La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad para retener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo y seguir conservando la capacidad de funcionar, escribió F.S. Fitzgerald en El Crack-Up. Ser capaz, por ejemplo, de saber que ciertas cosas son irremediables y, sin embargo, estar decidido a hacer que sean de otro modo. Esa alta inteligencia a la que se refiere Fitzgerald incluye el afán y las ganas de vivir. No en vano aclara el escritor que fue a comienzos de su edad adulta cuando vio hacerse realidad lo improbable e incluso lo “imposible”. La vida parecía rendirse ante su inteligencia y su coraje. Eran largos días de ensueños y de heroísmos imaginarios.
Al margen de otras consideraciones, su conciencia del inevitable fracaso parece haber vencido al poder de su voluntad. Se rompió el equilibrio entre ambos. De forma prematura en su caso, pero suele ocurrir a menudo cuando se alcanza la vejez y se vive con menos ahínco. Eso pensé después de haber leído las palabras con las que Alice Munro se despidió hace años de la escritura. “Hasta aquí”, dijo. “Y no es que no ame escribir", puntualizó, "pero llega un momento en que tu modo de pensar la vida es distinto. Y quizás cuando tienes mi edad ya no quieres estar sola como debe estarlo un escritor." Una humilde despedida que contrasta con el resentido adiós de Philip Roth a sus setenta y nueve años: "He dedicado mi vida a la novela. He dejado fuera casi todo lo demás. Ya basta. Ya no siento ese fanatismo por escribir que sentía antes.”
Cabe preguntarse, de acuerdo a la filosofía de Fitzgerald sobre las dos ideas opuestas en la mente, si Roth decidió abandonar la escritura o si la escritura lo abandonó antes a él.
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.