La lectora
levanta la cabeza del libro. No salgas ahora, te lo pido, le ruega a la artista
Karen Green. Está leyendo las últimas páginas de Conversaciones con David
Foster Wallace y ha detenido por un momento la lectura cuando Karen Green
está a punto de ausentarse de su casa. Por favor, no te vayas, le insiste a la
mujer de este escritor. En ocasiones anteriores él fracasó en su intento de
quitarse la vida. Todavía puede salvarse, piensa.
La pareja se casó felizmente apenas cuatro años antes de ese día fatídico al que la lectora se niega a llegar. Ella puede impedir que la muerte los separe. ¿Por qué iban los lectores a privarse, además, nuevas obras de Foster Wallace? Basta entonces con eliminar el instante en que el escritor queda a solas con sus perros. En consecuencia, suprimir también el siguiente en que su mujer regresa a casa, abre la puerta y descubre que él se ha ahorcado.
Foster Wallace sustituye el Nardil, su antidepresivo habitual, por otro que no surte efecto. La depresión no levanta y vive un auténtico infierno. Vuelve al Nardil, pero el medicamento ha perdido la eficacia. Él quiere vivir y seguir escribiendo. Es lo que se desprende de las conversaciones con este escritor, publicadas por la editorial Pálido Fuego. Sin embargo, los demonios lo van acosando con mayor intensidad.
Se marchó del planeta mucho antes de matarse, cuenta su madre. Él ya estaba
lejos, dice su amigo, el escritor Jonathan Franzen. Foster Wallace no pudo al
final soportarlo.
La lectora cierra el libro y se seca las lágrimas. En su memoria graba las palabras premonitorias que escribió Foster Wallace: “Todo ese conflicto acerca de las personas que se suicidan cuando están gravemente deprimidas, cuando decimos ¡Dios mío, tenemos que hacer algo para que dejen de matarse!, todo eso está equivocado. Porque, ¿sabéis?, todas esas personas ya se habían suicidado en lo que de verdad importa... Cuando se suicidan, tan sólo están siendo disciplinadas."
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.
La lectora cierra el libro y se seca las lágrimas. En su memoria graba las palabras premonitorias que escribió Foster Wallace: “Todo ese conflicto acerca de las personas que se suicidan cuando están gravemente deprimidas, cuando decimos ¡Dios mío, tenemos que hacer algo para que dejen de matarse!, todo eso está equivocado. Porque, ¿sabéis?, todas esas personas ya se habían suicidado en lo que de verdad importa... Cuando se suicidan, tan sólo están siendo disciplinadas."
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.