"Demasiado real, casi
nuestro espejo, ¿quién deposita en ella la fe, el dolor, la esperanza, la
pasión? Su imagen física había usurpado la otra soñada."
La
Virgen del Pino, patrona de la isla de Gran Canaria, ha estado luciendo en los últimos días su talla desnuda. Fue
desprovista de sus prendas habituales para ventilar la madera. La desvisten
como mínimo una semana al año, después de haber sido restaurada tiempo atrás.
La carcoma había deshecho parte de su figura. Ahora ha podido ser contemplada
por el público. Desconozco el número de espectadores que ha acudido a visitarla
en la iglesia de Teror, villa donde se exhibe. Pero su imagen desnuda no
siempre es bien recibida.
En el pasado la desvestían y sobre la marcha la
volvían a vestir para evitar mostrar sus miserias, según da cuenta Eduardo
Medina Orihuela en un artículo del periódico La Provincia. Mirarla sin su
manto parecía inconcebible. En la actualidad hay gente que no desea verla al
natural, no sé si por motivos morales, o porque considera desagradable su
aspecto, o por temor a defraudarse.
Recuerdo haber leído hace años que los visitantes no la reconocieron en la
basílica durante los días que estuvo oreándose. ¿O quizás me lo invento? Sea o
no un recuerdo falso, tiene su lógica. Despojada por entonces no solo de sus
mantos, sino también de las joyas, quienes la tenían delante se esforzaban en buscarla
y no la encontraban. Pobrecilla.
Cómo adivinar que, bajo su gruesa y lujosa vestimenta, se escondiera una figura tan menuda y escuálida. Ella, la Virgen, que da sentido al mundo de los creyentes y realiza milagros, revelaba, de pronto, su verdadera faz. Carente de glamour, feúcha, insulsa y ausente, la reacción de los fieles fue de perplejidad. Necesitados como están de ser vistos por ella para ver, tampoco se encontraron con su mirada. No alcanzaron a descubrir en sus ojos la luz divina que ellos mismos encienden.
Cómo adivinar que, bajo su gruesa y lujosa vestimenta, se escondiera una figura tan menuda y escuálida. Ella, la Virgen, que da sentido al mundo de los creyentes y realiza milagros, revelaba, de pronto, su verdadera faz. Carente de glamour, feúcha, insulsa y ausente, la reacción de los fieles fue de perplejidad. Necesitados como están de ser vistos por ella para ver, tampoco se encontraron con su mirada. No alcanzaron a descubrir en sus ojos la luz divina que ellos mismos encienden.
La desvistieron de sus prendas de gala y quedó privada de misterio y gloria.
Así, desnuda, se apreciaba un perfil nada enigmático. Demasiado real, casi
nuestro espejo, ¿quién deposita en ella la fe, el dolor, la esperanza, la
pasión? Su imagen física había usurpado la otra
soñada.
No sé si esta vez defraudó a sus visitantes. No importa, porque de nuevo será
vestida y entronada. Seguirá viviendo como una diosa, aunque con manos
postizas. Las suyas, de tamaño insignificante, como la talla entera, quedarán
ocultas bajo el manto.
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS