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ANIKA ENTRE LIBROS
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LITERATURA VERSUS IDEOLOGÍA:
Viaje alrededor de algunas citas de Gustav Flaubert, Enrique Vila-Matas y Claudio Magris
El debate en torno a las relaciones que mantiene la literatura con la ideología y el compromiso sigue abierto. No parece, pues, un asunto baladí. En nombre de ideologías y de supuestos compromisos sociales se han elaborado novelas pudibundas. También ciertas perspectivas moralistas han dado como resultado obras literariamente intragables.
La literatura carece de propósito para cambiar el mundo. Distinto es que pueda contribuir a la ampliación de miras de los individuos, a elevar su nivel de conciencia, a romper la visión unidireccional del pensamiento.
Claudio Magris habla en su libro Alfabetos. Ensayos de literatura. de la voz imparcial que dan los escritores a las más diversas cuerdas y a las más antitéticas pasiones. En la literatura existen muchas habitaciones, dice, y no se necesita elegir ideológicamente entre voces contrastantes. Prosigue:
Se puede -se debe- creer a la vez en la fe de Tólstoi y en la inercia de Oblómov; los grandísimos escritores son aquellos cuya perspectiva abarca 360 grados. A veces me pregunto de qué lado estoy, si mi historia es la contada por Guerra y paz, por la Metamorfosis de Kafka o por el Auto de fe de Canetti.
Como escribe también Enrique Vila-Matas en El viento ligero en Parma:
La condición existencial del hombre es superior a cualesquiera teorías o especulaciones sobre la vida.
Nada mejor entonces que la literatura como amplio abanico de las manifestaciones de lo universal-humano. La literatura contempla universalmente las realidades, los conflictos y posibilidades de la existencia humana. Para esta ningún tema es un impedimento o una prohibición. No hay ideología alguna que imponga desde fuera sus imperativos. La literatura es autónoma y se desmarca de todo funcionalismo político.
( A modo de digresión, añado a este texto, publicado en Anika entre libros, el enlace para acceder a uno de los artículos de Vila-Matas que vio recientemente la luz en El País y que, en cierto modo, se relaciona colateralmente con lo que se aborda aquí: Estado de ánimo. Igualmente transcribo un pasaje revelador al respecto contenido en Aire de Dylan, novela de Vila-Matas que se publicó después de escribir mi texto:
Me entretuve en el bar con un colega muy pesado (...) que no paró de hablarme de la cantidad de cosas con las que tenemos que competir los novelistas en el mundo actual, tantas - me decía desesperado ese horrible colega- que se planteaba tirar la toalla, porque hoy en día obtener la atención para una novela es mucho más difícil de lo que antes solía serlo, pues cada vez los escritores debemos convivir con más atracciones y diversiones, crisis económicas, invasiones de países árabes, rivalidades futbolísticas, amenazas para la supervivencia, hambrunas y crímenes horrorosos, podridas bodas reales, terremotos devastadores, trenes que descarrilan y no precisamente en la India...
Rearmándome de una sensatez que siempre he detestado, pero que a veces he de rescatar de lo más hondo de mi espítitu para corregir a los idiotas, le expliqué que era mosntruoso y absurdo ver como "rivales" a todas esas cosas que me había estado nombrando. ¿O es que no lo comprendía? Le cité una caricatura que había hecho de un intelectual el dibujante Daumier; en ella se veía a una dama de aspecto severo que hojeaba enfadada el periódico en la mesa de un café. "No hay más que deportes, caza y disparos. ¡Y nada de mi novela!", se quejaba.
Ahí estaba, bien evidente, el gran error: creer que un libro tenía que competir con el último asesino en serie o con el último caudillo árabe destronado. ¿O acaso escribimos para los que siguen las noticias de lo que ocurre en Wall Street, en Siria, en Libia, en Irak, en Grecia, en Japón y en la pujante China?
