Yo me desperté justo cuando todas las luces del avión se apagaban, incluida la tele y su película de humor. [...] El avión caía a una velocidad impresionante, aunque la palabra impresionante aquí no tiene nada que decir. La sensación que sentí, abrazado a mi mujer y a mi hijo, fue de realidad. Una realidad densa, pesada, irreversible. Allí no había nada irreal. Ni luces, ni azafatas diciéndonos qué hacer. Quejidos y gritos sí. Una vieja sensación de realidad que todos los seres humanos conocen. Luego, diez segundos después, el avión se estabilizó. Algunos volvieron a dormirse. Otros pidieron whisky. Uno de los pasajeros aseguró haber visto a una azafata rezando de rodillas en la cocina.
Roberto Bolaño.-
(en ENTRE PARÉNTESIS. Editorial Anagrama.)