LA MUERTE DEL AUTOR
Coincido con Patricio Pron cuando afirma en El libro tachado que el hecho de que la literatura pueda acabar y sus autores morir algún día es su condición de posibilidad y su mayor aliciente. Creo, además, que este libro suyo, publicado por Turner Noema, se ha convertido en un referente necesario para afrontar la actual crisis de la literatura.
El libro tachado aborda de forma rigurosa y magistral una serie de prácticas literarias a las que les une la marca de la borradura y el silencio. Entre otras, la literatura mecánica, la azarosa, la perdida, censurada, prohibida y represaliada, la destruida por las llamas o los propios escritores. En todas ellas desaparece la figura del autor. En unos casos este es borrado de modo involuntario o a manos del terror. En otros, sin embargo, son los mismos escritores los que buscan el anonimato en beneficio de la escritura. Esa renuncia a la pretensión de autoridad de la figura autoral se relaciona con “la muerte del autor”, formulada respectivamente por Barthes y Foucault en el siglo XX.
Pron saca a la luz una lista larga de escritores que se opusieron y se oponen a la visión romántica que, centrándose en la persona y su historia, sus gustos e intenciones, sacralizó la imagen del Autor. Ellos procuran sustituir por el lenguaje al que otros suponen es su propietario, capaz de sacar de sí mismo una obra propia y original. En el fondo cuestionan también la absurda y arrogante idea de la literatura como “un sistema de interpretación privilegiado para la comprensión de un mundo legible y dotado de sentido”, en palabras de Patricio Pron.
Quienes conciben la literatura como producto de la originalidad del autor individual se estrellan hoy contra la era digital. El mundo de las nuevas tecnologías permite “copiar y modificar los textos de tal modo que, tras sucesivas intervenciones, la autoría es prácticamente imposible de determinar.” Con las actuales formas de producción y circulación de textos se multiplican los contenidos en la red, posibilitando un acceso más fácil a ellos. Sin embargo, a la vez crece la invisibilidad por acumulación en la misma medida en que se banaliza la literatura.
Sobre esto y mucho más habla El libro tachado. Nos sumerge con innegable erudición y hondura en un debate ineludible sobre el futuro –ya presente– de la creación literaria.