Leí una entrevista a Sergio Chejfec en la que el escritor argentino manifiesta que no le interesa cómo ocurren las cosas, sino cómo se describen. Es en la elaboración de esa descripción en donde dice encontrar la aventura narrativa que le atrae.
Estas declaraciones parecen ajustarse a su modo de concebir la creación literaria. Lo he percibido tanto en Mis dos mundos como en su última novela, La experiencia dramática. Como las he leído de forma continuada, una seguida de la otra, ambas han ocupado mi mente juntando sus aguas. Tal vez porque, dotándose cada una de ellas de un particular rostro narrativo, en última instancia lo que parece importar es lo que se dice en lo que no se dice y lo que se omite mientras se habla. Así camina también la escritura de Sergio Chejfec, en igual medida capaz de hablar como Félix, uno de los dos protagonistas de La experiencia dramática, el cual se desmiente cuanto más asertivo se muestra.
En esta novela Sergio Chéjfec ejerce con maestría el arte de la ambigüedad y la contradicción, de los gestos incompletos e inciertos. Por eso creo que a La experiencia dramática le viene fenomenal la elección de los dos protagonistas, Félix y Rose.
Ambos se citan al menos una vez en semana para conversar en bares o durante interminables caminatas. Como se lee en la contraportada de este libro, “aunque no lo mencionen, luego de cada encuentro Rose y Félix tienen la extraña sensación de haber dicho más de lo que esperaban y menos de lo que querían decir”.
Lo que quieren decir se insinúa antes “tras los pliegues de alusiones, comentarios, sobreentendidos y suspicacias” con que, según Félix, le gusta a Rose disimular las opiniones. (Continuar leyendo en Revista de Letras)