Es cierto que casi siempre las novelas son demasiado largas, tal y como afirmaba Jules Renard. En el caso de La transmigración de los cuerpos, del escritor mexicano Yuri Herrera (Actopan, 1970), ocurre todo lo contrario. En esta novela parece medirse cada una de las palabras. No solamente su lenguaje es de una precisión encomiable, sino parece hablar con una voz venida de otra parte. Con esta expresión en cursiva aludo de forma intencionada al título de un libro de Maurice Blanchot, porque La transmigración de los cuerpos, en la medida en que me sumergía en su lectura, me iba transportando a unas palabras de Blanchot sobre ese lenguaje que “no toma apoyo en algo que ya existe, ni sobre una verdad vigente, ni sobre el mero lenguaje ya dicho o verificado”.
La lengua de Yuri Herrera en esta novela se me aparece como un comienzo. Un nuevo empezar a dar nombre a una realidad que solo conocemos mediatizada por un lenguaje tan totalitario como trillado. Esa realidad textualizada que en el ámbito particularmente periodístico denunciara en su momento Karl Kraus.
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