viernes, 27 de diciembre de 2019

SOBRE `LA FIESTA DEL TEDIO´, POR LUCÍA AMBROGIO






BREVES IMPRESIONES LECTORAS
                                                                       
                                                          

      …”Al frente esperaba el desencanto…”  
                                                
LA FIESTA DEL TEDIO,
                                                                               Elisa Rodríguez Court. Colección Agustín Espinosa, Gobierno de Canarias.                                                              
                                                     


Entrar y salir de ese cuarto blanco, inmaculado recinto de sentimientos encontrados, de verdades que irán revelándose, entre conjeturas con formas de interrogantes, embistiendo, a veces,  contra la altivez de un” nosotros” impuesto por  la repetición.

… La primera persona del plural, que tal vez debería desterrarse del diccionario por sus efectos colaterales dañinos…

Y uno, lector, ingresa al verosímil de una situación cercana, la que propicia el estilo intimista de una voz que nos incluye en la vorágine de un relato que crece en reflexión, en citas, aunque también, en el monólogo de un discurso interior con la implosión de recuerdos latentes.

Se sufre por un dolor y asimismo por las reflexiones que el dolor origina…




¿Quién no ha sufrido el desencanto de una relación afectiva?, me pregunto, mientras releo las citas que he subrayado en La Fiesta del Tedio de Elisa Rodríguez Court (Islas Canarias, 1959).



Pero claro, la lección se aprende luego del error, de creencias instaladas por el ego cuando éste no se aviene a la “decepción” y en cambio, retacea la culpa en el desamor, sin advertir que el diálogo iniciado traería las verdades ya conocidas, provenientes, como en este caso, de un discurso en común de una pareja.

Sus intertextos, hallazgos literarios de una voraz lectora como lo es su autora, que además de marcarnos huellas significantes en el camino lector, le otorgan al discurso esa permeabilidad que oxigena el estar, el permanecer frente a frente, crédulos “amortes” de una relación marcada por la finitud, como la vida misma.



                Lucía Ambrogio de Pistacchia. 2019.