Los hacedores de esas noticias todas tan tremendas, decía Bellow, piensan en la conciencia como un territorio que se acaba de abrir para los colonizadores y la explotación, una especie de fiebre por la tierra de Oklahoma. Pero en realidad el escritor le habla a un lector indefinido, pero que de algún modo imagina que tiene que ser como él, alguien que no se deja ahogar del todo por los cien mil atractivos de Oklahoma y en cambio se muestra interesado por el esfuerzo grandioso que hay que hacer, a menudo un esfuerzo secreto y más escondido, para poner en orden la confundida conciencia.
Ese trabajo secreto con la conciencia, traté de explicarle al odioso colega, que miraba cada vez más hacia otro lado, se desarrolla en perímetros alejados del gran espectáculo del mundo. (...)
Ese trabajo secreto con la conciencia no se ve jamás en la televisión, no es mediático, habita en las viejas casas de la vieja literatura de siempre. )
Vila-Matas distingue entre literatura y compromiso. Concibe la voz del escritor como la voz de un pájaro solitario, expresión de alguien que no se erige en portavoz del pueblo ni es un himno o representante de una clase social o de un movimiento artístico, porque, de lo contrario, la literatura deja de ser literatura para convertirse en un simple instrumento de poder.
Un escritor se representa solo a sí mismo y su voz, como escribe Vila-Matas, es obviamente débil, pero es precisamente esa voz personal, su voz de pájaro solitario, la que resulta más auténtica. En su debilidad reside su fuerza, ya que se despliega en un espacio de libertad sin cortapisa alguna. ¿Significa ello que los escritores le dan la espalda al mundo? Vila-Matas responde que las voces de los buenos escritores no se desentienden del rumbo del mundo, pero no se comportan respecto a este como si quisieran aportarle respuestas. Señala:
Lo suyo es un asfalto mojado por la lluvia, mirar cómo pasan los trenes y sentir el viento de sus voces no serviles.
Flaubert, por su lado, escribe en una carta a Louise Colet que en literatura su creencia es no tener ninguna. Y en otra misiva le dice que no busca la vibración sino el diseño. El estilo. Invita a Colet a amar el Arte, porque de todas las mentiras es la menos engañosa. Para Flaubert no hay temas viles o hermosos. En literatura el estilo es la manera absoluta de ver las cosas. Este se encuentra bajo las palabras y en el interior de las palabras. Es tanto el alma, afirma, como la carne de una obra. En consonancia con las ideas sobre la literatura de Magris y Vila-Matas, se lee en otra carta suya a Colet:
El Arte es una representación, solo debemos pensar en representar. Es necesario que el espíritu del artista sea como el mar, lo bastante amplio para que no se vean sus límites, y lo bastante puro para que las estrellas del cielo se reflejen hasta el fondo.
Claudio Magris escribe que la literatura no es juicio moral, sino identificación con un personaje, con su modo de ser, generoso o malvado, con su fe, su pasión, su violencia o delirio. En su opinión, la literatura no juzga ni pone notas de conducta a la vida, que discurre más allá o más acá del bien y del mal. Si el arte es belleza, apunta, esta última no siempre implica la aparición del Bien y de la Verdad.
Hay que diferenciar entre ideología de los escritores y sus obras, porque, como bien expresa Claudio Magris, el compromiso no atañe a los escritores o a los artistas solo en cuanto tales, ni tampoco les incumbe a ellos más que a otras personas con otros oficios. Los deberes elementales hacia los otros conciernen por igual a todo el mundo. Concluye:
Ser leales, solidarios, sinceros, fieles, debe ser fundamento de toda existencia (...). La responsabilidad hacia el mundo concierne a todas las personas, a su relación con los demás, afecta a su vida y a su trabajo, y no importa que sea abogado, escritor o barbero.
Reducir, como pretenden algunos, la literatura a una ideología, una causa o a un deber mata la literatura.
Elisa Rodríguez Court - ArtiLiteratura © Ciberanika.com
Texto en Anika entre Libros