Escuchar
no es un gesto de estos tiempos, tal y como escribe Carlos Skliar en su
magnífico libro titulado Hablar con desconocidos. Hoy en día parece que
se habla a cambio de que otros callen. “Los conocidos hablan para conseguir
adeptos, para entronizarse, para despotricar, para decir todo aquello que ya no
es necesario oír.” Y cada vez que alguien dice “es normal”, la conversación se
interrumpe. La normalidad se impone entonces como encubrimiento, como una
ofensa a la posibilidad de pensar lo inexplorado y desafiar las falsas
certezas.
En este terreno de lo desconocido es por donde se desliza la escritura bellamente poética de Carlos Skliar en su libro. Es cuestión, sugiere Skliar, de no dar ni el mundo ni a los otros por entendidos. Tampoco a uno mismo, porque todo lo que sabemos de nosotros proviene de cada una de nuestras ignorancias. Lo desconocido se oculta bajo la tiranía de lo conocido, ese tipo de saber presuntuoso que reduce la vida al registro ciego y arbitrario de los acontecimientos. Se trata, por tanto, de sentir y pensar el encuentro con los otros, desconocidos, pensándose también como un desconocido. Conversar con los demás y escuchar como “si dejaras tus oídos en medio del camino y prescindieras de cada palabra conocida. Como si cada desconocido encarnase la posibilidad de una verdad.” Dicho de otra manera, alejarse de uno lo suficiente como para volverse la voz ilegible de un extraño.
En este terreno de lo desconocido es por donde se desliza la escritura bellamente poética de Carlos Skliar en su libro. Es cuestión, sugiere Skliar, de no dar ni el mundo ni a los otros por entendidos. Tampoco a uno mismo, porque todo lo que sabemos de nosotros proviene de cada una de nuestras ignorancias. Lo desconocido se oculta bajo la tiranía de lo conocido, ese tipo de saber presuntuoso que reduce la vida al registro ciego y arbitrario de los acontecimientos. Se trata, por tanto, de sentir y pensar el encuentro con los otros, desconocidos, pensándose también como un desconocido. Conversar con los demás y escuchar como “si dejaras tus oídos en medio del camino y prescindieras de cada palabra conocida. Como si cada desconocido encarnase la posibilidad de una verdad.” Dicho de otra manera, alejarse de uno lo suficiente como para volverse la voz ilegible de un extraño.
Este modo de
relacionarse con los otros, lejos de potenciar la propia sensación de estar
encantado de conocerse a sí mismo, arranca a cualquiera de su ombligo. Lo
contrario supone desencuentro, porque, como escribe Carlos Skliar, “un hombre
limitado a su circunferencia jamás se encontrará con otro hombre que sólo
camina en línea recta”. Frente a la obscenidad del yoísmo, lo mejor es
callarse si se quiere que algo suceda. Mantenerse en silencio, escuchar durante
esos instantes sin uno en donde nace el mundo y encontrar allí los propios
hallazgos. “Soy hombres, mujeres y ancianos que no soy. Estoy hecho de
desconocidos que me hablan sin hablarme. Y que, cuando yo hablo, no se sueltan
de mi voz”, dice este escritor.
Sobre ello y
muchos más asuntos de la vida escribe Carlos Skliar en Hablar con
desconocidos. Un libro de asombros, capaz de ruborizar a quienes se erigen
en jueces exclusivos de la verdad.
Carlos Skliar. Hablar con desconocidos. Editorial Candaya. Barcelona, 2014.-