domingo, 30 de septiembre de 2012

LEER EL SILENCIO



De igual modo que les ocurre a los lectores con las malas novelas, asistir a la vida de otros puede convertirse en una tarea plúmbea. También cansina cuando estos reducen de forma permanente su discurso a un regodeo en la anécdota. Elevado cualquier vano incidente a lo sagrado, es capaz de llenar una conversación sin fin como esas novelas innecesariamente demasiado largas.


Parece que la dicha de la soledad y la introspección han dejado de ocupar un espacio prominente en el teatro ruidoso de la realidad. De ahí que muchos descubramos en la literatura ese territorio donde aún es posible leer el silencio. (Continuar leyendo)