura le ha permitido a Juan Cruz darle forma a esos sueños paternos que expresaban lo que de niño él sabía pero aún no lograba decir. Las bellas e inquietantes reflexiones que suscita su libro no dejan indiferente, desde luego, a los lectores.
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.
Es esa manera de estar y no estar a la vez lo que intrigaba a su hijo Juanillo, que regresa en Ojalá octubre. Juan Cruz narra en este libro cómo miraba de niño a su padre. Y dice: “Escribo para entenderle.”
Tal vez escriba también para adueñarse de su pérdida, en lugar de ella adueñarse de él. Supone, además, un modo de ponerse en contacto consigo mismo. La evocación del progenitor le devuelve, en cierta medida, su propia imagen de adulto. En una escena memorable del libro, muerto ya el padre, creyó verlo venir hacia él por un pasillo de la Redacción del periódico. En realidad era su propia figura caminando lo que se reflejaba en un gran espejo.
El título del libro, Ojalá octubre, procede de unas palabras que envió Truman Capote en la carta a un amigo. ”Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera octubre”, escribió. Se sintió feliz por un momento y lo dejó escrito. El padre de Juan Cruz ansiaba la eternidad de un instante feliz. Buscó el inexistente paraíso, perdido de antemano. De ahí, quizás, su carácter melancólico. Sin embargo, soñar el paraíso es una manera de vivirlo.
La escritura le ha permitido a Juan Cruz darle forma a esos sueños paternos que expresaban lo que de niño él sabía pero aún no lograba decir. Las bellas e inquietantes reflexiones que suscita su libro no dejan indiferente, desde luego, a los lectores.
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.